Señales de que eres demasiado duro contigo mismo
Autoexigencia. Malestar ante el error. Autocrítica constante… Advertir las señales de que eres demasiado duro contigo mismo puede servirte de barrera de contención y de ejercicio de salud. Al fin y al cabo, pocas prácticas pueden ser más desgastantes que la de quien sitúa ante sí mismo un listón demasiado alto, ese que solo le ocasiona frustración y sufrimiento.
¿Por qué lo hacemos? ¿Es quizá resultado de nuestra educación? ¿Se debe tal vez a un entorno social cada vez más competitivo? Los factores que orquestan el comportamiento y actitud de quien se trata con dureza son casi siempre complejos. Ahora bien, hay un problema esencial al respecto: en gran parte de las ocasiones vinculamos la autoexigencia con una virtud deseable.
Si te tratas con dureza y aspiras a obtener de ti el máximo rendimiento y la más elevada competencia, eres un claro ejemplo a seguir. No obstante, cuidado con estas ideas, porque todo tiene un límite. En ese intento por alcanzar la realización personal o incluso el éxito, podemos dejarnos por el camino la salud psicológica. Es más, a menudo, detrás de esa severidad con uno mismo se encuentra la sombra de la baja autoestima.
Evitemos llegar a estos extremos.
7 señales de que eres demasiado duro contigo mismo
La mayoría de nosotros convivimos con una voz interna que adora juzgarnos. En ocasiones, puede sernos útil: gracias a ella nos esforzamos, aprendemos de los errores y nos focalizamos en nuestro comportamiento para mejorarlo. Ahora bien, también en ocasiones esa entidad sube el volumen en exceso y puede optar por volverse tiránica. La dureza con uno mismo vulnera el autorrespeto y daña la autoestima.
Somos esas personas capaces de autosabotearse y no darse cuenta. Muchos de nosotros podemos convertirnos en nuestros peores enemigos y en la fuente de la propia infelicidad. Detectar las señales de que eres demasiado duro contigo mismo pueden ser tu tabla de supervivencia. Lo analizamos.
1. Los errores de los demás son comprensibles, los tuyos sancionables
La persona que se trata con dureza suele mostrar comportamientos, actitudes y enfoques muy contradictorios. Por ejemplo, hay quien ve los fallos ajenos como algo normal y comprensible, sin embargo los errores propios siempre son duramente sancionables. Esto se vincula una vez más con ese crítico negativo antes señalado, con esa voz obsesionada con amplificar y ver solo lo negativo de uno mismo.
Así, estudios como el llevado en centro médico de la Universidad de Texas nos señalan el riesgo de este tipo de enfoques. La autocrítica y esa dureza con nosotros mismos es una variable que nos puede conducir hacia un trastorno depresivo.
2. Aunque las cosas te salgan bien, sientes que estás fallando
Esta realidad se relaciona con el síndrome del impostor. Fue en 1978 cuando la doctora Pauline Clance acuñó este interesante término. Lo hizo al ver un fenómeno recurrente entre sus estudiantes: muchos de los que alcanzaban grandes logros dudaban de sí mismos, de su eficacia y capacidades.
Por tanto, una de las señales de que eres demasiado duro contigo mismo es tener la sensación de que eres un fraude. Es sentir que, aunque los demás admiren o alaben tus logros, tú percibes que nada de eso es real.
3. Piensas: ¡tengo que esforzarme más! (aunque no me queden fuerzas)
La autoexigencia puede conducirnos al masoquismo físico y emocional. Son esas situaciones en las que, aun llegando al límite de nuestras fuerzas, empeños y recursos, nos decimos a nosotros mismos que hay que hacer más.
La mente es nuestra peor enemiga cuando esta no ve límites, cuando ni siguiera es consciente del agotamiento físico y emocional.
4. Si te tratan mal, crees que deberías cambiar
Alguien menosprecia tu trabajo. En casa te dicen que eso en lo que empleas el tiempo no vale la pena. Tu pareja te dice que si adelgazaras unos kilos, tal vez te querría más… Y tú lo crees. En esa tendencia constante al sabotaje, das por ciertos estos comentarios y te dices que, tal vez, deberías hacer caso y cambiar.
Gran parte de las señales de que eres demasiado duro contigo mismo parten de una misma fractura: la falta de autoestima. No lo hagas, no permitas que quienes te tratan mal varíen el curso de tus sueños o alteren la persona que eres.
5. Lo que te gusta y necesitas es algo secundario
Apenas tienes tiempo libre, más aún, ni siquiera te lo permites. Puede que seas de esas personas que ve los momentos de ocio y disfrute como una pérdida de tiempo. Es posible incluso que estés dejando tus necesidades en segundo plano porque en tu mente solo cabe un objetivo: esforzarte, demostrarte a ti mismo que puedes alcanzar ciertas cosas.
Autoexigencia no siempre es sinónimo de excelencia. Cuando descuidamos el autocuidado, los instantes de descanso y placer, la mente se agota, el cuerpo enferma y el bienestar se desdibuja.
6. Señales de que eres demasiado duro contigo mismo: te culpas de cosas que no dependen de ti
El summum del sufrimiento inútil llega cuando empiezas culparte por circunstancias, factores o variables que no dependen de ti. Si algo sale mal en tu trabajo, al final terminas asumiendo tú la responsabilidad. Si tu pareja llega a casa de mal humor, te preguntas qué puedes haber hecho para que se sienta de ese modo.
Evítalo, no caigas en esas islas de malestar sin sentido, en esos bucles de pensamiento irracional que solo logran boicotear tu autoestima y tu bienestar.
7. Los errores sin importancia son castigos inexcusables
Otra de las señales de que eres demasiado duro contigo mismo es cuando pones la lupa en un error mínimo y lo amplificas. No importa que hayan pasado tres meses desde ese fallo, te sigue doliendo y te obsesiona.
Tampoco te importa que nadie se haya dado cuenta de ese descuido o traspiés; eres tu peor juez y te castigas. Este es sin duda otro mecanismo de padecimiento inútil que deberíamos gestionar.
Para concluir, es necesario construir una mentalidad más compasiva, más serena y amable con uno mismo. Nadie merece más aprecio y respeto que uno mismo y, si no somos capaces de ofrecérnoslo, nadie lo hará. Pensemos en ello.
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