¿Qué hace que confiemos en los demás?

Confiar es darle al otro la oportunidad de herirte, dañarte o decepcionarte, pero también la de ayudarte y acompañarte. Ahora, ¿cuáles son los obstáculos y motivaciones más comunes para realizar ese salto de fe?
¿Qué hace que confiemos en los demás?
Elena Sanz

Escrito y verificado por la psicóloga Elena Sanz.

Última actualización: 05 julio, 2020

Si observamos la cantidad de personas que experimentan dificultades para confiar en los demás, nos daremos cuenta fácilmente de que confiar implica un riesgo. Supone renunciar a la seguridad, asumir el riesgo de que el otro nos traicione desde una posición en la que puede hacernos mucho daño. Entonces, ¿qué hace que confiemos en los demás? ¿Qué nos impulsa a dar ese salto de fe?

En esta dimensión, encontramos diferencias individuales muy importantes: algunas personas confían más rápido, frente a otras que necesitan tiempo y una larga lista de pruebas para entregar esta misma confianza. Hay quienes, en primera instancia, esperan siempre lo mejor de los otros, frente a los que esperan, casi por defecto, que serán traicionados. Pero, ¿se trata únicamente de una cuestión de personalidad?

¿Qué hace que confiemos en los demás?

Mujer sonriendo al atardecer

Nuestra naturaleza

Los humanos somos seres sociales y, como tal, precisamos la interacción social. Establecer relaciones significativas con los demás es beneficioso para nuestra salud y la pertenencia es una de nuestras necesidades básicas. Sin embargo, además, la socialización nos resulta gratificante e influye de manera positiva en nuestra autoestima y bienestar.

Así, a la hora de estrechar lazos y dar paso a la intimidad, la confianza en el otro es un ingrediente imprescindible. No sería posible mantener vínculos de ninguna índole con los otros sin un grado mínimo de confianza. Así, nuestra naturaleza social es una de nuestras primeras motivaciones para confiar.

Los aprendizajes previos

Por otro lado, la capacidad para confiar en el otro es, en buena medida, aprendida. Está condicionada por nuestras experiencias en los primeros meses de vida, por la forma en la que las personas que nos rodeaban nos enseñaron a relacionarnos con los demás a partir de la relación que establecimos con ellas. Hablamos de la calidad de los primeros vínculos de apego.

Si estas satisficieron nuestras necesidades de forma adecuada, consistente y coherente, se crearía en nosotros una base de confianza hacia el mundo. Por el contrario, si su atención y cuidado fueron impredecibles y poco coherentes, es probable que experimentemos dificultades para confiar en los demás.

De forma adicional, todas nuestras experiencias vitales posteriores habrán contribuido a reafirmar o moldear esta tendencia temprana. Nuestras vivencias en todas las relaciones significativas que vamos teniendo contribuyen a aumentar o minar nuestra capacidad para confiar.

El tiempo

Sin duda uno de los factores que más influyen en la confianza que depositamos en los demás es el tiempo. Cuando acabamos de conocer a una persona no podemos confiar plenamente en ella puesto que aún no sabemos de sus valores y actitudes. Con el tiempo, podremos comprobar qué tipo de persona es y cómo se comporta y en base a ello iremos aumentando nuestro grado de confianza en ella.

Esto sucede incluso en relaciones sin ningún tipo de componente emocional. Pensemos, por ejemplo, que somos nuevos en un empleo. Lo más lógico y esperable será que, en un inicio, la confianza depositada en nosotros sea reducida y a medida que vayamos demostrando nuestras capacidades nos asignen mayores responsabilidades.

Igualmente, si lo analizamos, descubriremos que aquellas personas en quienes más confiamos son aquellas con las que hemos compartido una amplia trayectoria. Ya que a lo largo del tiempo han demostrado estabilidad en sus conductas y actitudes y han contribuido a la continuidad de la relación.

La reputación

Por último, recordemos siempre que nuestros actos hablan de nosotros. Así, la reputación de una persona será fundamental a la hora de decidirnos a confiar o no en ella. Cuando estamos ante alguien que no conocemos, su reputación (lo que hemos oído sobre ella) nos predispondrá a ser más abiertos o precavidos.

Con el paso del tiempo, esos hechos previos que conocíamos del otro perderán valor frente a la calidad de las experiencias que hemos podido compartir con él. La confianza se gana a través de las acciones y es el comportamiento del otro lo que nos animará a considerarlo digno o no de la nuestra.

Amigos juntando manos

Ajustar nuestra predisposición a confiar en los demás

En definitiva, la confianza es una cuestión tanto de quien la otorga como de quien la recibe. Es indudable que la mayoría de nosotros necesitamos conocer, más o menos al otro, para confiar en él. Sin embargo, hay muchas personas a quienes las traiciones pasadas les impiden establecer vínculos sólidos.

Si este es tu caso y te hace sentir mal, siempre puedes contar con un especialista que te ayude a valorar la situación. Su evaluación y su plan de intervención te ayudarán a encontrar una dinámica de intercambio de confianza que permita la intimidad y te haga sentir mejor.


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  • Luhmann, N. (2005). Confianza (Vol. 23). Anthropos Editorial.
  • Gallardo, R. Y., Figueroa, L. A., & Solar, F. C. (2006). Confianza y desconfianza: dos factores necesarios para el desarrollo de la confianza social. Universitas Psychologica5(1), 9-20.

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