Ahora no sé cómo lo haré, pero lo conseguiré

Ahora no sé cómo lo haré, pero lo conseguiré
Gema Sánchez Cuevas

Revisado y aprobado por la psicóloga Gema Sánchez Cuevas.

Última actualización: 10 septiembre, 2019

No sé qué voy a hacer para salir de este bache en el que me veo atrapada. La vida a veces llena de niebla los cruces de caminos e incluso me hace pensar y sentir que el mundo se puede acabar mañana. Sin embargo, sé que esta sensación es fruto de una ceguera que me provocan todas esas emociones y pensamientos negativos que me abordan. En mi interior, sé a ciencia cierta que conseguiré salir de todo esto. Porque me he sentido así otras veces, porque ya lo he conseguido otras veces.

Hay muchas situaciones que ahora, con perspectiva, me dan la sensación de haberme superado demasiado teniendo en cuenta el peligro que suponían realmente. En esos momentos, el mayor drama que existía era el que yo recreaba en mi mente. No obstante, aún existen muchas creencias y puntos de vista que tengo que revisar y en los que de alguna manera tengo que encontrar la calma.

Lo conseguiré, siempre y cuando me arriesgue, siempre y cuando afronte mis miedos y lo haga apartando la idea de que son un motivo para desistir.

Los finales siempre son nuevos comienzos

Los finales aterran. Esa tristeza que nos aborda cuando termina nuestra serie o libro favorito, ese miedo que nos invade ante la posibilidad de romper con una relación y destrozar la idea del amor para toda la vida provocan en nosotros una sensación que buscamos evitar a toda costa.

Sin embargo, esto también impide que tomemos decisiones que nos beneficiarían. Por ejemplo, no es negativo romper una relación a la que en realidad ya nada nos une más allá de los recuerdos; una relación que en el presente incluso nos puede estar haciendo mucho daño. No obstante, creemos todo lo contrario y mantenemos nuestra posición, abrigados por una falsa sensación de fidelidad al otro, mientras nos traicionamos a nosotros mismos.

mujer al lado de la luna pensando en cómo lo conseguiré

En ocasiones, romper o dejar atrás algo no es una decisión que podamos tomar. A veces, son las circunstancias las que nos obligan a cerrar un ciclo y además lo hacen sin darnos opción a retrasar ese momento. Esto supone un duro golpe para nosotros. Pues no estamos preparados para esto y, tampoco, es algo que en realidad deseemos.

A todo lo duradero, eterno y seguro lo consideramos algo bueno, a todo lo contrario como negativo. Así nos lo han enseñado desde pequeños, lo que ha provocado en nosotros esa tendencia a apegarnos a diferentes objetos, situaciones y personas. Por eso nos cuesta tanto soltar, dejar ir y tomar decisiones que impliquen un punto y final.

Conseguiré cerrar esa puerta que me abrirá nuevas y mejores posibilidades, conseguiré observar los fracasos como éxitos personales.

Los finales cierran un ciclo, es verdad. Etapas que llegan a su fin y que no tienen vuelta atrás. No se podrá rebobinar la cinta, no hay posibilidad de que el pasado vuelva a ser presente. Sin embargo, no somos conscientes de que todo final también implica un principio: nuestro miedo ciega esta realidad. Si algo finaliza, esta es una excelente oportunidad para pensar en recorrer nuevos senderos con la fortaleza que esa experiencia nos ha proporcionado.

Cuando la vida se pone difícil, podemos derrumbarnos pero no entregarnos

Desechemos esas creencias en las que se afirma que todo final es la materialización de un fracaso. Esto no nos aporta nada más que frustración y una gran angustia que nos paraliza y evita que tiremos hacia adelante. daña nuestra autoestima, pensando que en nosotros existe una especie de magia negra con la fuerza suficiente como para terminar con cualquier proyecto que merezca la pena.

Tenemos una resistencia mayor de la que pensamos, una capacidad para coger impulso en el fondo de la que a veces nuestro olvido da buena cuenta. Hay muchos momentos vividos en el pasado en los que consideramos que todo se había terminado para nosotros, pero cuando menos lo esperamos surgieron nuevas oportunidades.

chico con papeles en el rostro

Duele terminar con una situación en la que hemos sido felices, que nos ha brindado tantos momentos buenos. Nos “acostumbramos” a la seguridad que nos proporcionan las rutinas. Lo que no se sale de lo cotidiano y que nos hace sentir confortables y con la certeza de que todo irá bien.

Estamos muy acostumbrados a nuestra zona de confort: cálida, plácida, amable. Nos sentimos muy a gusto en ella, pero también llega el momento en el que permanecer demasiado tiempo en ella supone un estancamiento. Además, por muy seguros que deseemos estar, las adversidades, los problemas y las dificultades siempre nos estarán esperando para ponernos a prueba.

La zona de confort me protege, pero del exterior, no de mí misma.

Así que llegados a este punto estoy segura de que conseguiré ver las circunstancias más desagradables como una oportunidad y no como un infortunio. Porque tras esquivar varias situaciones en las que tenía que tomar decisiones, tarde o temprano me terminaré encontrando en un callejón sin salida en el que, sí o sí, pondré a prueba mi determinación.

chica mirando la inmensidad de la noche pensando en cómo lo conseguiré

Imágenes cortesía de Zandraart

 

 


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