Amor infantil y amor maduro: de la necesidad al reconocimiento
Amor infantil y amor maduro. Todos, de algún modo, hemos hecho (o deberíamos hacer) ese viaje de maduración afectiva que va de una dimensión a otra. Se trata de una necesaria transición que emerge como resultado del aprendizaje, de la autoconsciencia y la responsabilidad. Sin embargo, tal artesanía psicológica no es nada fácil y abundan los que se mantienen en el terreno de la necesidad y la trampa del apego.
Erich Fromm fue el primero que nos habló de estas categorías relacionales. En su ya célebre trabajo El arte de amar nos enseñó, entre otras cosas, que nada puede ser tan dañino como amar sin saber amar ni comprender las bases de esta artesanía tan excepcional. De ahí que muchos caminen por el mundo trazando lazos que hieren, abriendo heridas y ocasionando desconsuelos que tardan en sanar.
Quienes se definen claramente por un amor infantil siguen sin comprender el origen de sus fracasos. Porque para construir un vínculo sano, maduro y consciente se necesita de una valiente responsabilidad personal. Pero los que entienden el amor como necesidad y como estrategia para llenar los vacíos proyectan la culpa en el otro porque «nadie sabe quererlos como merecen».
Lo analizamos.
Amor infantil y amor maduro ¿en qué se diferencian?
A pesar de que el amor sea un sentimiento que todos podemos experimentar, en realidad, no es una dimensión apta para cualquiera. ¿Por qué decimos esto? Porque estamos ante una de las realidades más poderosas y bellas que podemos experimentar, pero hacer un mal uso de ella, destruye y aniquila. También porque siguen diluyéndose en esta realidad ideas caducas y equivocadas, como por ejemplo seguir dando validez al amor romántico en pleno siglo XXI.
Es más, muchos acumulan relaciones fallidas porque siguen sin comprender que para amar hay que amarse a uno mismo primero. También porque se requiere de grandes dosis de humildad, valentía y saber hacer. Sin embargo, el cerebro nos lleva casi al instante hacia esa deriva neuroquímica donde quedar dominados por la atracción, la pasión y el deseo anhelante de estar con el otro.
De ahí que no siempre quede tiempo para tomar conciencia de las normas del buen amor. Ese que no duele, ese donde no nadie acaba siendo víctimas ni tampoco un francotirador emocional. Conozcamos las diferencias entre el amor infantil y el amor maduro.
El amor infantil: el afecto que nace de la necesidad
El principal problema que tienen las personas caracterizadas por el amor infantil es que nunca logran ser amados como ellos desean. Viven sintiéndose insatisfechos y defraudados. La suya es una historia de fracasos continuados en los que quedar decepcionados porque nadie logra reconocerles ni comprenderles ni aún menos llenar sus vacíos y carencias.
- En su mente casi siempre habita un mismo mantra: “nadie me quiere como espero que me quieran”. Sin embargo, en ningún momento se detienen a pensar que tal vez “ni siquiera yo me quiero como debería hacerlo”.
- Amor infantil y amor maduro se diferencian en un aspecto clave: el primero parte de la necesidad. Necesitan ser amados y validados por la pareja para tener presencia en el mundo. Su autoestima y su autoconcepto se nutren de ese refuerzo externo y si esto falta, falta todo.
- La persona con este perfil adora a la otra persona de manera sobredimensionada y lo hará todo por el otro. En esa forma de amar no hay límites ni normas, es darlo todo a cambio de nada, es un querer desesperado que no deja ser a la otra persona, porque lo quiere y lo espera todo de ella.
- Esa ceguera afectiva les aboca a vivir por y para la otra persona. Son como niños posesivos que pueden estallar en un ataque de celos, que tienen pataletas porque les embarga el miedo por no ser amados, por ser traicionados en algún momento.
- Por otro lado, es importante señalar que el amor infantil es la marca blanca del amor romántico. Ambos buscan a esa media naranja que, como un personaje de cuento, llega como la salvación a todos los problemas para constituirse en el alma gemela. Un sesgo que trae serios fracasos, errores y desconsuelos…
El amor maduro: el deseo que parte de la autorrealización
Entre amor infantil y amor maduro hay un viaje personal. Es un tránsito por el que todos debemos pasar para adquirir nuevas competencias en esta materia. Es ir de la carencia a la plenitud. De la sensación de carencia a la satisfacción. Porque quien ama de manera madura no necesita encontrar un amor para sentirse pleno; uno ya se percibe realizado.
Tampoco busca y anhela nada porque todo lo que espera el amor infantil, la persona madura ya lo tiene y se lo ofrece a sí misma: reconocimiento, seguridad, autoestima… Así, a la hora de establecer una relación afectiva lo hace por deseo y nunca por necesidad. Porque su objetivo en la aventura del amor es dar con alguien con quien compartir un viaje, siendo dos personas libres y realizadas que se eligen mutuamente para construir un mismo proyecto en felicidad, en complicidad…
Amor infantil y amor maduro ¿cómo pasar de uno al otro?
Nadie pasa de uno a otro de manera automática y solo por cumplir años. La madurez emocional no llega con la edad, tampoco con los daños sufridos. Es más, hay quien va de desengaño en desengaño sin tomar conciencia de que su filtro en el amor parte de la inmadurez, del amor infantil.
Entonces ¿de qué manera podemos desarrollar las bases de un amor maduro, consciente y satisfactorio? Estas serían algunas claves en las que reflexionar.
- Trabaja en ti las cualidades que esperas de la pareja ideal. Si quieres a alguien cariñoso, sé cariñoso contigo mismo. Si buscas a alguien divertido, inteligente, afectuoso y seguro de sí mismo, conviértete tú en esa misma persona. Deja de necesitar y transfórmate en eso que ansías que otros te ofrezcan.
- Sé tú la persona que quisieras tener a tu lado.
- Fortalece tu autoestima. Como bien decía Erich Fromm, el amor infantil se dice a sí mismo aquello de “amo porque me aman”. Sin embargo, el amor maduro entiende lo siguiente: “me aman porque sé amar, me aman porque me amo a mí mismo”.
Esa es la clave, el amor propio, la autoestima, el dejar de tener miedo a estar solos conforman esos pilares en los que se sostienen las relaciones saludables. Los vínculos afectivos que perduran y que hacen del amor un viaje de crecimiento y descubrimiento dejan a un lado las necesidades, los miedos y los vacíos para crear un refugio donde jamás tiene cabida el dolor…