El cariño más perfecto reside, de alguna manera, en tolerar los defectos. En vivir fuera del mundo ideal de cuentos Disney, de entrega incondicional, de idealizaciones y de responsabilidades ciegas.
No es un cariño a medias ni un cariño dependiente, agresivo, pasivo o victimizado. Esto se constituye, sin duda, como un gran desafío. Es difícil construir un amor que deje a un lado la idealización o que, al menos, le conceda el peso necesario a las expectativas.
Es importante destacar que por defectos a tolerar no nos referimos al maltrato, a la agresión o a cualquier otro tipo de conductas destructivas. Eso es intolerable en cualquier caso y condición y, por ello, debemos condenar rotundamente todos esos comportamientos.
Enamorarse es amar las coincidencias y amar es enamorarse de las diferencias
Enamorarse es amar las coincidencias y amar es enamorarse de las diferencias. A ese amor estable somos nosotros los que le conferimos el calificativo de verdadero, lo cual le vale para ir más allá del encaprichamiento y conducir la relación a la aceptación.
Esos defectos que podemos tolerar se definen como pequeños despistes o diferentes costumbres (por ejemplo: no bajar la basura a tiempo, dejar la ropa tendida, dar prioridad a otras cosas cuando se trata de algo insignificante, dejar la pasta de dientes abierta, etc.).
La combinación de desacuerdos no puede definir una relación, pues de lo contrario estaremos hablando de una pesadilla. Por ello es importante que a la hora de elegir con quién compartimos nuestra vida ponderemos bien qué es sano y qué no lo es.
Si este examen no lo realizamos de manera correcta, probablemente habrá defectos que sean fatales para la estabilidad del sentimiento y de la relación.
Cada intercambio construye a la pareja
En muchos aspectos lo conflictivo en una pareja simplemente obedece a diferentes costumbres y/o prioridades. En ese sentido tenemos que hacer un esfuerzo porque aquellas distinciones sean reconciliables.
¿Por qué? Porque no hay una visión mejor que la otra en aquellas cuestiones que no dañan nuestro yo interno o nuestras expectativas a largo plazo. Dónde dejemos los calcetines no es un tema relevante ni trascendente.
En el amor tenemos que hablar de igual a igual, esto quiere decir que nos tenemos que concienciar de la obligación de tolerar aquellas manifestaciones con las que no estamos de acuerdo y que no son trascendentes.
De alguna manera las experiencias compartidas nos construyen como personas envueltas en un sentimiento. Ese es el compromiso verdadero. Para mantenerlo debemos examinar constantemente y desde el inicio nuestras necesidades, evitando depositar la responsabilidad de nuestra incomodidad en aquellos defectos que contemplamos en la pareja.
Los sentimientos, a diferencia de las pasiones, persisten al cabo del tiempo y no se quebrantan con facilidad. Querer a alguien por su belleza no es amor, es encaprichamiento. Quererlo por su inteligencia no es amor, es admiración. Sin embargo, quererlo sin saber porqué es amor.
Digamos que el tiempo construye el amor de dos personas que trabajan, aceptan y logran amar sus diferencias y sus particularidades. Esto va más allá del enamoramiento, creando entre dos la magia de ser aceptados incondicionalmente.
El amor equilibra nuestros impulsos hacia adentro y hacia afuera. Es el núcleo que mantiene ágil el engranaje de nuestros proyectos compartimos. La fuerza más intensa e invencible es aquella que nos une a la comprensión, a la aceptación.
Eso incluye valoración y reconocimiento, respeto a la persona y al espacio personal, libertad, confianza y comunicación. En torno a ello podremos hablar de proyectos comunes, de alegría por estar junto a la persona amada y de generosidad.
¿Por qué? Porque vivimos en un mundo en el que las relaciones de pareja son cada vez más conflictivas porque buscamos la perfección sin darnos cuenta de que somos, por naturaleza, imperfectos.
Así que si tenemos esto en cuenta nos daremos cuenta de que solo el amor imperfecto envuelto en “el cariño perfecto” nos podrá salvar de la infelicidad. Y menos mal que esto es así.
No existe la pareja perfecta. De hecho, ser «una buena pareja» no significa no tener problemas, sino saber solucionarlos. Amar significa, de alguna forma, estar enamorado de nuestras diferencias. Mirar lo bueno y lo malo de nuestra pareja sin anestesia.
Donde amamos y donde nos aman está el lugar más bonito del mundo. Porque ahí residen la ternura, las melodías, la confianza, la sinceridad, el valor, el tú y yo, el mañana y siempre y el soy feliz si tú lo eres. Porque donde hay amor, el corazón escucha su música favorita.
Psicóloga General Sanitaria. Número de colegiada: R – 00714. Máster en Psicología General Sanitaria por la UNED. Especialista en Educación Emocional. Colaboradora en diferentes medios de comunicación.
Psicóloga terapeuta, docente e investigadora en centro privado a tiempo completo. Formadora en organismos públicos de La Rioja. Investigadora en la USAL. Preparadora oposiciones Fuerzas de Seguridad del Estado. Coordinadora de las Jornadas de Psicología Emocional y otras formaciones en Consejo de Juventud de Logroño. Conferenciante en Instituto Riojano de la Juventud.
Redactora y asesora de contenidos en Grupo M Contigo S.L. Profesora tutora en Máster Psicología General Sanitaria (UNIR y UNED). Profesora tutora en Grado de Psicología (UPSA).
Colaboración con TEA Ediciones en el proyecto piloto de tipificación del Cuestionario TEA para la Evaluación del TDAH y las Funciones Ejecutivas, ATENTO Colaboración con Pearson Clinical Assessment en proyecto de tipificación de Clinical Evaluation of Language Fundamentals (CELF-5) y Behavior Assessment System for Children-3 (BASC-3) Creadora de programa de fomento de la empleabilidad juvenil.
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