¿A qué llamamos respeto?

El respeto es la base para cualquier tipo de convivencia. Sin embargo, es necesario conocer sus características e interiorizar esta actitud.
¿A qué llamamos respeto?
Sergio De Dios González

Revisado y aprobado por el psicólogo Sergio De Dios González.

Escrito por Equipo Editorial

Última actualización: 06 agosto, 2023

Respeto es una actitud que favorece las relaciones interpersonales adecuadas y satisfactorias. Además, el respeto es la actitud necesaria para convivir sin conflictos, aceptando las diferencias entre las personas.

Respetar es poner distancia con el planteamiento diferente de la otra persona, por tanto, nos ayuda a no juzgarla, por su elección u opinión. El respeto implica tener en cuenta a la otra persona en sus diferencias individuales, no pretendiendo que esta sea de otra forma, que opine o que se comporte de otra forma distinta a cómo es esa persona.

“El respeto es una calle de dos vías, si lo quieres recibir, lo tienes que dar.”

-R.G. Risch-

¿Cómo conseguir respetar a todos?

Respetar es darnos cuenta de que cada persona tiene derecho a elegir ser quien realmente es, en su forma de pensar, de opinar, de sentir, de actuar e incluso en sus gustos y preferencias de vida. Cada uno de nosotros somos diferentes, así pues, descalificar al que tenemos en frente por ser diferente podría suponer cruzar la línea del respeto.

Por lo tanto, si cada persona tiene el derecho a ser quien decida ser, a nadie más le compete ni opinar, ni decidir acerca de la otra persona. Podemos tener diferentes gustos, diferentes pareceres, pero siempre que exista armonía dentro de la diferencia, existirá respeto y, de esta forma, las relaciones personales fluirán de forma adecuada.

Pretender que todos opinen como nosotros, más que falta de respeto, es una irrealidad. Existen tantos puntos de vista como personas habitan el planeta. Así pues, lo importante no es opinar igual, sino entendernos y convivir en equilibrio.

La importancia de no juzgar

Se expresa respeto cuando no se juzga a la otra persona por su planteamiento, por sus decisiones, su comportamiento o su forma de vida. Tampoco se le reprocha nada, ni se le recrimina ser como es, ni tampoco se espera que sea de otra forma. La aceptación del otro es una muestra de apertura mental, de esta forma, el respeto representa tener una mente despejada de prejuicios y de emociones aflictivas hacia los demás.

De esa manera, respetar es la mayor muestra de que aceptamos a la otra persona en su individualidad, en su totalidad como la persona que es, no como pretendíamos o querríamos que fuese. De esta forma, no imponemos nuestro criterio sobre los demás, sino que les dejamos fluir.

Amigas hablándose con respeto

¿Cómo expresar el respeto?

El respeto se muestra desde la empatía, es decir, desde la actitud comunicativa que demuestra que sabemos, aceptamos y respetamos como es la otra persona. Aunque podamos no compartir sus decisiones, opiniones o comportamientos, no significa que deba existir confrontación. A través del respeto integramos diferentes puntos de vista y aun así la protagonista es la buena convivencia.

La empatía es la herramienta utilizada dentro de la comunicación asertiva o adecuada. Es la que muestra el respeto, después de escuchar a la otra persona, observando desde dónde nos habla, con sus sentimientos y sus experiencias personales. Ponernos en el lugar del otro, también nos ayudará a entender mejor su forma de pensar. Por lo que si no acabamos de comprender un punto de vista ajena, ponernos en su piel puede sernos de gran ayuda.

Para ello, se expresa comprensión y entendimiento hacia su derecho. Y, si procede, posteriormente se expresa la propia opinión, que aun siendo diferente, siempre es respetuosa ante el planteamiento ajeno.

“La empatía consiste en la experiencia interna de compartir y compartir el estado emocional momentáneo de otra persona”.

-Roy Schafer-

¿Cuándo es más difícil respetar?

pareja enfadada dándose la espalada

Es más difícil respetar cuando queremos a toda costa que nos den la razón. También cuando suponemos que por encima de cualquier planteamiento, nuestra postura es la única posible y la que posee la absoluta certeza. Esta forma de pensar solo nos llevará a confrontación y a la hostilidad.

Si nos aferramos a un punto de vista concreto y lo tomamos como el único válido, corremos el riesgo de creernos en una superioridad moral que nos alejará de los demás.

Por otro lado, es poco probable el respeto cuando la actitud es agresiva con la otra persona. En gestos, en la comunicación no verbal y en actitudes, aun con palabras adecuadas, el respeto no estará presente.

Cuando la otra persona no muestra respeto también es complicado mantener la relación en un estado de equilibrio. Muchas veces, el respeto se confunde con sumisión, por lo que muchos individuos tienden a ignorar los límites que se les imponen. En estos casos, la actitud de respeto nunca debe perderse, pero sí puede ser necesario alejarse de esa persona o tomar acciones directas para cambiar su actitud.



El respeto a uno mismo también es importante

Cuando se piensa en el respeto, generalmente se orienta la mirada hacia el exterior. Sin embargo, respetarse a uno mismo también forma parte fundamental de esta dinámica, pues se trata de valorar la propia existencia. A través de ella se proyecta el respeto hacia los demás seres vivientes que rodean al individuo.

Desarrollar este tipo de respeto es un desafío, pues se ve cuestionado día a día por los demás y por la propia persona. Desarrollarlo y aplicarlo a la vida cotidiana requiere de reflexión, introspección y honestidad. Solo a través del autorrespeto se gana la confianza en uno mismo, el optimismo y la esperanza.

Para respetar…

Tenemos que considerar nuestro planteamiento solo como una posibilidad entre otras muchas. Debemos hablar en primera persona, opinando y expresando lo que el propio punto de vista, no el que marca “la ley como verdad absoluta”.

Es imprescindible aceptar que nuestra percepción, aunque parezca objetiva, no lo es en ningún caso, ya que está sujeta a nuestra propia interpretación, basándose esta en las experiencias anteriores, en el estado de ánimo e incluso en las creencias previas que ya existen en cada persona.  Todo ello en función de su propio aprendizaje.

Y, al dirigirnos a los demás, hacerlo desde la empatía. Esto incluye tanto la escucha y la observación del planteamiento de la otra persona, como la aceptación de su derecho a ser como decida ser.


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