Según un estudio, la luz azul mejora la eficiencia cognitiva

El azul es el color favorito de la población. Lo que tal vez no sepamos es que este tipo de luz es beneficiosa para el cerebro: optimiza la memoria, la eficiencia cognitiva y el bienestar.
Según un estudio, la luz azul mejora la eficiencia cognitiva
Valeria Sabater

Escrito y verificado por la psicóloga Valeria Sabater.

Última actualización: 01 agosto, 2022

¿De qué color es el espacio donde sueles trabajar? ¿Qué tipo de luz es la que te rodea ahora mismo? Cuando necesitas estudiar, ¿te preocupas por los colores que te envuelven? Muchos apenas ponemos atención en estos detalles y, sin embargo, son importantes. Ahora, la ciencia nos indica que la luz azul mejora la eficiencia cognitiva y actúa como un estímulo para el cerebro.

Este dato viene a complementar mucho más las fascinantes particularidades de este color. Al fin y al cabo, el azul es el favorito de la mayoría de la población, e incluso se alza como el predilecto para la industria del marketing y la publicidad. Confiere armonía, seriedad, confianza, tranquilidad y hasta lealtad. Sin embargo, hay un aspecto aún más decisivo: es un aliado para el potencial cognitivo.

Este espectro de luz puede mejorar la productividad de un equipo de trabajo. Incluso, consigue que los niños en las aulas focalicen mejor la atención. Así, y como decía Vincent Van Gogh, resulta casi imposible cansarse de los cielos azules. Y lo cierto es que nunca deberíamos alejarnos demasiado de esas tonalidades que nos regala la naturaleza.

La luz azul natural es la que mayor impacto tiene para nuestro bienestar cognitivo y emocional.

mujer en montaña disfrutando de la luz azul
La luz azul puede mejorar la memoria de trabajo, la atención y facilitar el aprendizaje.

La luz azul, un estímulo para tu cerebro

Si hay una tonalidad favorita en el mundo del arte es el azul. Wassily Kandinsky señalaba que es el color de la abstracción y la inmaterialidad. Yves Klein insistía en que el azul no tiene dimensiones, está más allá de toda dimensión, y Matisse comentaba que hay ciertos tipos de azul que se quedan en el interior de tu alma.

Efectivamente, hay algo particular en el color azul y por ello, forma parte de lo que conocemos como colores primarios psicológicos. Tal vez, esa impronta profunda e hipnótica proviene de ser el color mayoritario de nuestro planeta Tierra.

De hecho, tan fascinante nos resultó que el ser humano se obsesionó en encontrar pigmentos naturales para poder pintar y teñir ropa con él. Los egipcios fueron los primeros en sintetizarlo. Esa atracción innata y pretérita tiene a su vez un impacto muy positivo en el cerebro: permite potenciar las habilidades cognitivas. Tareas como la memoria o la concentración mejoran cuando estamos rodeados de luz azul.

La sala de estudio preferida de la Universidad de California en Los Ángeles (UCLA)

En los edificios más nuevos de la Universidad de California se halla una pequeña sala de estudios que es la preferida entre los alumnos. Es la The Hedrick Study o también conocida como sala azul. Tiene sillas cómodas, es amplia y presenta unos techos altos pintados en negro y con estrellas. La particularidad es su iluminación: un cálido y agradable tono azulado.

Todos los estudiantes que pasan allí unas horas señalan que se concentran mucho más y que son más productivos. Este dato no es casual. La Universidad de Arizona y la Universidad de Medicina de Harvard ya señalaron en un trabajo que la exposición puntual a la luz azul potencia el rendimiento cognitivo. La retención de datos es mejor, así como el enfoque.

La razón de que esto sea así se debe al sistema de fotorreceptores cerebrales relacionados con el ritmo circadiano. El color azul se asocia con el día, con la luz del sol y la luminosidad. El cerebro se activa y optimiza sus recursos, así como su potencial. En concreto, lo que facilita es la memoria de trabajo.

Este tipo de espectro de luz mejora desde la comprensión y el razonamiento hasta la planificación y la resolución de problemas. El cerebro relaciona este color con nuestra actividad diurna y con la necesidad de responder y actuar en nuestros entornos cuando hay sol.

La luz azul inhibe la producción de melatonina. Por ello, cuando se hace de noche, es importante no entrar en contacto con dispositivos o luces de esta tonalidad. De lo contrario, tendremos problemas para conciliar el sueño.

Mujer abriendo una ventana para disfrutar de la luz azul

La luz azul y nuestra sensibilidad biológica a esta longitud de onda

El cielo, los océanos… La luz azul está presente en el lienzo de la naturaleza y es el tono que, desde lejos, distingue a nuestro planeta. Ya lo señaló Carl Sagan en Un punto azul pálido, 1994. El ser humano sigue íntimamente vinculado a esos escenarios, a esos orígenes que nos dieron vida, sustento y bienestar.

Sabemos, gracias a estudios, como el publicado desde la Universidad de Exeter, que este tipo de luz mejora la salud mental y reduce los índices de depresión. Entrar en contacto con esos espacios en los que la tonalidad azul reverbera en el cielo, en el reflejo del mar o el discurrir de los ríos favorece el equilibrio mental, la vitalidad y hasta la esperanza.

El cerebro se activa, se focaliza mucho mejor y entra en un estado de positividad y receptividad altamente enriquecedor. Prescindir de esta luz natural nos enferma, por ello, ahora se baraja la posibilidad de recrear de modo artificial esta luz en nuestros trabajos y centros de estudios. Sería un modo de sentirnos más activos y hasta productivos.

Ahora bien, hay una salvedad. La luz azul solo es beneficiosa en las horas centrales del día. Al llegar el atardecer, es necesario respetar nuestros ritmos circadianos y prescindir de todo estímulo lumínico, en especial los artificiales. El bienestar siempre reside en vivir en armonía con la naturaleza y con sus ciclos. Esa es la clave.


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