¿Sabes qué es la autoestima contingente?

Ojalá pudiéramos venir al mundo con una autoestima a prueba de fuego, de familias invalidantes y de una sociedad que enfatiza la perfección. Pero no es así. La percepción que tenemos de nosotros mismos es contingente. Te explicamos en qué consiste.
¿Sabes qué es la autoestima contingente?
Valeria Sabater

Escrito y verificado por la psicóloga Valeria Sabater.

Última actualización: 31 enero, 2024

Hasta no hace mucho, la ciencia entendía la autoestima de dos maneras. Quien la tenía alta se veía a sí mismo capaz de lograr lo que se propusiera. La persona que la tuviera baja tenía todas las papeletas para sufrir y desarrollar algún trastorno psicológico. Sin embargo, en la actualidad, sabemos que la autoestima fluctúa y que, a veces, no basta con tenerla alta para ser feliz.

Hay quien, por ejemplo, tiene una excelente percepción de sí mismo en el ámbito laboral y, por lo contrario, siente una elevada inseguridad en lo que respecta a su imagen física. Todos caminamos en esa cuerda floja en lo que al constructo psicológico de la autoestima se refiere. Siempre hay áreas que tiemblan y espacios en los que encontramos buenos amarres.

A su vez, no podemos dejar de lado un hecho innegable. Las creencias que construimos sobre nosotros mismos son contingentes y dependen siempre de aquello que nos rodee. Familia, amigos, profesores y hasta las redes sociales modelan, día a día, el modo en que nos vemos y el potencial que creemos tener. Comprender esto es esencial para tener en cuenta a qué mensajes debemos darles valor y a cuáles ignorar.

La clásica teoría que miraba la dimensión de la autoestima para ver si una persona la tiene alta o baja, ya no nos sirve. La nueva clave que debemos integrar es la contingencia.

Amiga pesada hablando con otra sobre la autoestima contingente
Nuestras relaciones y la forma en que nos tratan afecta a nuestra autoestima.

Tu autoestima contingente condiciona tu vida

¿Cómo dirías que está en este momento tu autoestima? ¿Te sientes competente y lo bastante eficiente como para lograr tus sueños y las metas que te propones? ¿Qué percepción tienes de ti mismo en el área de las relaciones sociales? ¿Aceptas tu cuerpo o te sentirías mejor con otra apariencia? Revisar de vez en cuando estas dimensiones nos puede dar una idea de en qué punto nos encontramos.

Por otro lado, puede que este dato nos sorprenda. Una de las figuras que primero nos aportó una visión de la autoestima tan realista como práctica, fue William James. En su revista The Principles of Psychology explicó que esta dimensión, lejos de ser estable, fluctúa en respuesta a diferentes circunstancias, contextos y eventos.

La autoestima contingente define cómo nos vemos a nosotros mismos en función de cómo sean nuestras relaciones o cómo nos influya la sociedad. Y tengamos en cuenta un hecho. No es fácil definir qué fenómenos son los que minan los cimientos de nuestra autoestima. Porque a cada persona le afecta de manera particular unas experiencias y no otras.

La familia y nuestras relaciones de pareja son los escenarios interrelacionales que más afectan a la contingencia de nuestra autoestima.

Cuando eres bueno en un área y lo demás falla

Todos, en mayor o menor medida, tenemos una autoestima contingente porque dependemos de lo que nos rodea para tener una imagen más o menos saludable de nosotros mismos. Las personas hacemos juicios en cada momento, nos comparamos y sacamos conclusiones sobre cómo nos vemos a nosotros mismos, pero también sobre cómo creemos que nos ven los demás.

William James ya nos explicó que el ser humano realiza sus juicios de valor en multitud de áreas y dominios diferentes. Esto puede hacer que nos sintamos competentes en una dimensión y falibles en otra. Es posible que alguien base su autoestima en sus competencias intelectuales y éxitos académicos. Sin embargo, en el área social y afectiva puede sentirse del todo falible y que esto afecte a su bienestar.

La Universidad de Michigan indica algo más en un estudio. La autoestima contingente hace que estemos siempre intentando validar nuestras habilidades y cualidades. Necesitamos que las personas y la sociedad nos visibilice, nos refuerce y valore lo que somos. Solo así adquirimos presencia y desarrollamos una buena autoimagen. El problema reside en que esto no siempre sucede…

La contingencia de la familia y las redes sociales

La autoestima contingente hace que vivamos siempre en guardia. Llega un punto en que nos damos cuenta de que determinadas relaciones y situaciones pueden vulnerar nuestras fortalezas e identidad. Nos vinculamos con unos y otros esperando que no nos dañen y que actúen como agentes validadores de nuestro autoconcepto y autoimagen.

Es común llegar a la edad adulta y darnos cuenta de cómo nuestra familia ha contribuido a consolidar muchas de nuestras inseguridades. Esto hace que, en la medida de lo posible, procuremos buscar otras contingencias, es decir, otras personas que nos nutran, que nos hagan sentirnos seguros y no falibles.

Por otro lado, es imposible no hablar de cómo las redes sociales y el mundo digital moldean y ponen en jaque la autoestima de los más jóvenes. Podríamos decir que son el principal factor de contingencia en este siglo XIX. Los likes y los seguidores no solo nos dan estatus, sino que nos revelan cuánto valemos de cara a los demás. Esto puede ser devastador.

Tener una autoestima sana y no demasiado contingente (dependiente de los demás) es clave de bienestar y de satisfacción vital.

Mujer que ha superado la autoestima contingente
Aunque la forma en que nos traten los demás siempre afectará a nuestra autoestima, podemos desarrollar fortalezas para que esos efectos no nos invaliden por completo.

Más autoestima verdadera y menos contingencias

La autoestima contingente siempre estará presente en nosotros de un modo u otro. Somos, al fin y al cabo, seres sociales, y dependemos de cómo nos traten o nos vean los demás. A veces, el simple hecho de perder un trabajo puede afectar de manera notable a la autoestima, al igual que ser traicionados por un amigo o nuestra pareja.

Siempre existirán puntos de inflexión que afectarán a este constructo psicológico, en mayor o menor grado. ¿Podemos liberarnos por completo de esa dependencia externa? La respuesta es no, no del todo. Pero podemos desarrollar una autoestima verdadera, más fuerte y resiliente que no sea tan dependiente cómo nos trate la gente o los propios eventos sociales.

Estas serían algunas dimensiones que deberíamos desarrollar:

Autorrespeto

Recuerda que eres una persona que merece ser cuidada, valorada y respetada. Estas dimensiones te las debes aportar tú en primer lugar, es un suministro que no debe faltar en tu día a día. Préstate atención, priorízate.

Autoaprobación

Todo lo que eres y cómo eres está bien. Aprueba tu forma de ser, tus necesidades, tus competencias, tus fortalezas y hasta tu imagen física. Puede que haya aspectos de ti que no te gusten, y eso es permisible, pero lejos de rechazarlos, acéptalos porque te permiten ser tú.

Resiliencia

La adversidad existe, eres falible, cometerás fallos y habrá días en que todo te salga mal. Sin embargo, tu autoestima se tornará más fuerte si aceptas esas inclemencias, adaptándote o facilitando un cambio, esa es la clave. Desarrolla tu resiliencia y ganarás en satisfacción.

Tú eres tú, los demás son los demás

¿Por qué desear ser siempre como los demás para sentirnos aceptados? El mundo está lleno de personas iguales, así que, a veces, aceptar nuestra singularidad nos hace únicos y más empoderados. Dejemos de centrarnos en lo que nos falta para valorar la persona que somos.

Para concluir, esas dimensiones nos permitirán endurecer el músculo de la autoestima para que no se debilite con excesiva facilidad. Este es un trabajo diario en el que debemos comprometernos. Nuestro bienestar depende de ello.


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  • Wolfe, C., & Crocker, J. (2003). What does the self want? Contingencies of self-worth and goals. In S. J. Spencer, S. Fein, M. P. Zanna, & J. M. Olson (Eds.), Motivated social perception: The ninth Ontario Symposium (pp. 147-170). Mahwah, NJ: Erlbaum.

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