El burnout amoroso: cuando el afecto se vuelve estresante
¿Tu relación de pareja te genera mucho estrés? ¿Te notas emocionalmente abatido? Hay vínculos que duelen, que van de la pasión al despecho, del cariño al reproche, de los abrazos a los gritos. Son escenarios afectivos en los que rara vez germina esa felicidad dominada por la armonía, por la confianza o la facilidad para llegar a acuerdos…
Suele decirse que hay amores que queman. Y no nos referimos por la intensidad de ese afecto dominado por el deseo, la oxitocina y la serotonina. Enamorarnos puede llevarnos a una situación disfuncional en la que invertimos demasiadas energías, obteniendo solo sufrimiento a cambio. Todo es caos, ruido y desgaste.
Muchos conocemos la experiencia del burnout laboral. Son esas situaciones en que las demandas del puesto laboral superan a nuestros recursos. Experimentamos frustración, desánimo y un elevado desgaste emocional y también físico. Ahora bien, ¿y si te dijéramos que podemos trasladar esa experiencia al ámbito afectivo? Así es, las relaciones de pareja también pueden «quemarnos».
Cuando hay amor, podemos seguir tirando de una relación que, por incompatibilidad de valores o por problemas de comunicación, se hace insostenible.
¿Qué es el burnout amoroso y cómo se manifiesta?
Entendemos el burnout amoroso como la situación de desgaste progresivo en una relación de pareja en la que los dos integrantes están unidos por el afecto, pero la convivencia resulta insostenible. El principal problema de este tipo de situaciones es que no se aplica ninguna estrategia para solucionar los problemas, ni se quiere dar fin a dicho vínculo tortuoso.
Por lo general, estas parejas están atrapadas en un ciclo constante de pasión-discrepancias-distancia y reconciliación. Son lazos que asfixian, pero que se nutren por emociones extremas, por experiencias que van del cariño al desprecio, del deseo al rechazo y de la ira a la pasión. Aunque nos sorprenda, esas montañas rusas de emociones terminan siendo tan adictivas como agotadoras.
Es decir, no son solo escenarios relacionales dominados por el conflicto. A pesar de las constantes discrepancias, hay elementos que siguen cohesionando a esa pareja, como pueden ser el sexo, el deseo, la pasión y el amor. Hay un factor que funciona bien y que es gratificante en ciertos momentos, pero el resto del tiempo es poco más que una batalla constante de desencuentros.
¿Cuáles son las características de estas relaciones?
La principal característica del burnout amoroso es el agotamiento físico y emocional que genera. Es como quedarnos drenados, sin fuerzas, sin ánimos ni energías. Al mismo tiempo, implica reflexionar en por qué continuamos en una relación que nos trae más sufrimientos que felicidades. Y la respuesta es casi siempre la misma: no podemos dar fin a una historia en la que aún bombea el amor.
Veamos ahora cómo se manifiesta:
- Estamos ante relaciones basadas en la dependencia afectiva.
- La pareja se demanda constantes muestras constantes de afecto y de validación, pero nunca tienen suficiente. Los reproches son un elemento constante.
- Las discusiones y diferencias surgen de manera continua y se resuelven de manera deficiente. El rencor siempre flota en el ambiente.
- Una sensación persistente es percibir que la otra persona no nos apoya y no nos tiene en cuenta, salvo cuando hay algún interés detrás.
- Hay serios problemas de comunicación.
- El único escenario en el que parece existir armonía es en el plano sexual.
- Por lo general, el burnout amoroso se basa en un apego inseguro. La pareja necesita de la reafirmación del ser amado, pero al mismo tiempo no confía en la otra persona. Las emociones siempre son confusas, hay necesidad de cercanía y también de autoprotección, de marcar distancias para no salir heridos.
- El agotamiento que genera afecta a dimensiones como el sueño, la productividad y hasta en la relación con otras personas.
Los casos más extremos de este tipo de dinámicas pueden derivar en trastornos somáticos y en aislamiento social. Asimismo, una investigación de la Universidad de Macedonia insiste en un detalle. El burnout, entendido como un agotamiento emocional y físico extremo, es uno de los problemas de salud mental más comunes y desafiantes.
Cuando uno es consciente de que una relación afectiva no funciona a pesar de que hay amor, puede llegar a cuestionarse incluso a uno mismo. Esto nos puede conducir a un escenario de desgaste absoluto.
¿Qué podemos hacer en estas situaciones?
El burnout emocional duele, desgasta y supedita a sus integrantes a una relación basada en la dependencia. Son esos escenarios nutridos por el estrés, por la necesidad de afecto y la soledad emocional, por la búsqueda de atención y el reproche, por un amor que late, pero que no haya espacios en los que encajar para respirar en armonía y en felicidad.
¿Qué podemos hacer en este tipo de encrucijadas emocionales?
Toma perspectiva y habla con alguien
Lo que sucede con cualquier situación de estrés es que perdemos la perspectiva. El cerebro está bajo mínimos, solo reacciona y actúa en modo supervivencia. Cuesta mucho reflexionar y tomar decisiones en este estado psicológico. Por ello, es esencial que hablemos con alguien cercano sobre la situación en la que estamos inmersos.
Al compartir con alguien significativo nuestro sufrimiento, es probable que tomemos conciencia de que necesitamos responder. Actuar. El psicólogo y premio Nobel, Daniel Kahneman, por ejemplo, incide en que con frecuencia quedamos supeditados a lo que se define como ‘ilusión de enfoque’. En ocasiones nos centramos en un solo aspecto de nuestras vidas y descuidamos o no vemos todo lo demás.
Puede que nuestra mirada se centre solo en el amor que aún sentimos por dicha persona, pero no en el efecto lesivo de ese afecto.
Acordar metas de mejora a corto plazo en dicha relación
El burnout amoroso requiere cambios en las dinámicas relacionales de dicha pareja. Algo así podemos lograrlo mediante el apoyo de un profesional. La terapia de pareja es una estrategia que puede vertebrar esos pasos y esos cambios deberíamos aplicar. Esto, como bien podemos deducir, exige el firme compromiso de los integrantes de dicha relación.
Si no hay cambios, tomaremos una decisión
El modelo de pareja que se venía reforzando de manera disfuncional debe cambiar. El estrés solo se disipa con nuevas formas de relacionarnos, de comunicarnos y construyendo las bases de una confianza saludable, enriquecedora. Si estas dimensiones no se perciben a corto plazo, si no hay voluntades firmes y se vuelve de nuevo al mismo tipo de interacción, el problema se enquista.
En este punto es necesario tomar una decisión. Lo problemático es que el pegamento que nos adhiere a estos vínculos dañinos es la dependencia emocional. Salir de esta cárcel psicoafectiva requiere del apoyo de nuestro entorno y también de los profesionales especializados. Solo cuando dejemos a un lado la fuente de esa situación estresante, podremos empezar a sentirnos mejor.
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