La teoría de recuperación del estrés de Ulrich

La teoría de recuperación del estrés de Ulrich fue una de las primeras en analizar a fondo la relación que existe entre los estados de ánimo y los espacios físicos. Lo que la diferencia de otras es su esfuerzo por estar en sintonía con la teoría evolutiva.
La teoría de recuperación del estrés de Ulrich
Sergio De Dios González

Revisado y aprobado por el psicólogo Sergio De Dios González.

Escrito por Edith Sánchez

Última actualización: 15 diciembre, 2021

La teoría de recuperación del estrés fue propuesta por Roger Ulrich y es una perspectiva interesante para el manejo del gran enemigo del ser humano en la actualidad: el estrés. Hay suficiente evidencia de que este no solo resta calidad de vida, sino que también puede tener efectos catastróficos sobre la salud física y mental.

Roger Ulrich era un profesor de arquitectura paisajística y urbanismo, de la Universidad de Texas (Estados Unidos), cuando planteó la teoría de recuperación del estrés, en 1983. Se había interesado por un tema que no era muy investigado en la arquitectura: la relación entre los espacios físicos y la salud.

Después de largos estudios al respecto, Ulrich planteó esta teoría que señala, entre otros aspectos, que el estrés  se encuentra muy asociado a los espacios físicos. Sustentó su idea con base en la neurobiología y señaló que esto es resultado del mismo proceso evolutivo de la raza humana.

La apertura espacial, la presencia de patrón o estructura y los elementos acuáticos ofrecidos por la naturaleza desencadenan sentimientos de interés, placer y calma que permiten recuperarse del estrés”.

-Marc Arenas Camps-

Mujer estresada

La teoría de recuperación del estrés: ¿en qué consiste?

Roger Ulrich señala que durante los primeros procesos de selección natural en la raza humana comenzaron a desarrollarse respuestas fisiológicas y psicológicas frente a los estímulos que ofrecía el ambiente. Estas eran involuntarias y automáticas. Ante estímulos amenazantes, se configuró la respuesta de lucha o huida.

En esas circunstancias, aumenta el ritmo cardiaco, se acelera la respiración, se reduce la digestión y el hígado libera glucosa para obtener energía. Para todo ello, el organismo debe hacer un esfuerzo importante y, por lo tanto, genera fatiga. Pese a ello, esta respuesta se consolidó, ya que hacía posible una respuesta rápida, lo cual era esencial para la supervivencia ante una amenaza.

Lo anterior constituye el núcleo del estrés. En principio, como respuesta a amenazas concretas del entorno, que podían poner en riesgo la integridad o la vida. Hoy en día, hay estímulos que se perciben como amenazantes, aunque no lo sean. En las grandes ciudades, en particular, el estrés se activa con frecuencia. A largo plazo, esto altera la salud.

Un tema evolutivo

Para comprender la teoría de recuperación del estrés, conviene situarnos en los albores de la especie. El humano estaba amenazado por animales peligrosos; no tenía su fuerza o su habilidad, pero sí contaba con inteligencia y sabía que esta era una herramienta poderosa. Por lo tanto, necesitaba recuperarla rápidamente, si algo la alteraba.

El hombre prehistórico, probablemente, trepaba a los árboles cuando era perseguido por un león. Así se salía de su alcance y, ya a salvo, lograba recuperar su estado fisiológico y psicológico de seguridad. Mientras tanto, en lo alto, divisaba su entorno. Hoy en día estamos programados para enfrentarnos o huir de los grandes animales. En eso somos iguales a los seres humanos primitivos.

También persiste el hecho de que el sistema nervioso simpático es el que interviene para ponernos alerta y desencadenar la respuesta de estrés. De la misma manera, es el sistema parasimpático el que se encarga de trabajar para que el cuerpo y la mente vuelvan a su estado de activación basal.

Ulrich encontró que hay estímulos que impactan a ese sistema parasimpático para que se active: la vegetación y el agua. Es lo mismo que miraban nuestros antepasados, trepando a un árbol y huyendo de una fiera.

Ilustración de un hombre primitivo con un león

La apertura espacial

Roger Ulrich encontró que los espacios cerrados, sin salida, o con salida difícil de localizar son potencialmente estresantes. No generan la sensación de refugio, sino de encarcelamiento. No estimulan al sistema parasimpático, sino al simpático. Por lo tanto, incrementan el nerviosismo en lugar de reducirlo.

De lo anterior se desprende que los espacios abiertos son más adecuados cuando se experimenta estrés. Los primeros hombres encontraron en las sabanas su hábitat ideal. Eran más capaces de sobrevivir cuando estaban en ellas. Sus principales características: vegetación, agua y horizonte. Ese es el escenario, por excelencia, de la vida humana.

Tampoco eso parece haber cambiado. El ser humano de hoy también se siente más cómodo y seguro cuando divisa espacios abiertos, percibe el agua y se compenetra con la vegetación. Al final, somos parte de la naturaleza y estos espacios nos devuelven a esos básicos biológicos que se camuflan, pero siguen existiendo por más que vivamos en una gran ciudad.

Total, la teoría de recuperación del estrés señala que cuando se experimentan esos estados, lo ideal es ir a un sitio con vegetación y agua. Por las razones psicoevolutivas expuestas, estos lugares tienen el potencial para estimular el sistema parasimpático y devolvernos la serenidad.


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  • Dorantes Rodríguez, Carlos Héctor, & Matus García, Graciela Lorena (2002). El estrés y la ciudad. Revista del Centro de Investigación. Universidad La Salle, 5(18),71-77.[fecha de Consulta 15 de Diciembre de 2021]. ISSN: 1405-6690. Disponible en: https://www.redalyc.org/articulo.oa?id=34251807

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