Almas en pena de Inisherin y la amistad masculina

“Simplemente, ya no me gustas”, le dice Colm a Pádraic, quien fue su amigo de siempre en una pequeña isla de Irlanda. La ruptura de la amistad entre estos dos hombres nos trae una película que merece ser apreciada por sus claroscuros y singular belleza.
Almas en pena de Inisherin y la amistad masculina
Valeria Sabater

Escrito y verificado por la psicóloga Valeria Sabater.

Última actualización: 31 diciembre, 2022

Dicen que el final de una amistad puede doler tanto como el de una relación de pareja. Esto mismo es lo que nos revela la última película del director angloirlandés, Martin McDonagh. Quien nos trajera en el 2017 la inolvidable Tres carteles a las afueras, nos regala en esta ocasión una historia que, aunque roce la comedia negra, baila en el precipicio de la tragedia.

Almas en pena de Inisherin cuenta ya con varios galardones y es la favorita para llevarse el Óscar a la mejor película en el próximo certamen. Razones no le faltan. El guion atrapa, los actores embelesan y la acción conjuga una cuidada composición, una fotografía espléndida y exquisita dirección. Recuerda mucho a las películas clásicas de David Lean o John Ford.

Es una producción en la que todos, de algún modo, nos podemos identificar. Quién más y quien menos se ha visto en la encrucijada de romper una amistad o de ser dejado por un amigo significativo. Asimismo, si hay algo que destila este film es la asfixia, el agobio que generan los pueblos pequeños, los espacios que carcomen el ánimo y hasta las expectativas…

“No se trata de Inisherin. Se trata de un hombre aburrido que deja a otro hombre solo, eso es todo”.

-Almas en pena de Inisherin, 2022-

fotograma de Almas en pena de Inisherin
Colin Farrell interpreta a Pádraic, el hombre incapaz de aceptar que su amigo de siempre ya no lo quiere en su vida.

Almas en pena de Insherin, la isla de la insatisfacción

El hecho de que Martin McDonagh sea dramaturgo aporta a sus producciones un tipo de narrativa más delicada, emocional y profunda. En esta película, la elección de actores es perfecta. Brendan Gleeson encarna a Colm, un hombre de unos sesenta, culto y amante de la música que lidia con una profunda crisis existencial. El tiempo se le escapa y ansía dejar algo de valor en el mundo.

Colin Farrell encarna a Pádraic, un granjero que vive de la venta de su leche. Es un alma sencilla, puede estar hablando horas de las deposiciones de sus caballos y centra su vida en tres elementos: su inteligente hermana, su pequeña burra y su amigo Colm. Tres dimensiones que irá perdiendo, para su desesperación, a lo largo de la película.

Colm es un hombre que, viendo el final de su vida, decide dedicarse al arte, al pensamiento profundo y la creatividad y para ello, decide romper la amistad con Pádraic, un alma demasiado sencilla para él.

“Tal vez no le agradas”, descubrir que un amigo ya no nos soporta

Almas en pena de Inisherin nos sitúa en una pequeña isla de la costa oeste de Irlanda en el año 1923. No tardamos demasiado en conectar emocionalmente con el personaje de Pádraic. Cuando llama a la puerta de la casa de su amigo Colm, y este no le responde a pesar de estar en su interior fumando, nos inquietamos. Es la hora de ir al pub para beber cerveza; un ritual que, de pronto, se rompe.

“Tal vez ya no le agradas”, le comenta su hermana Siobhán. Una frase premonitoria que, para desdicha de Pádraic, resulta ser cierta. Lo cierto es que su amigo de siempre ha decidido sacarlo de su vida porque no le aporta nada. Viéndose ya en el precipicio de su propia existencia y, tras hacer balance, decide que debe focalizarse en aspectos más importantes.

Sin embargo, Pádraic no es capaz de aceptar esa rotura y ese inexplicable distanciamiento. Reacio a alejarse de la órbita de Colm, dará pie a diferentes situaciones que rozan el esperpento y hasta lo trágico. ¿Cómo aceptar que quien hace un día era su cómplice cotidiano, de pronto, lo rehúye y critica su simpleza?

La esperanza fallida en Inisherin

El problema de los pueblos pequeños es que todo el mundo anhela escapar y muy pocos lo logran. Aquellos que se quedan, se asfixian y quedan engullidos por la pena. Es fácil intuir que Colm es un personaje que lidia con una profunda depresión. Tanto es así que, en un momento dado, Pádraic comprende que su comportamiento es origen de sus tristezas.

Sin embargo, le comenta a su hermana que lo que debería hacer su amigo es lo mismo que hace todo el mundo en Inisherin, guardarse sus lamentos y desdichas para sí mismo. Empujarlas bien abajo, insiste. Sin embargo, la desesperanza es como esa niebla que trae el mar y que sube desde los acantilados hasta la isla. Todo lo satura, incluidas las mentes de las personas.

El joven Dominic es otro personaje destacado. Un muchacho que ansía escapar de la brutalidad de su padre (policía de la isla) y tener una relación con Siobhán, la hermana brillante de Pádraic. Mientras, la propia Siobhán también anhela poder huir de Inisherin y no terminar como la mayoría de sus habitantes. Almas en pena que sueñan con algo que nunca sucede.

Todos los personajes de la isla de Inisherin están rotos y desesperanzados, a excepción de Pádraic. Su vida era feliz hasta que su mejor amigo deja de hablar con él.

momento de Almas en pena de Inisherin
La pérdida de la bondad del personaje de Pádraic (Colin Farrell) es la parte más triste de la película.

La trágica belleza de la vida contenida en una isla

Almas en pena de Inisherin nos trae algo más que la ruptura de una amistad entre dos hombres. Esa ruptura es una tragedia. Los espectadores no dudarán en posicionarse en un bando u otro: en el amigo que deja o el amigo que es dejado. ¿A quién entendemos más? Posiblemente a ambos.

Sin embargo, todo acto tiene consecuencias y la decisión de Colm de abandonar a Pádraic acabará, por un momento, con la bondad innata de este último. El alma sencilla de Inisherin buscará venganza y, tal como vaticina la anciana Sheila Flitton, rememorando casi a esos personajes lúgubres de El séptimo sello de Bergman, habrá dos muertes.

La vida contenida en una pequeña isla irlandesa de los años 20 trae consigo el relato de muchas almas. Algunas lograrán huir de la isla y tener un futuro de esperanza. Otras, la mayoría, seguirán condenadas, habitando un pedazo de tierra donde llegan los ecos del IRA, donde se ahogarán las frustraciones en las cervezas del pub y nadie hablará de sus penas. Porque para eso están los violines.


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