Tratamiento orientado por fases para los trastornos disociativos
Nuestra memoria es muy vulnerable al trauma (amnesia disociativa). Quizás hayas escuchado hablar de personas que han aparecido muy lejos de su casa, sin recordar a dónde querían ir o de dónde vienen (fuga disociativa). Estos son ejemplos de trastornos disociativos. Como podrá intuir el lector, son entidades clínicas cuya intervención es compleja y por este motivo vamos a presentar en este artículo el tratamiento orientado por fases.
Todo el mundo puede disociar. De hecho, disociar es algo normal. Nos protege de eventos que son psicológicamente amenazantes. ¿Alguna vez te has sentido “desconectado” ante una situación que desbordaba tu capacidad de afrontamiento? Si tu respuesta es afirmativa, probablemente hayas disociado.
La frontera que separa estas experiencias “normales” de las patológicas se llama “tiempo y repercusión”. Cuando las experiencias disociativas prevalecen en el tiempo y deterioran la salud de la persona, entonces sí podríamos valorar la existencia de un cuadro clínico.
El tratamiento orientado por fases
Imagina que coges un cristal y lo tiras al suelo. Ahora observa el cristal roto en pedazos; con los recuerdos se produce algo parecido en la disociación. El impacto de un trauma psicológico puede llegar a escindir parte del psiquismo -a separar, a crear partes distintas, a producir roturas-.
Uno de los elementos importantes de la metáfora es que la mente de la persona impide que esta pueda unir los trocitos, protegiendo así su salud mental (si pudiera juntarlos, sentiría un profundo dolor por dentro).
La investigación de la que se dispone hasta el momento subraya que los pacientes empeoran sin un tratamiento en el que el terapeuta reconozca y trabaje con cada parte disociada. Por ello, el primer paso en toda intervención debe ser la estabilización de la sintomatología del paciente. Una vez logrado esto se puede avanzar en el proceso de “unión” de las partes que han quedado ligadas al trauma y separadas.
1. Estabilización del paciente
El objetivo de esta primera fase es fortalecer y estabilizar al paciente. Es una fase que se centra en que el paciente sea capaz de regular sus emociones y sus relaciones interpersonales. Fundamentalmente, se trata de promover el autocuidado, la conexión con el cuerpo y la comprensión de los síntomas.
Recordemos el cristal roto en el suelo, difícilmente podremos unirlo y repararlo sin antes recoger los pedazos. Antes de utilizar cualquier pegamento deberemos ordenar los pedazos, ponerlos sobre una superficie lisa y ver cómo encajan.
En esta fase es recomendable contener los recuerdos traumáticos del paciente para prevenir su reactivación, porque la persona aún carece de las herramientas que le permitan hacerlo. El primer paso para ello es crear las condiciones para que el paciente pueda recordar con seguridad.
La persona que se encuentra en esta fase tiene fobia a su experiencia interna y a las partes disociadas, por lo que la construcción del recuerdo va a ser probablemente un proceso progresivo, con lo que podríamos llamar puntos de lucidez.
“Como regla general, la parte o partes de la persona que funcionan en la vida cotidiana tendrán la responsabilidad, y no el terapeuta, de cuidar de las partes infantiles”.
-Fonseca-
2. Procesamiento del trauma: integrar los recuerdos traumáticos
En esta fase el objetivo es procesar las emociones, los pensamientos y las sensaciones corporales que han quedado vinculadas al trauma. Esto se consigue volviendo a experimentar las situaciones traumáticas y verbalizando las emociones intensas que siente el paciente. El ejercicio es más que una descarga emocional, porque implica elaborar e integrar la experiencia.
“Implica un recordar, para procesar y sanar”.
-Fonseca-
El objetivo es confrontar, trabajar e integrar las memorias traumáticas. Esta fase conlleva un peligro: el paciente tiene fobia a sus recuerdos traumáticos y reexperimentarlos puede llevarle a la re-traumatización, por eso es fundamental avanzar en la exploración; por ello, se utilizan enfoques especializados a tal propósito, como el EMDR o la psicoterapia sensoriomotriz.
3. Integración de la personalidad y rehabilitación
A veces es imposible pasar de la primera fase, y mucho menos llegar a la última. El objetivo aquí es organizar una identidad lo más estable y unida posible. En esta fase es probable que el paciente tenga fobia a las implicaciones derivadas de llevar una vida cotidiana.
“En el mejor de los casos, las partes disociadas se cohesionarán”.
-Fonseca-
La tercera es una fase de duelo. Duelo por las pérdidas de pasado, del presente y del futuro. Es fundamental que el paciente aprenda a asumir los riesgos que implica llevar una vida normal, y esto puede reactivar los recuerdos relacionados con el trauma. Si esto ocurre, está recomendado revisar con el terapeuta las tareas que se han realizado en fases previas.
Se recomienda intervenir en modalidad individual con las personas que sufren disociación. La terapia puede durar años, incluso puede durar toda la vida del paciente. En estos casos se hace especialmente relevante la validación y la relación terapéutica.
Todas las fuentes citadas fueron revisadas a profundidad por nuestro equipo, para asegurar su calidad, confiabilidad, vigencia y validez. La bibliografía de este artículo fue considerada confiable y de precisión académica o científica.
-
van der Hart, O., Steele, K., Nijenhuis, E., & Assen, H. (2011). El Tratamiento de los Recuerdos Traumáticos en Pacientes con Trastornos Disociativos Complejos. Parte uno de dos. Revista Iberoamericana de Psicotraumatologia y Disociacion, 3, 1-22.
-
Holgado, F. G. (2021). Tartamudez, trauma y bloqueo: Introducción al trabajo con partes. Revista de psicoterapia, 32(119), 95-111.
- Pedrero, F. E. (2020). Manual de Tratamientos Psicológicos. Pirámide