8 asuntos que los pacientes suelen resistirse a revelar a su terapeuta
Si alguna vez has realizado terapia, seguro que sabes lo difícil que puede ser comenzar a hablar de ciertos temas. Existen asuntos que los pacientes no suelen compartir con su terapeuta. Esto es así porque a pesar de que en la terapia se produce un buen volumen de trabajo emocional, para hablar de ciertos temas puede ser necesaria una confianza que todavía no existe.
Abrirse emocionalmente a un extraño, confrontar activamente los problemas en lugar de ignorarlos y volverse vulnerable es todo menos fácil. Debido a que puede resultar muy extraño, vergonzoso o incluso atemorizante confiar los secretos y los pensamientos más oscuros, muchas personas ocultan ciertos detalles.
Ahora bien, la necesidad de guardar ciertas cosas para uno mismo es natural. Nadie nos obliga a contarlo todo. Sin embargo, hay que tener en cuenta que el propósito de la terapia es dar la oportunidad de decir a alguien todo lo que te ocurre de manera confidencial.
Por norma, el terapeuta solo quiere lo mejor para la otra persona y, además, no tiene ningún interés en juzgarla. Por otro lado, para ayudarla, necesita información sobre aspectos que pueden ser relevantes.
No obstante, todo lo que se diga en sesión es confidencial. La terapia debe ser un espacio seguro en el que hablar de manera abierta. De hecho, ese es exactamente uno de los puntos que hacen que la terapia cause tanto impacto. Aun así, existen algunos temas que se evitan. Quizás te veas identificado en esta lista…
1. La vida sexual
Muchos terapeutas dicen que el sexo es un tema que la mayoría de los pacientes evitan, cuando suele ser un ámbito relevante. La vida sexual de una persona es, junto a otros, un buen indicador de su calidad de vida.
Aunque no sea necesariamente así, en algunos casos el terapeuta puede entender mejor el problema cuando conoce cómo es la persona en su ámbito más privado. Por otro lado, la sexualidad puede ser un foco importante de estrés, además de clave para conseguir ciertos reforzadores, algo a tener muy en cuenta a la hora de hacer un plan de intervención.
2. El abuso sexual
Hablar de este tema es difícil para las víctimas. Sin embargo, hoy sabemos que las secuelas de una agresión sexual se extienden en la historia de la persona, produciendo dinámicas, tanto de pensamiento como de conducta, de las que ella misma no es consciente.
Así, la agresión sigue haciéndole daño, a pesar de que ella puede pensar que la ha superado: no necesitamos pensar de manera consciente en un acontecimiento para que este nos condicione.
Dicho esto, en los casos en los que ha existido un abuso suele ser muy importante acceder al relato completo. El terapeuta puede ayudar mucho en este sentido, pero necesita conocer que ha existido un acontecimiento potencialmente traumático, además del relato con el que después trabaja el cliente/paciente.
Es tan importante lo que sucedió como la forma de contarlo. De ahí que un informe policial o una descripción hecha por otro, tengan un valor escaso frente al propio testimonio de la víctima -este punto valdría también para el agresor y un propósito de reinserción-.
3. El dinero
En una sociedad en la que el dinero es causa de rencillas o envidias, no es de extrañar que algunos se muestren reacios a mencionar el tema, incluso en las sesiones de terapia. Sin embargo, sería muy importante nombrar el dinero que se tiene y lo que se hace con él.
¿Llegas bien al final del mes? ¿Consigues ahorrar? ¿La parte económica te genera un estrés considerable? Todas estas son preguntas pueden ser más que pertinentes en el contexto de una terapia, ya que las respuestas pueden explicar muchas de nuestras conductas poco adaptativas.
Saber cómo una persona gestiona sus recursos puede ser muy revelador. A menudo, hay conexiones con otras áreas de la vida en las que pueden identificarse problemas derivados. Por ejemplo, la educación del paciente respecto el dinero puede trascender al ámbito relacional, condicionando la forma en la que elige a sus parejas.
4. Los problemas de salud y las enfermedades
El bienestar físico y mental dependen fuertemente el uno del otro. Si bien a algunas personas les puede resultar incómodo hablar sobre el síndrome premenstrual o los problemas gastrointestinales, es importante hacerlo, especialmente cuando se trata de algo que molesta o estresa.
Además, los síntomas físicos pueden afectar negativamente a la salud mental. Por ejemplo, si padeces de tiroides hiperactiva, puedes tener síntomas de ansiedad y, por lo tanto, la intervención debería ser muy distinta.
5. Reflexiones sobre el curso de la terapia
Puede que la persona sienta frustración, tristeza o decepción con frecuencia y que le sea complicado decírselo a su terapeuta. Al fin y al cabo, dar una retroalimentación directa negativa es bastante incómodo, lo que ocurre es que en realidad la terapia se supone que ofrece el escenario perfecto para trabajar el conflicto y la asertividad.
Encapsular y evitar los sentimientos no es una buena idea. Si la terapia no va bien, hay que expresarlo. Así, el terapeuta podrá realizar ajustes para reconducir las dinámicas que se están dando en el contexto de la terapia.
También puede ocurrir que el paciente y el terapeuta no estén en la misma longitud de onda. Y eso está bien, no es ningún drama. Lo importante es comunicarlo. Los terapeutas están acostumbrados a esas “rupturas” y tienen recursos para actuar en estos casos.
6. Alimentación
Algunas personas se sienten incómodas hablando de su relación con la comida y su imagen corporal. La razón suele ser la falsa asociación que maneja buena parte de la sociedad sobre los problemas con la dieta y la ausencia de voluntad.
Igualmente, puede ser desagradable descubrir patrones de comportamiento relacionados con la nutrición que cambiar y empezar a cuidar.
7. Identidad
El término identidad puede referirse al género, el origen étnico, la orientación sexual o la religiosidad, entre otras cosas. Puede sonar muy obvio, pero estos puntos son sumamente importantes para entender quién es una persona, qué ha vivido y cuáles son sus valores.
Incluso si algunos aspectos de su identidad son visibles o los mencionó durante la primera conversación, debe volver a mencionarlos durante el curso de la terapia, para que el terapeuta pueda obtener una imagen completa de su vida.
8. Historias que dejan al paciente en mal lugar
Todos necesitamos ser queridos y aceptados. En algunos casos, esta necesidad insatisfecha podría ser un obstáculo para el éxito del proceso terapéutico.
En terapia, se escuchan muchas más historias en las que el narrador responde a las expectativas sociales de buena conducta, que las contrarias. Esto es así porque solemos moldear nuestros relatos para que encajen con actuaciones que pensamos que son adaptativas.
Esto también es lógico, porque admitir errores no es tan fácil. Sin embargo, es importante hablar también de estas experiencias si lo que buscamos es un cambio positivo. La honestidad del paciente/cliente es esencial para poder realizar una buena evaluación, pero también para realizar ajustes en la intervención que optimicen sus resultados.
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