Secuelas del abuso sexual en la infancia

Las secuelas del abuso sexual son más graves cuando estas provienen de uno de los progenitores del niño.
Secuelas del abuso sexual en la infancia
Sergio De Dios González

Revisado y aprobado por el psicólogo Sergio De Dios González.

Escrito por Edith Sánchez

Última actualización: 01 agosto, 2022

La pederastia es un término que escuchamos cada vez más. Aunque las autoridades sean conscientes de la situación, como integrantes de la sociedad no nos podemos olvidar de las secuelas del abuso sexual en niños. Estos crímenes ocurren en cualquier lugar y abarcan todas las clases sociales sin atender al nivel educativo, la raza o la religión.

El abuso sexual a los niños no es un fenómeno nuevo. Es algo que forma parte de nuestra historia, un hecho reprobable que acontece a diario en hogares, escuelas y espacios que en apariencia nos pueden parecer inofensivos. El impacto que estas realidades pueden llegar a tener en el ser humano son sencillamente devastadoras..

Se sabe, por ejemplo, que el porcentaje más alto de abusos sexuales a menores se originan en el padre o padrastro y que las principales víctimas son sus hijas o hijastras.

Sin embargo, también hay muchos casos en los que el violador es otro familiar cercano; se estima que entre el 80% y el 95% de los abusos sexuales a los niños se dan en el seno de la familia. Los niños varones también son víctimas, aunque en menor proporción.

“Aquello que no es raro, encontradlo extraño. Lo que es habitual, halladlo inexplicable. Que lo común os asombre. Que la regla os parezca un abuso. Y allí donde deis con el abuso, ponedle remedio”

-Bertolt Brecht-

Niño mirando por una ventana simbolizando las secuelas del abuso sexual

El desarrollo sexual de los niños

Uno de los descubrimientos más importantes y, a la vez más controvertidos, de Sigmund Freud, fue la comprobación de que los seres humanos estamos dotados de pulsiones sexuales desde el momento de nacer. El psicoanálisis develó que los niños tienen fantasías, deseos y expresiones sexuales. Es por tanto algo normal que va madurando con el tiempo.

Ahora bien, cabe señalar que la sexualidad infantil es muy diferente de la sexualidad adulta. Esto es obvio, dada la inmadurez física, emocional e intelectual que la acompaña.

El niño, básicamente, descubre su propio cuerpo y las primeras sensaciones placenteras frente a determinados estímulos. Sin embargo, hay algo más importante que el niño debe descubrir y entender. La sexualidad es un proceso madurativo donde no pueden participar otras personas hasta llegada una edad. Tampoco es permisible que otros adultos así como familiares crucen esa barrera.

Es importante dejar claro que el abuso sexual a los niños se configura cuando se produce un contacto sexual, consentido o no, entre un adulto y un menor de edad. También cuando ese contacto se da entre dos niños, si entre ellos media una diferencia de tres años de edad.

Las secuelas del abuso sexual

Las secuelas del abuso sexual a un niño varían de un caso a otro. Depende de muchos factores. Así, en un estudio publicado en el American Journal of Psychiatry y llevado a cabo por los doctores Valerie Edwards y George Holde nos señalan que deben atenderse los siguientes factores:

  • La edad que tenía el niño cuando ocurrieron los hechos.
  • El abusado o agresor (siempre es más grave cuando el niño fue abusado por su padre o su madre).
  • Las características de la situación (grado de intimidación y/o violencia o seducción).
  • La duración del abuso.
  • Las características psicológicas de la víctima.
  • La forma como se “resolvió” la situación.

En casi todos los casos se ha detectado que se presentan secuelas a corto y largo plazo.

Secuelas a corto plazo

A corto plazo, lo más probable es que las secuelas del abuso sexual sean regresiones a una edad anterior: puede volver a chuparse el dedo, o perder el control de esfínteres, por ejemplo.

También es usual que el niño se vuelva ansioso y depresivo. Muy frecuentemente baja su rendimiento escolar y puede mostrarse aislado o huraño. Así mismo, puede volverse seductor, mostrar conductas sexualmente adelantadas para su edad o desarrollar adicciones y conductas suicidas.

niño solo en barandilla simbolizando las secuelas del abuso sexual

Secuelas a largo plazo

Desde la Universidad de Toronto en Canadá, nos explican a través de un estudio los efectos a largo plazo del abuso infantil. Así, el doctor Joseph Beitchman nos indica que estos daños son siempre más intensos y perdurables si el abusador, fue un pariente cercano.

Lo más probable es que se presenten dificultades para dormir o pesadillas frecuentes, además de tendencia hacia la depresión y baja autoestima.

El abuso sexual a los niños se configura cuando se produce un contacto sexual, consentido o no, entre un adulto y un menor de edad.

Las mayores dificultades se verán reflejadas en la vida sexual y de pareja. Pueden aparecer fobias sexuales o una incomprensible tendencia a establecer relaciones amorosas altamente insatisfactorias.

En los casos más graves, las secuelas del abuso sexual incluyen una fuerte predisposición a desarrollar esquizofrenia, a tener tentativas de suicidio, adicciones o a desarrollar conductas promiscuas altamente peligrosas.

mujer simbolizando las secuelas del abuso sexual

Quien haya sido víctima de abuso sexual en la infancia, indefectiblemente, debe ser tratado por un psicólogo especializado para lograr  reducir las secuelas de estos hechos. Así, uno de los procesos terapéuticos más comunes es acompañar a los pacientes a reconstruir y rehabilitar su historia de vida.


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  • Beitchman, JH, Zucker, KJ, Hood, JE, DaCosta, GA, Akman, D., y Cassavia, E. (1992). Una revisión de los efectos a largo plazo del abuso sexual infantil. Abuso y abandono de niños , 16 (1), 101–118. https://doi.org/10.1016/0145-2134(92)90011-F
  • Edwards, V. J., Holden, G. W., Felitti, V. J., & Anda, R. F. (2003). Relationship between multiple forms of childhood maltreatment and adult mental health in community respondents: Results from the adverse childhood experiences study. American Journal of Psychiatry160(8), 1453–1460. https://doi.org/10.1176/appi.ajp.160.8.145

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