El “yo estético”, fuente de bienestar psicológico

Tu yo estético también edifica tu personalidad y tu identidad. Porque cada libro que lees, música que escuchas, cada cuadro que admiras o verso que escribes participa en tu definición e incluso media en tu bienestar psicológico.
El “yo estético”, fuente de bienestar psicológico
Valeria Sabater

Escrito y verificado por la psicóloga Valeria Sabater.

Última actualización: 09 diciembre, 2021

¿Puede nuestro interés por el arte promover el bienestar psicológico? La respuesta es sí. Todos deberíamos desarrollar un “yo estético” capaz de apreciar no solo la belleza de la música, la pintura, la literatura o la escultura. Ser parte de estas manifestaciones, ser creadores activos, mediaría en multitud de procesos cognitivos y emocionales capaces de transformarnos.

Decía el escritor Graham Greene que la escritura es un tipo de terapia. Además, se preguntaba qué hacían las personas que no escriben, componen o pintan para manejar la melancolía, el pánico o la locura cotidiana. Pocas cosas son más ciertas. Es más, algo que sabemos también desde la psicología es que lo estético (lo vinculado a la expresión artística) edifica nuestra personalidad.

Somos lo que nos apasiona, la música que escuchamos y cada libro leído. Nunca está de más seguir explorando tipos de arte, géneros literarios y dejándonos seducir por las bellas obras arquitectónicas de nuestro mundo. Lo cierto es que en cada manifestación artística podemos seguir descubriéndonos como seres humanos.

“El arte debe consolar al perturbado y perturbar al cómodo”.

-Banksy-

Cuadro creativo representando el yo estético

¿Qué es el “yo estético”?

La psicología, como cualquier ciencia del comportamiento, concibe la formación de la identidad como la conjunción de múltiples variables. Las más habituales son nuestra relación con el entorno social, la educación, la valoración interna de nuestras experiencias, la autorregulación de las emociones, el contexto sociocultural, etc.

Parte de la identidad que construimos y el modo en que nos relacionamos con los demás tiene que ver con nuestras preferencias estéticas (artísticas) personales. Es fácil de entender. Muchas de las amistades y relaciones que forjamos se crean al compartir preferencias comunes: cine, series, libros, música…

El yo es un constructo psicológico poliédrico: tiene muchas caras y una es el yo estético, el relacionado con el universo artístico. Nuestra relación con esos “artefactos” culturales de la sociedad son espejos en los que nos reflejamos; de alguna manera, son prismas desde los cuales ver y entender la vida.

El yo estético es igual de importante que el yo moral o ideológico

La Universidad de Humboldt de Berlín realizó un estudio revelador en el 2020 en colaboración con la Universidad de Pensilvania y el Instituto Max-Planck de Matemáticas en las Ciencias. En él se nos indica que lo estético es tan relevante como los asuntos morales, las ideologías políticas, la orientación religiosa e incluso nuestros gustos alimentarios.

En otras palabras, el yo estético y nuestra conexión con el universo artístico forma parte de lo que somos y sentimos. Impulsa nuestra conducta, nuestras relaciones y define la visión que tenemos de nosotros mismos. No podemos negar la evidencia. La mayoría de nosotros invertimos tiempo, emociones y recursos para participar en experiencias estéticas.

Vamos a conciertos, a galerías de arte, al cine, acudimos al teatro, a conferencias de nuestros directores favoritos e incluso nos organizamos en grupos de fans alrededor de figuras o movimientos artísticos que nos apasionan. Como señala David Lynch, el arte no cambia nada, el arte te cambia a ti.

El yo estético integra también un sistema de valores y orienta nuestros objetivos y experiencias vitales de múltiples maneras. Muchos de nosotros no seríamos la misma persona si no hubiéramos leído determinados libros, escuchado determinadas canciones o visto ciertas películas o series.

Las emociones estéticas: las sensaciones que nos transmite admirar la belleza del arte

Como indicaba el compositor Arnold Schoenberg, la emoción estética supera lo tangible, lo contingente y lo relativo. Va más allá de lo estable y conocido y se adentra en los estados de lo secreto, del misterio y del absoluto. Es decir, si hay algo que define al ser humano es la capacidad de experimentar una respuesta emocional ante la belleza del arte en cualquiera de sus formas.

De este modo se expresa y se construye también el yo estético, mediante ese impacto emocional que nos suscita la música, la poesía, la literatura, las historias llevadas a una película o serie de televisión. Rafael Bisquerra, doctor en Ciencias de la Educación y una referencia en el campo de las emociones, destaca que pocas sensaciones son más placenteras y edificantes para nuestro bienestar psicológico.

“Solo a través del arte podemos emerger de nosotros mismos y saber lo que otros ven”.

-Marcel Proust-

chica escuchando tu música favorita experimentando yo estético

Lo artístico, motor para el bienestar psicológico

Desarrollar un yo estético impulsa el bienestar psicológico. Pocas vocaciones son tan gratificantes como las de hacer del arte ese lienzo en el que volcar pensamientos o esa página en blanco en la que transcribir sentimientos y necesidades. El arte libera, nos acompaña y nos sana en muchos casos.

Recordemos, por ejemplo, el modelo teórico de bienestar propuesto por Martin Seligman (PERMA) en el que destacaba el arte como un campo para la felicidad y el equilibrio mental. La música, la fotografía, las artes visuales o el cine son recursos indiscutibles para la prevención y la promoción de la salud y el bienestar psicológico.

Sin embargo, como bien señalamos al inicio, no es suficiente con ser testigo pasivo de estas expresiones. El yo estético también es un yo activo y creativo que se atreve a dar forma a su propio arte de múltiples maneras. No lo dudemos, busquemos nuestro canal, nuestra herramienta e instrumento con el cual, explorar y expresarnos.

Como decía Edvard Munch: “el arte nace de la alegría y el dolor, sobre todo del dolor. Crece a partir de las vidas humanas…”.


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