Síndrome de Anton: el ciego que dice ver

Es difícil creer que una persona ciega sea capaz de negar su problema, actuando como si no existiera. Sin embargo, esto es justo lo que ocurre con las personas que padecen el síndrome de Anton. ¿Conoces esta enfermedad?
Síndrome de Anton: el ciego que dice ver
Cristina Girod de la Malla

Escrito y verificado por la psicóloga Cristina Girod de la Malla.

Última actualización: 19 agosto, 2020

¿Qué pensarías de una persona ciega que afirmara ser capaz de ver y que actuara como si realmente pudiera hacerlo? Efectivamente, es bastante raro. Es una complicación que sufren algunas personas con ceguera cortical, que niegan o ignoran su deficiencia. Este problema es conocido como el síndrome de Anton, aunque como veremos más adelante, Anton tuvo un colega, al que no solemos nombrar ¿qué fue de él?

¿Por qué se produce esta forma de anosognosia visual? ¿Qué otros síntomas acompañan a esta alteración? ¿Cuál es el origen y el tratamiento de esta enfermedad? En este artículo vamos a conocer algo más acerca de esta enfermedad, de cómo fue descubierta y de las consecuencias, a nivel funcional, que puede acarrear para las personas que la padecen. Acompáñanos.

Ojo de un hombre

Conozcamos el síndrome de Anton: causa y síntomas

El síndrome de Anton es una enfermedad rara causada por una complicación de una ceguera cortical bilateral. Es decir, una ceguera que afecta a la visión de ambos ojos. Se produce por una lesión cerebral que afecta a las áreas corticales encargadas de procesar la información visual en el lóbulo occipital.

Se encuadra dentro de los trastornos productivos de la conciencia, que son aquellos en los que las alteraciones de la conciencia dan lugar a estructuras alucinatorias y contenidos que no se relacionan con la realidad. La principal característica de estos es la no conciencia de alteración (anosognosia).

El síntoma principal del síndrome de Anton como trastorno productivo de la conciencia es la ya nombrada anosognosia. Esta provoca que las personas invidentes carezcan de conciencia de enfermedad. Es decir, son incapaces de procesar que no pueden ver.

Confabulan acerca de aquello que deberían estar viendo, valiéndose de información recibida por otros sentidos, y muchas veces, con una sorprendente precisión. ¡Qué gran verdad eso de las personas invidentes desarrollan mucho más otros sentidos! Aun así, y debido a que la pérdida de visión es real, suelen chocarse y caer con frecuencia.

La pérdida de la conciencia corporal y la pérdida de conciencia sobre la propia enfermedad indica que, además del área occipital, la lesión ha afectado también a áreas de asociación. Estas son las encargadas de integrar la información procedente de diferentes sentidos y están ubicadas en el área parieto-temporo-occipital.

Síntomas acompañantes

 La pérdida de visión y a la negación de la deficiencia visual pueden estar acompañadas además de confabulación -como ya hemos visto- de otros síntomas. Muchos de ellos hacen referencia a alteraciones oftalmológicas, por lo que nos centraremos en aquellos de mayor interés para la rama de la psicología:

  • Hemiplejia: parálisis en la mitad del cuerpo.
  • Afasia: dificultad o incapacidad para comunicarse por medio del lenguaje hablado.
  • Desorientación.
  • Alucinaciones.
  • Pérdida de la memoria de fijación y evocación.
  • Signos de demencia (alteración de la conducta; labilidad emocional, agitación psicomotriz y confusión).
  • Alteraciones del sueño y de la vigilia.
  • Alteraciones del razonamiento.

Posibles causas del síndrome de Anton

Aunque el origen de este trastorno no está nada claro, se han elaborado varias hipótesis a partir de diversas investigaciones. En primer lugar, la causa más habitual son los accidentes cerebrovasculares, capaces de provocar lesiones cerebrales importantes.

Estos accidentes suelen ser de tipo isquémico, trombótico o embólico, pero rara vez de tipo hemorrágico. Pueden esta provocados por un traumatismo craneoencefálico, por un tumor cerebral. La hipertensión arterial, el tabaquismo o la diabetes son factores de riesgo para accidentes cerebrovasculares.

Se han descrito casos también de pacientes que han desarrollado síndrome de Anton tras coma hiperglucémico, cirugía lumbar, eclampsia y encefalopatía hepática, entre otros.

Persona con una lesión cerebral

Tratamiento del síndrome de Anton

Al ser un trastorno bastante complejo, el tratamiento también lo será y precisará de un equipo multidisciplinar capaz de trabajar de manera integrada. Por lo general, la ceguera cortical es crónica. Sin embargo, en algunos casos puede haber cierta mejoría, aunque no es frecuente.

A nivel médico, el tratamiento se centra en el accidente cerebrovascular y en la ceguera en sí, no tanto en el síndrome de Anton. Para tratar esta enfermedad, lo primero es hacer que la persona sea consciente de su condición y de la existencia del déficit visual. Para aumentar la conciencia de enfermedad, podemos recurrir a reestructurar las creencias del sujeto mediante experimentos conductuales.

Este paso es imprescindible, porque de seguir negando el problema, sería imposible que siguiera los tratamientos de rehabilitación neurocognitiva. Igual de imprescindible es ofrecer psicoeducación, tanto al paciente como a su entorno, para que entiendan el origen de la enfermedad y de qué manera pueden ayudar.

¿Qué fue del colega de Anton? Un poco de historia

El síndrome de Anton fue descrito por primera vez en 1899 por Gabriel Anton, neuropsiquiatra de origen suizo. Este doctor atendió a tres pacientes, con distintas deficiencias sensoriales cuya única coincidencia fue la falta de conciencia de la enfermedad.

Poco después, en 1914, Joseph François Babinski lo definió como anosognosia visual y afirmó que la causa era una lesión cortical focal. De ahí que en ocasiones se le denomine síndrome de Anton-Babinski. Otras veces, nos olvidamos de tan importante neurólogo. (Sí, es el mismo Babinski que describió el reflejo de Babinski).

En la cultura popular, el famoso Dr. House, en el capítulo “Euphoria“, trata un caso de meningoencefalitis que provoca síndrome de Anton. En la novela de misterio The Insult, de Ruppert Thombson se cuenta la historia de una persona que, tras una lesión cerebral por un traumatismo, desarrolla el síndrome.


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