Todo por la salud mental, pero sin la salud mental: del marketing a la realidad

En los últimos años, la salud mental va adquiriendo protagonismo en nuestro día a día, en la cultura, los medios y la política. Sin embargo, aunque está menos estigmatizada y más visibilizada, ¿el fenómeno se está traduciendo en más apoyo a las personas que requieren atención psicológica?
Todo por la salud mental, pero sin la salud mental: del marketing a la realidad
Andrea Pérez

Escrito y verificado por la psicóloga Andrea Pérez.

Última actualización: 11 noviembre, 2022

Hace décadas, quienes acudían al psicólogo recibían de manera automática el estigma de locos. Las personas que no estaban familiarizados con la profesión pensaban que solo ellos, los locos, podían beneficiarse de una intervención llevada a cabo en este plano. Se veía a quien acudía a estos especialistas como una persona “débil”, “enferma”, “con falta de voluntad o determinación”. No era extraño que llevasen la terapia psicológica a escondidas, sin que nadie se enterara, en absoluta clandestinidad, o que el sufrimiento psicológico se escondiera en casa o fuera de ella “debajo de la alfombra” para que nadie lo notara.

Actualmente, aunque todavía perdura el estigma, se ha normalizado hablar de salud mental y acudir al psicólogo en los momentos en los que el dolor emocional aparece. Esto ha hecho que a nivel social se empiece a hablar de salud mental desde otros puntos de vista: personas que han convivido con el sufrimiento y cuentan su experiencia, profesionales que hablamos de nuestra práctica diaria, personas públicas que quieren visibilizar este tema por su importancia, políticos que en sus discursos subrayan la salud mental y personas que dirigen sus negocios hacia este segmento.

Uno de los grandes problemas es que no todo el mundo que habla de salud mental tiene como objetivo promover la misma, y muchos sí se plantean la posibilidad de hacer negocio con ella. Por ello, cabe ser crítico a la hora de analizar los discursos que escuchamos de distintas voces y preguntarnos si detrás puede haber algún interés alejado de la salud, o incluso en contra de la misma.

Paciente en terapia
La relación terapéutica es uno de los elementos más eficaces de las terapias psicológicas.

La salud mental y la terapia como formas de humanidad compartida

El núcleo más numeroso de la profesión es consciente de la importancia que tienen realizar una buena  praxis. Quizás la lucha más importante que hemos tenido que librar ha sido la del reconocimiento como disciplina científica frente a aquellos que han atentado desde dentro y desde fuera contra ella. Los profesionales y las organizaciones han invertido muchos recursos en buscar qué técnica podía ser más útil para un problema determinado, cómo deberíamos trabajar para ofrecer el mejor servicio e intentar validar el trabajo terapéutico frente al resto de comunidad científica.

La práctica profesional basada en la evidencia y sustentada en investigación ha generado ricos debates y grandes resacas sobre este tema. Se ha estudiado cómo influye la técnica, la relación terapéutica, el profesional que lo imparte, el modelo o los factores comunes en el proceso terapéutico. Una de las ideas básicas sobre las que existe acuerdo enuncia que la eficacia de la terapia psicológica no descansa tanto en el modelo o la técnica concreta como en la relación terapéutica.

Desde luego que, sin técnicas, modelos, mecanismos, hipótesis y metodología de trabajo, no hay terapia. Sin embargo, la investigación señala que lo que hace eficaz una psicoterapia es la relación terapéutica. Dos personas humanas hablando del sufrimiento, enfocados en el de uno de ellos en concreto, acompañando el mismo e intentando entender de dónde viene y cómo convivir con él.

La tecnología ayuda, pero no siempre va a favor de la salud mental

España, lidera el consumo mundial de benzodiacepinas. En 2021 superó a Estados Unidos como país líder en el consumo de estos fármacos. Estos datos, además de ser muy preocupantes, ponen de relevancia cómo son tratados social y profesionalmente los problemas de la vida diaria.

La ansiedad, el insomnio, el cansancio, los duelos y las emociones desagradables como la tristeza o el miedo son medicados para que rápidamente desaparezcan y la persona pueda seguir funcionando en su contexto habitual, incluso si es ese contexto el que le está generando la sintomatología.

Pese a que hay problemáticas de salud mental que sí requieren medicación, no toda emoción desagradable o problema personal debería ser medicado. Esta psicopatologización del día a día tiene mucho más que ver con problemas estructurales e intereses económicos que con el cuidado de nuestra salud. Largas listas de espera, falta de tiempo para poder atender adecuadamente a cada persona, soluciones rápidas a problemas complejos y una industria que mueve grandes cantidades de dinero están detrás de estos datos.

Medicar una emoción o respuesta normal a una situación anormal puede desembocar en problemas de salud para la persona, lo que se conoce con el término de iatrogenia. La iatrogenia consiste en la aparición de efectos nocivos para la salud derivados de un tratamiento para mejorar la salud. Aunque parezca paradójico se asume que cierto nivel de iatrogenia puede ser aceptable siempre que los beneficios superen a los prejuicios.

La toma de medicación psiquiátrica no está exenta de estos efectos nocivos para la persona, por lo que es importante tomar conciencia como profesional y consumidor de que esta solución puede, no solo no solucionar nuestro problema a largo plazo, sino empeorarlo.

Las hipótesis que sostienen algunos tratamientos farmacológicos se han tambaleado

Las conclusiones de la mayoría de las investigaciones están alineadas con la idea de que los fármacos no actúan sobre variables, como puede ser el locus de control, que son determinantes para la recuperación de determinadas entidades clínicas.

Por otro lado, durante muchos años se ha hablado de la hipótesis serotoninérgica de la depresión, que consiste en explicar la depresión como un desequilibrio químico en el que hay déficit de serotonina en el cerebro. Esta hipótesis ha sido la justificación utilizada durante mucho tiempo para medicar la depresión.

Tras la revisión de 17 estudios sobre esta hipótesis se ha evidenciado que los antidepresivos no funcionan cómo se creía. Este trabajo no pudo encontrar evidencia que respalde el papel de la serotonina en la depresión; se apreció que no existían diferencias significativas entre el grupo de personas con depresión y el grupo control. Por lo que parece, la clave no es tanto el tener mayores niveles de neurotransmisores (serotonina) en el cerebro, sino el conseguir un cerebro con mayor flexibilidad y plasticidad, con conexiones más ágiles y que ayuden a orientarse al cambio.

Estos hallazgos no suponen la condena o la renuncia a la medicación farmacológica para la salud mental. Hay casos en los que la medicación es fundamental para que la persona mejore y el tratamiento psicológico haga el efecto esperado.  Sin embargo, sí refuerza la idea de reforzar el trabajo de la prevención cuaternaria, que es aquella prevención que intenta evitar o atenuar las consecuencias de la iatrogenia, es fundamental y necesario, así como también lo es priorizar tratamientos no químicos como la psicoterapia.

Mujer cansada en la cama
Para mejorar la salud mental es importante priorizar las terapias psicológicas.

Promover la salud mental, pero sin la salud mental

La promoción de la salud mental implica a muchos agentes sociales: las personas, que estamos en contacto continuamente con personas cercanas que sufren; los pacientes, estando informados y siendo críticos con la atención que reciben; los profesionales, quienes tenemos que dar una atención de calidad; las empresas, que se dedican a buscar herramientas para el sufrimiento humano en el que entran en juego otros intereses que pueden interferir con el propio objetivo de promover la salud; las instituciones, quienes promueven o inhiben estos espacios de bienestar; y quienes gestionan nuestros recursos económicos a nivel macro, ya que sin recursos no es posible dar a la sociedad un servicio y atención de calidad.

No son pocas las ocasiones en las que observamos campañas a favor de la salud mental que cuando hay que materializarlas en recursos o hechos concretos, se esfuman convirtiéndose en humo formado por promesas vacías. Promover y cuidar la salud exige planes, medidas y pautas concretas de actuación que deben ir más allá de las palabras. Las promesas sin acción son solo una forma de marketing dónde lo que nos venden no es necesariamente aquello que nos anuncian. 

Mientras aquellos que sacan un beneficio secundario de este abanderamiento de la salud mental continúan haciendo teoría y estrategias de ventas, quienes componemos la práctica seguiremos tejiendo para que haya una red, al menos mínima, a la que caer cuando se necesita. Exigiremos al resto de agentes que también se esfuercen en sumar, con nosotros, y daremos voz a todas aquellas personas que, por falta de apoyo en su momento, ya no pueden hacerlo.


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