7 tipos de vampiros emocionales que afectan nuestro bienestar
Los vampiros emocionales no se quedan con nuestra sangre, pero sí con nuestra vitalidad, ánimo y energía. Están al acecho en casi cualquier contexto para crear de forma progresiva entornos disfuncionales donde uno queda agotado, aislado y cercado por un tipo de interacción desgastante que puede mermar seriamente la propia salud física y psicológica.
Aunque el término “vampiro emocional” tiene poco de científico y ningún manual de diagnóstico ha establecido un protocolo para su identificación, es “la psicología popular” la que ha estimulado la definición de un perfil muy concreto que a todos no es conocido y cercano. Se ha escrito mucho sobre ellos, tenemos a nuestra disposición infinidad de libros; sin embargo, es necesario darle protagonismo a los matices.
“Si alguien busca un cubo para echar su basura que no sea tu mente”
-Dalai Lama-
Uno de ellos es el referente a la “energía”. Se dice de los vampiros emocionales que “absorben nuestra energía vital”. Bien, si retiramos ese velo a lo Edgar Allan Poe descubriremos en realidad algo mucho más profundo, a la vez que inquietante. Cuando las personas establecemos tratos y relaciones con quienes nos envuelven, también llevamos a cabo un intercambio armónico de estímulos, de refuerzos, informaciones, emociones y sensaciones.
Esa magia de las interacciones humanas genera siempre una serie de cambios a nivel cerebral, que se acompañaran a su vez de una recompensa, de una carga química positiva gracias a nuestros neurotransmisores. Ahora bien, cuando estamos ante un vampiro emocional no hay intercambio. El trato siempre es unidireccional, no hay flujo en la comunicación, no hay un ” tú me das yo te doy”, no existe esa reciprocidad positiva que nuestro cerebro reconoce como saludable y significativa.
Lo que hay en realidad es la carga de emociones negativas que al acumularse día tras día, provoca una sobre-estimulación cerebral y una corrosiva sensación de estrés con la cual, pueden suceder dos cosas: o nos invalidan arrinconándonos en la esquina de la indefensión o producen en nosotros la respuesta más adecuada, la huida.
Los vampiros emocionales y su efecto en nuestra salud
Decíamos al inicio que el término “vampiro emocional” está acuñado por la “psicología popular”, cuando en realidad, desde la práctica clínica y el trabajo cotidiano de infinidad de psicólogos, esta dinámica y este tipo de perfil se ve cada vez más. No podemos olvidar que la “energía” que hablamos, ahí donde se integra nuestro ánimo, motivación y autoestima, es la que nos permite llevar a cabo cualquier actividad.
Así, cualquier interacción negativa y constante en nuestro día a día supone un desgaste progresivo e irremediable. Decimos además que el impacto de los vampiros emocionales es ahora mucho más intenso por un hecho muy concreto: las nuevas tecnologías. Ese móvil que no apagamos ni por la noche es una herramienta habitual para el vampiro energético, quien gracias a WhatsApp, Facebook o Twitter su presencia es mucho más constante.
El contagio del vampiro emocional y sus consecuencias
Hay muchas “razas” de vampiros emocionales. El compañero de trabajo que siempre nos habla de sus desgracias, que nos susurra rumores negativos, chismes maliciosos o incluso el padre o la madre tóxica, esos parientes que nos controlan mediante el victimismo, que nos someten a sus redes asfixiantes, a sus universos yermos de empatía y respeto.
Podríamos dar mil ejemplos y nos quedaríamos cortos, porque todos tenemos en mente a uno de ellos, a un vampiro emocional que queriendo o sin querer, nos arrebata la calma, nos drena la alegría y nos somete a su carretera del desánimo. A su vez, y no menos importante, todas estas artimañas tienen efecto gracias a un elemento maravilloso con el que todos contamos: nuestras neuronas espejo.
Son ellas las que median en ese contagio emocional. Ellas las que nos obligan a atender al vampiro emocional y a ser sensibles y receptores a todo lo que nos trasmitan: miedo, odio, infelicidad, amargura, preocupación… A mayor carga negativa mayor desgaste, mayor sobre-excitación en nuestro cerebro, mayor estrés y debilidad.
Estos son los síntomas que iremos notando poco a poco.
- Cansancio.
- Pesadez en los párpados.
- Cefaleas tensionales.
- Bajadas de ánimo.
- Sensación de querer huir.
- Problemas de concentración.
- Bajo rendimiento laboral.
Tipos de vampiros emocionales
Judith Orloff es una conocida psiquiatra y escritora norteamericana que ha dedicado múltiples libros y estudios al tema de la empatía, el contagio emocional y al concepto de los vampiros emocionales. En sus trabajos, algo que nos deja muy claro desde un principio es que no todas las personas que cumplen con este perfil son conscientes de que lo son, de que con sus interacciones y comportamientos generan un impacto negativo en quienes están a su alrededor.
Otros, en cambio, no solo lo saben sino que lo buscan con un fin muy concreto: proceder a la dominación y al refuerzo de la propia autoestima. Someter para engrandecerse es una estrategia habitual en el vampiro emocional. Veamos ahora las 7 tipologías.
Era como un gallo que creía que el sol había salido para oírle cantar”
-George Elliot-
1. El narcisista
Su lema es “Yo primero”. Todo tiene que ver con ellos. Anhelan la admiración, el reconocimiento y sentirse siempre validados. Carecen de empatía y nos obligarán siempre a que cada cosa, cada aspecto que nos rodee, se lleve a cabo según sus expectativas, principios y opinión. Tienen una capacidad muy limitada para reconocer o tener en cuenta a los demás, para ofrecer un cariño auténtico, una amistad real o un amor auténtico.
¿Cómo protegernos?
- La clave está en saber comunicarse con ellos, poniéndoles límites, siendo sinceros y dejando en evidencia su ego tedioso y su escasa capacidad para tener en cuenta a los demás.
- Debemos evitar dejar en sus bolsillos nuestra autoestima, para ello hay que saber verlos con objetividad, siendo conscientes de su pobreza afectiva y relacional.
2. El crítico
Nada de lo que hagas, digas, pienses o valores, será adecuado para la personalidad crítica. Nada estará lo bastante bien para su afinado gusto, para su sabio concepto de la vida y saberes infinitos. No obstante, cuidado, porque su mayor habilidad es la de hablarte con sutil cariño e irónico paternalismo para conseguir siempre que te sientas inferior a él o ella.
¿Cómo protegerse?
- Abre tu paraguas protector y desactiva el poder que esas críticas puedan tener sobre ti.
- Quítale poder al vampiro emocional, si le dejas claro que sus opiniones carecen de importancia y que tienes muy claro qué está bien y qué está mal, debilitarás a la persona crítica.
3. El hablador incansable, el que no escucha
El hablador inagotable no está interesado/a en lo que tengas que decirle, en tus pensamientos o sentimientos. Solo quiere que estés ahí para escucharle, para ser ese “contenedor” donde volcarlo todo, donde desahogar todas sus cosas como quien echa su basura para que se recicle.
En caso de tener a tu lado al hablador incansable, el agotamiento físico y emocional es patente y muy intenso.
¿Cómo protegernos?
- Estos individuos no responden a las señales no verbales. Por lo tanto, no hay más opción que interrumpirles de forma contundente pero cortés, dejando claro que no estás ahí para escuchar todas sus cosas, que no eres su diario personal, su cajón desastre, su papelera. Eres una persona con la que establecer diálogos, alguien que también tiene necesidades y desea ser escuchada.
4. La víctima
A la víctima constante, a la que siempre le ocurre lo peor y a quien el mundo ha abandonado -a su parecer- al rincón de los marginados, se la reconoce al instante porque su discurso siempre es negativo, ahí donde se ven a sí mismos como esa muñeca de vudú que recibe heridas constantes y persistentes.
¿Cómo protegernos?
Tras estas personas hay una baja autoestima, y esto debemos tenerlo claro desde un principio, por tanto, lo más adecuado es racionalizar todas sus tragedias en la medida que nos sea posible. Evitemos ser duros con ellos/as, seamos mejor esa mirada lúcida con la que poco a poco hacerles ver que todo tiene solución y que deben tomar las riendas de su vida con responsabilidad.
5. El controlador
Estas personas tratarán de controlar casi de forma obsesiva, cada aspecto de tu vida. Manipularán tus emociones para anularte, para quitarte el aire, la positividad, tu autoestima e incluso tu identidad. No invalidan hasta el punto de convencernos de que todo lo que necesitamos se resume en una sola cosa: ellos o ellas.
Cómo protegerse
- El secreto del éxito para derrotar a un controlador es la asertividad y la auto-confianza. Jamás te “dejes hacer”, ni “convencer”, agradece tus consejos y deja claro que tú tienes los tuyos y te han sido más útiles toda la vida.
6. El agresivo
Los vampiros emocionales que hacen uso de la ira y la violencia verbal o física son los más peligrosos. A veces, basta un malentendido para que casi sin saber cómo, aparezca la furia, el desprecio o esa rabia sin sentido que nos deja asustados y sin aliento. Son como un territorio minado donde es casi imposible controlarlo todo para evitar que en un momento dado, estallen.
Cómo protegerse
- Las estrategias más útiles ante este tipo de perfiles son dos. Cuando tenemos a nuestro lado a una persona con comportamientos violentos solo cabe la opción de recomendarle que busque ayuda para gestionar esas reacciones. En caso de no cumplirla o de no querer, lo más saludable -y necesario- es poner distancia.
7. El sarcástico
Hay quien ve en el sarcasmo una herramienta sofisticada del lenguaje donde sacarle ese punto irónico a la vida. Siempre que lo veamos así, estará bien. No obstante, en el momento que se haga uso del sarcasmo para ridiculizar a las personas, para humillarlas de forma elegante y ascender al podio del ingenio con la corona de la crueldad y el cetro del desplante, debemos tenerlo claro: estamos ante un vampiro emocional.
¿Cómo protegernos?
- El sarcasmo es un arma sutil que no vemos llegar. Sin embargo, cuidado, en el momento en que nos sintamos humillados y con la autoestima tocada, hay que poner límites, y cuando antes se haga mejor.
- Debemos dejar claro y en voz alta que esa frase no nos ha sentado bien. Ante las risas y el “solo es una broma”, reiteraremos con asertividad que “esa broma no es adecuada porque hace daño”.
- Si el sarcástico no ve el efecto de sus actos ni ejerce cambio alguno, lo mejor es poner distancia.
¿Y si el vampiro emocional soy yo?
Llegados a este punto la pregunta es casi inevitable e incluso obligada… ¿Y nosotros mismos estamos poniendo en práctica conductas de desgaste y vampirización emocional hacia los demás? Más allá de lo que podamos pensar, la mayoría en algún momento de nuestra vida, hemos desplegado alguna de estas conductas. Bien porque teníamos la autoestima baja o porque pasábamos por un momento complejo.
“Un egoísta es aquel que se empeña en hablarte de sí mismo cuando tú te estás muriendo de ganas de hablarle de ti”
-Jean Cocteau-
No obstante, nunca está demás reflexionar sobre algunos indicadores que pueden avisarnos de ello.
- Pensamientos negativos y catastrofistas.
- Necesidad de tenerlo todo bajo control, en especial a las personas que nos rodean.
- Necesidad de desahogarnos con los demás, sin tener en cuenta las preocupaciones, opiniones o comentarios de esas personas.
- Ser muy críticos con los demás.
- Sensación constante de que todo me sale mal, de que el mundo parece ir en mi contra.
- Sé que las cosas no me van bien pero no quiero dejarme ayudar. Me enfado cuando alguien lo intenta.
Si estas realidades te son conocidas no dudes en hacer un acto de reflexión. Necesitas en primer lugar potenciar tu autoestima, mejorar tu gestión emocional y tus habilidades de comunicación. No obstante, no dudes tampoco en pedir ayuda a un profesional, porque en ocasiones, tras esta costra de negatividad puede existir una depresión.
Vampiros emocionales los hay de muchos tipos y muchas cepas. Sin embargo y para concluir, gran parte de ellos pueden humanizarse de nuevo con la ayuda adecuada, con la orientación más sensible y acertada.
Bibliografía
-Albert J. Bernstein (2011) Vampiros Emocionales: Edaf
-Judy Orloff (2017) Empath´s Survival Guide. New York: Harmony Books