Terapia de aceptación y compromiso: principios y aplicaciones
“Necesito motivación para seguir trabajando”, “sin amor no puedo seguir adelante” o “tengo que garantizar que conseguiré lo que quiero para poder seguir adelante”. Son frases familiares que todos nos hemos dicho en alguna ocasión y que indican un profundo grado de malestar. La terapia de aceptación y compromiso puede ayudarnos.
Las expresiones anteriores resultan perjudiciales y no ayudan a solucionar nuestros problemas: implican que existe un requisito y que sin cumplirlo no podremos seguir adelante. Estamos dando un valor causal explícito al contenido del pensamiento y del sentimiento, además de estar señalando que algunos contenidos o eventos privados son negativos.
“Recuerda esos momentos en los que tu convencimiento de que aquella situación carecía de todo sentido fue lo que te permitió vivirla libre, intensamente, y aprender de la experiencia…”
-L. Wittgenstein-
La terapia de aceptación y compromiso (Acceptance and Commitment Therapy, ACT) no es una nueva o reciente tecnología, aunque se trate de una terapia de tercera generación. Se ha desarrollado a lo largo de casi veinticinco años, aunque su popularidad sí sea reciente.
La terapia de aceptación y compromiso es una forma de psicoterapia experiencial conductual y cognitiva basada en la teoría del marco relacional del lenguaje y la cognición humana. Representa una perspectiva sobre la psicopatología que enfatiza el papel de la evitación experiencial, la fusión cognitiva, la ausencia o debilitamiento de los valores y la rigidez o ineficacia conductual resultantes en la aparición y el curso de esta.
Según la terapia de aceptación y compromiso, uno de los problemas del paciente es que confunde la solución con el problema. La persona afectada sigue un patrón de vida en el que rehuye deliberadamente a los eventos privados (pensamientos y sensaciones) con funciones verbales aversivas (catalogados como sufrimiento, malestar, ansiedad, depresión, etc.) y así sólo consigue la amplificación de los síntomas.
¿Qué significa todo esto? El lector familiarizado en psicología comprenderá estos términos sin problema. Sin embargo, puede resultar complicado para el resto de personas. Vamos a intentar aclarar estos términos en la medida de lo posible.
Principios de la terapia de aceptación y compromiso
Evitación experiencial
El dolor es una parte inseparable de la vida humana, sin embargo el sufrimiento es “otro cantar”. Sentirnos mal es un estado que cualquiera de nosotros queremos evitar o, en caso de ya estar instalados en él, escapar. Así, nos empleamos a fondo para anular las emociones y los sentimientos negativos lo antes posible.
Todos tendemos a evitar el sufrimiento en mayor o menor medida (salvo que haya recompensas secundarias muy poderosas: alguien podría querer estar “un poco enfermo” para recibir atención), y esto es algo lógico y deseable. Sin embargo, hay ocasiones en las que el precio a pagar para conseguir esto, por equivocarnos en la forma de hacerlo, se torna muy alto.
Lo importante es “darse cuenta” de cuándo la evitación del sufrimiento no es una solución válida. Una vez hecho esto, estaremos en disposición de aprender a hacer “hueco psicológico” a las reacciones privadas en apariencia negativas si ello conduce a lo que uno valora para su vida. En otras palabras, una vez que entendemos que sirve de poco ir por la vida dedicando todos nuestros recursos a evitar el sufrimiento (lo que no quiere decir que haya que buscarlo), podremos aceptarlo cuando lo sintamos.
“La felicidad y la libertad comienzan con la clara comprensión de un principio: algunas cosas están bajo nuestro control y otras no. Sólo tras haber hecho frente a esta regla fundamental y haber aprendido a distinguir entre lo que podemos controlar y lo que no, serán posibles la tranquilidad interior y la eficacia exterior”.
-Epicteto-
Fusión cognitiva
La fusión cognitiva es el concepto más abstracto que vamos a tratar en este artículo relacionado con la terapia de aceptación y compromiso. Para entenderlo podemos pensar en nuestra mente (hilo del pensamiento) como una radio. Una radio que puede decirnos cómo nos sentimos o si es suficiente lo que hacemos o no para conseguir un determinado objetivo. También puede machacar nuestra autoestima enunciando que no somos lo suficientemente buenos como para gustarle a alguien. Muchas de nuestras radios mandan este tipo de mensajes.
El problema aparece cuando “fusionamos” este tipo de mensajes con la realidad, cuando les damos este estatus, cuando pensamos que lo que dice nuestra radio es necesariamente cierto. De ahí la importancia del meta-pensamiento, de pensar sobre cómo pensamos y ajustarlo, de entender que eso que nos dice nuestra voz interior no deja de ser una voz, como las muchas que existen en un debate radiofónico.
Por otro lado, esta radio puede ser útil para nosotros en el sentido de que puede darnos información (en la radio no solo hay debates de opinión, también hay informativos: en nuestra mente pasa lo mismo). Nos puede decir si va a hacer calor, incluso darnos su opinión sobre si merece la pena salir o no con ese calor, pero no deja de ser una recomendación que podemos seguir o no. Esta radio, volviendo a la psicología, puede decirnos que en una fiesta va a haber tensión, incluso aconsejarnos no ir, pero somos nosotros los que al final decidimos. En este sentido, en terapia es muy importante separar la fusión que se ha producido entre lo que dice la radio y nuestras probabilidades de actuación.
Los valores
La terapia de aceptación y compromiso otorga una especial importancia a los valores de las personas. El hecho de que una persona evalúe, por ejemplo, un determinado objeto como feo o bonito es, en su mayor parte, cuestión de los antecedentes históricos de esa persona en la cultura correspondiente.
Percibimos cambios en esas evaluaciones: tanto a través de diferentes culturas como a lo largo del tiempo. Es conveniente que empecemos a darnos cuenta de que muchas de nuestras respuestas calificadoras (feo/bonito, bueno/malo, divertido/aburrido, p. ej.) podrían haber sido completamente diferentes si hubiéramos nacido en otro tiempo o en otro lugar. Lo mismo pasa con los valores y especialmente cuando ponemos la lupa alrededor de sus límites o encaramos dilemas morales.
Rigidez conductual
Este término es más sencillo de definir. Consiste en realizar siempre los mismos actos por no disponer de un repertorio más amplio. Es decir, muchas veces damos vueltas y vueltas sobre el mismo problema y nunca llegamos a una solución eficaz. Según la terapia de aceptación y compromiso esto se debe a que no disponemos de más “soluciones” para hacer frente a los problemas y a que tampoco las buscamos.
Los trastornos que aparecen por intentar evitar el sufrimiento
Anteriormente definíamos lo que era la evitación experiencial. Son muchas las personas que intentan la evitación ante lo que les produce malestar de una forma crónica y generalizada y, en consecuencia, viven una vida muy limitada. Este patrón termina por extender el sufrimiento a muchas facetas de sus vidas.
Estas personas viven envueltas en este patrón de evitación con un coste personal muy elevado, por ejemplo impidiendo que alcancen muchos de sus objetivos. Es en estas circunstancias hablamos de trastorno de evitación experiencial.
La cultura occidental y sus principales transmisores, las familias, animan a la consecución de eventos privados (pensamientos, sentimientos o sensaciones) “correctos” o “apropiados” para vivir. Por ejemplo, se alienta que para poder funcionar bien y tener éxito es necesario un estado motivacional o emocional determinado o un modo de pensar sobre uno mismo.
El problema llega cuando la experiencia de la persona es de éxito e incluso así intenta buscar esos estado privados que le han enseñado como determinantes para conseguir lo que ya ha conseguido. Por poner un ejemplo un poco extremo, imaginemos a ese hombre que le ha tocado la lotería. Desde pequeño le han enseñado que el dinero procede del trabajo y que si quiere ser rico tendrá que trabajar mucho. Bueno, pues a pesar de que es rico, él se sigue rompiendo la espalda todos los días para intentar cumplir con la primera parte de la asociación.
Así, es como si para muchos el éxito, lo que buscan, solo fuese válido si antes ha existido el sufrimiento. De manera que cuando lo alcanzan, lo buscan o lo siguen buscando. La evitación, por el contrario, sumergiría a la persona en otro tipo de círculo. En este caso la persona querría tener éxito pero no le ha tocado la lotería, sin embargo para ella el trabajo representa un sufrimiento del que quiere escapar, de manera que renuncia al éxito porque entiende que trabajando (sufriendo) es la única amanera de llegar hasta él. Así, se instalaría en otro sufrimiento: el de no tener lo que quiere.
En realidad la solución es el problema
Sin embargo, tristemente, los hechos muestran que el resultado obtenido es contrario al propósito que persigue la persona: por muchos esfuerzos que hace por evitar el sufrimiento, el caso es que sigue sufriendo. Así, este patrón de evitación se torna paradójico.
Dicho esto, estaríamos ante una solución que, en realidad, es el problema. Esta es la verdadera cuestión: un patrón de vida que incluye huir deliberadamente del malestar, del sufrimiento y de la ansiedad y que sólo consigue que aparezca el malestar, el sufrimiento y la ansiedad.
“El amor conlleva sufrimiento porque lo puedes perder, pero negarse al amor para evitar el sufrimiento no lo soluciona, ya que se sufre por no tenerlo. Entonces, si la felicidad es el amor, y el amor es sufrimiento, entonces, digo, la felicidad es también sufrimiento. Los dos lados del amor…”
-W Allen-
El trastorno de evitación experiencial aparece cuando una persona no está dispuesta a establecer contacto con sus experiencias privadas de valencia negativa (sean estas estados o sensaciones de su cuerpo, pensamientos o recuerdos). Algún ejemplo concreto de experiencia privada negativa podrían ser emociones “indeseables”, como el enfado o la tristeza.
Así, en el trastorno de evitación experiencial, la persona intenta alterar el origen, la forma o frecuencia de dichas experiencias para que estas no sucedan. Por ejemplo, imagina a la persona que se encuentra en un estado emocional en el que predomina la tristeza. Una actitud corriente en esta situación es tratar a la tristeza como una mosca: intentar que se vaya a manotazos. Ante esta estrategia tan impulsiva y desacertada, la mosca seguirá dando guerra; bueno, pues con la tristeza, ocurrirá lo mismo.
En este sentido nos damos permiso para sentirnos así. Olvidamos con frecuencia que las personas “debemos” sentirnos tristes de vez en cuando por el simple hecho de ser personas. Cuando evitamos esta experiencia, esta se torna más intensa porque todo aquello que evitamos o a lo que resistimos, persiste.
Beneficioso a corto plazo, nefasto a largo plazo
Con frecuencia, este patrón de comportamiento resulta aparentemente efectivo a corto plazo porque alivia la experiencia negativa. Sin embargo, al darse de un modo crónico y generalizado, extiende las experiencias negativas y llega a producir una limitación en la vida de la persona.
Dicho de otro modo, una persona termina por ir en contra de lo que es valioso para ella misma, representando el suicidio el caso extremo de evitación experiencial. La naturaleza paradójica del trastorno de evitación experiencial radica, precisamente, en que la persona que lo sufre está implicada en hacer lo que entiende que debe hacer para eliminar el sufrimiento (empleando tiempo y esfuerzo en tal objetivo).
Sin embargo, lo que obtiene a la larga es que aquello que le hace sufrir está cada vez más presente y su vida cada vez más cerrada. Se ve imposibilitada para seguir adelante con la consecución de las metas y los valores que son importantes para ella.
Aplicaciones de la terapia de aceptación y compromiso
Un análisis de los estudios publicados sobre la terapia de aceptación y compromiso parece demostrar que los grupos de trastornos donde se ha reunido un mayor corpus científico son, por este orden:
- Los trastornos de ansiedad
- Las adicciones
- Los trastornos del humor
- Los cuadros psicóticos
Es muy posible que esta eficacia diferencial tenga que ver, por un lado, con el énfasis que la ACT pone en la aceptación -un componente sin duda necesario ante experiencias asociadas con el dolor emocional (ansiedad, depresión, duelo, trastorno postraumático, etc.)- y, por otro, con la potenciación del compromiso personal -lo que, a su vez, parece crucial para abordar trastornos que involucran conductas que ponen en peligro la salud (prácticas sexuales de riesgo, consumo de alcohol y drogas, etc.)-.
Asimismo, conseguir que el paciente se distancie y pueda llegar a poner en cuestión sus pensamientos e ideas puede ser una ayuda básica para el tratamiento de cualquier brote psicótico. Es importante señalar que, en todos los casos, la población que se puede beneficiar de esta terapia se limita a adultos verbalmente competentes.
Referencias bibliográficas
Kelly G. Wilson, M. Carmen Luciano Soriano. Terapia de aceptación y compromiso (ACT). Madrid. Pirámide.