Según la ciencia, el desequilibrio en la serotonina no causa depresión

Una investigación reciente anula la creencia asumida de que los déficits de serotonina están en la base de la depresión. La cuestión sería un pelín más compleja...
Según la ciencia, el desequilibrio en la serotonina no causa depresión
Valeria Sabater

Escrito y verificado por la psicóloga Valeria Sabater.

Última actualización: 30 julio, 2022

Una investigación reciente evidencia que el déficit de serotonina no causa depresión; una noticia significativa, ya que cuestiona la base de algunas de las intervenciones que se están realizando en la actualidad. Lo cierto es que llevamos muchas décadas asumiendo una visión un tanto reduccionista sobre los mecanismos de este trastorno del estado de ánimo. Dar por sentado que esta condición es origen de un «desequilibrio químico» sigue siendo algo común.

Dar tanto valor al aspecto de los neurotransmisores esconde un lado peligroso; y decimos esconde porque no es tan evidente. Piensa que no faltan los pacientes que hacen esta idea suya y explican su estado como la consecuencia natural de  un déficit en la serotonina. Una explicación que puede servirles para eludir determinadas responsabilidades que, de otra forma, les corresponderían.

Por otro lado, en realidad, los psicofármacos proporcionan un cierto alivio de los síntomas, no terminan con la depresión. Los antidepresivos alivian y adormecen el sufrimiento, pero no erradican el problema subyacente que lo orquesta. Es más, con esta nueva investigación se demuestra otra teoría altamente interesante sobre el mecanismo de acción de los antidepresivos ISRS (inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina).

el desequilibrio en la serotonina no causa depresión
La ciencia se cuestiona el papel de la serotonina en la depresión.

Serotonina y depresión: cuestionando el mito

Llevamos casi medio siglo asumiendo que un bajo nivel de serotonina en el cerebro impone una sintomatología depresiva. La conocida como “hipótesis de la serotonina” venía respaldada por investigaciones en animales y también en otro hecho. Los antidepresivos ISRS basan su mecanismo de acción inhibiendo la recaptación de este neurotransmisor, aumentando así su densidad en los espacios intersinápticos.

Pero, ¿qué es lo que ha pasado ahora para invalidar este dato largamente aceptado por la ciencia? Lo que ha sucedido es que se ha hecho una revisión a gran escala de esta hipótesis. Se han analizado ensayos y todos los estudios previos que daban por válida esta relación y, efectivamente, hay errores.

Este análisis y sus conclusiones se han realizado en el University College London y publicado en la prestigiosa revista Molecular Psychology. Y los resultados son tan claros como sorprendentes. Los autores no han hallado evidencia válida, fiable y consistente de que haya un vínculo directo entre un nivel bajo de serotonina con la aparición de la depresión.

Cuando se miden los niveles de serotonina de las personas, no hay diferencias entre quienes están deprimidos y  quienes no lo están.

Un análisis que abarca a cientos de miles de personas y que no ve una relación directa

Es muy posible que más de uno ponga en duda esta conclusión. Sin embargo, cuando se han analizado en detalle múltiples ensayos, estudios e investigaciones en las que se detallaban los casos de miles y miles de personas, cuesta dudar de las conclusiones obtenidas.

Desde un punto de vista genético y con la actual tecnología, se puede demostrar que el neurotransmisor de la serotonina no está vinculado con el trastorno depresivo. Es más, tampoco se ha hallado evidencia de que una dieta rica en triptófano (esencial para la síntesis de la melatonina y la serotonina) mejore el estado de ánimo.

¿Qué pasa con los antidepresivos?

Si el desequilibrio en la serotonina no causa depresión… ¿Por qué los antidepresivos reducen la sintomatología asociada a este trastorno? Bien, conviene recordar en primer lugar cómo funcionan estos psicofármacos.

El principal tratamiento que se usa para este trastorno del estado de ánimo se basa en la administración de psicofármacos que inhiben precisamente la recaptación de serotonina.

Son los llamados antidepresivos (ISRS), como pueden ser la sertralina, la fluoxetina o el citalopram. Y en efecto, tanto este estudio como toda la bibliografía científica nos dicen que los antidepresivos funcionan, pero eso sí, en realidad, no comprendemos aún por qué lo hacen exactamente.

Lo que sí se ha podido ver en el presente estudio del University College London antes citado es lo siguiente.

El consumo prologado de serotonina reduciría los niveles basales (en ausencia de consumo)

Si hay una característica que define al cerebro es su plasticidad. Lo que puede suceder cuando un paciente toma un fármaco de manera sostenida en el tiempo es que su cerebro cambie. Es más, no solo se habitúa a esos químicos, sino que termina alterando alguno de sus mecanismos de acción.

Lo que se ha visto con los antidepresivos ISRS es que, tras tomarlos durante un periodo largo de tiempo, los niveles de serotonina que la persona produce de manera natural, una vez retirado el fármaco, se reducen. Es como si el cerebro ya contara con ese extra, y hubiera decidido anular buena parte del mecanismo natural para dedicar esos recursos a otros propósitos.

Recordemos que nuestro cerebro consume buena parte de la energía que gastamos al día, y que además tiene la capacidad de autorregularse y retirar recursos o cambiar procesos en favor de este ahorro. Sin embargo, si administramos fluoxetina o cualquier otro antidepresivo durante un periodo de tiempo corto, los efectos parecen ser muy positivos: se eleva la cantidad de serotonina.

La clave estaría en la neuroplasticidad

Quien haya tomado antidepresivos en algún momento de su vida sabe cómo funcionan. Por término medio, empiezan a tener efecto al cabo de dos semanas. Lo que especulan los científicos es que lo que logran los fármacos basados en la inhibición de la recaptación de la serotonina es favorecer una neuroplasticidad favorable.

La clave no está en tener un mayor nivel de serotonina en nuestro cerebro, sino en tener un cerebro con mejores conexiones, más ágil, flexible y orientado al cambio. Esto es lo que consigue una administración corta y bien ajustada de psicofármacos. Si además el paciente inicia terapia psicológica, los beneficios son indudables.

El cerebro cambia y procesa la realidad de una manera más saludable.

Mujer ilumina su cerebro para representar que la desequilibrio en la serotonina no causa depresión
Las conexiones que establece el cerebro entre sí, podría mediar en nuestro bienestar o en un enfoque más patológico.

¿Qué causa, entonces, la depresión?

¿Si el desequilibrio en la serotonina no causa depresión, qué es lo que la orquesta? Llegados a este punto está claro que la hipótesis con mayor peso se centra en el tema de la neuroplasticidad. La idea básica es que un estado depresivo puede ser el resultado de una deficiencia en las conexiones entre nuestras neuronas. 

Por ello, desarrollar nuevos enfoques mentales, asentar nuevos conocimientos y prácticas y llevar una vida activa media muy a menudo en el bienestar de la persona. Asimismo, también hay expertos que nos hablan de la teoría de la inflamación en nuestro torrente sanguíneo y su relación con una peor función cerebral. Otros abogan por la relación intestino-cerebro.

Ahora bien, lo que siempre queda en evidencia es que la depresión es una condición compleja y multifactorial. No hay un único desencadenante que explique por qué caemos en estos agujeros negros. Por término medio, se combinan variables genéticas, sociales, experienciales y de personalidad. De momento, la ciencia nos va aportando datos cada vez más claros al respecto.


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  • Moncrieff J (2022) The serotonin theory of depression: a systematic umbrella review of the evidence. Mol Psychiatry (July). doi:10.1038/s41380-022-01661-0.
  • Wenk GL (2019) Your Brain on Food, 3rd Edition, Oxford University Press

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