El círculo (in)finito del miedo

El círculo (in)finito del miedo
Sergio De Dios González

Revisado y aprobado por el psicólogo Sergio De Dios González.

Escrito por Equipo Editorial

Última actualización: 20 septiembre, 2019

El miedo es una emoción paralizante. Ya sea un miedo real, porque nuestra vida corre peligro o se ve amenazada por algo, o sea fruto de nuestros pensamientos en base a historias que nos contamos a nosotros mismos. Sea como sea, tenemos que aprender de él ya que, además de una fuente de sufrimiento, es una mina de conocimiento acerca del mundo y de nosotros mismos.

“El miedo siempre está dispuesto a ver las cosas peor de lo que son”

-Tito Livio-

Erase una vez el miedo

El bosque. Pasada la media noche. Los ruidos empiezan a escucharse, intermitentes, inquietantes. Empezamos a notar esa sensación extraña en la nuca, como cuando nos observan o sabemos que algo malo pasará. El silencio solo es interrumpido por nuestras pisadas y por animales nocturnos… y por algo más. Al principio casi imperceptibles, una pisadas irregulares se hacen notar, justo detrás. La respiración y el pulso se aceleran y notamos un escalofrío en la espalda.

Hombre con luz en la oscuridad

Un poco más alto, un poco más cerca; nuestros pies aceleran el paso. Una música de película de miedo resuena en nuestra mente y lo que antes eran pisadas monstruosas ahora son zancadas que nos persiguen.

Todo pasa muy deprisa, miramos atrás, una sombra negra se mueve hacia nosotros, y cuando volteamos el cuello, un dolor intenso en la nariz…y Toby, el perro del vecino está sobre nosotros lamiéndonos. No solo no era un monstruo, sino que encima el caniche que peor nos cae nos está lamiendo la nariz, sanando el golpe que nos hemos dado.

¿Qué nos pasa cuando nos asustamos?

En este caso, el encuentro con el “terrible” Toby. En otros, ese examen tan mortífero o esa entrevista imposible. El origen de todos esos comportamientos que la mente y el cuerpo emiten para evitar ser dañadas parece ser siempre el miedo. Típicamente, estas respuestas se catalogan en:

  • Respuestas de escape, en las que la da el cuerpo y nuestra mente se preparan para huir de la situación.
  • Respuestas de lucha o combate, en las que hay preparación a la lucha en contra de la amenaza.

Hasta aquí, todo lógico. Todos habríamos hecho lo mismo en una situación como la del bosque. No obstante, merece la pena prestar atención a la forma en la que la mente reacciona al estar movilizada por el miedo. Al fin y al cabo, se trata de un mecanismo evolutivo, diseñado para la supervivencia de nuestros antepasados.

¿Qué sentimos?

Vamos a tratar de contestar en dos puntos:

  • En primer lugar, vemos la hipervigilancia de la mente sobre el entorno. Pensamos que va a haber algo peligroso, o es posible que algo peligroso haya pasado en alguna situación similar, y el condicionamiento empieza. Nos predisponemos a ver la amenaza y nuestros sentidos copan toda nuestra atención, de manera que lo que antes era leve ahora lo escuchamos amplificado, distinto, con más cuerpo y forma.
  • Posteriormente, una vez que hemos etiquetado la situación como amenazante, la conducta es absoluta; se dirigen todos los recursos del cuerpo y la mente a luchar o a huir. A nivel fisiológico, el sistema nervioso produce cambios en el cuerpo para favorecer ambas respuestas, y a nivel mental se eliminan estímulos irrelevantes, favoreciendo la supervivencia.
Hombre con miedo

Si con esta respuesta se ha conseguido evitar o eliminar la situación amenazante, volveremos a los niveles basales de activación.

Pero, ¿podríamos morir de miedo?

¿Nos exponemos diariamente a situaciones amenazantes para nuestra vida?, ¿vivimos constantemente consternados por una amenaza a la integridad?, ¿estamos en peligro real? Actualmente, el miedo no es la palabra que protagoniza los titulares. La palabra favorita del siglo XXI es ansiedad. Pocos piensan en el miedo cuando sienten ansiedad.

La ansiedad se define como un estado continuado de activación fisiológica y preocupación provocado por un evento (real o imaginario) que consideremos que excede nuestros recursos de afrontamiento o nuestras capacidades. No es necesario hacer un ejercicio de imaginación muy costoso para reparar en el hecho de que esta definición teórica lo único que hace es dar respuesta a las preguntas que planteábamos antes.

¿Está justificada la ansiedad?

Si prolongásemos ese estado de miedo, en diversas ocasiones, ante situaciones parecidas, probablemente el estado en el que entraríamos sería el de ansiedad. Entonces, ¿hay algo en nuestras vidas capaz de provocarnos una respuesta tan enorme de miedo, tan amenazante como para que la ansiedad deba aparecer? Este es el problema real. La ansiedad en nuestras vidas, evolutivamente está poco o nada justificada, al menos en la mayoría de los casos.

Entonces, si no está justificada ¿por qué pasa de generación en generación?, ¿qué tiene para que nos sobreviva?

tipos de ansiedad

La auténtica razón, no es otra que la evitación. He aquí un ejemplo:

  • Digamos que lo pasamos mal en las reuniones de trabajo.
  • Digamos que no las solemos preparar.
  • Digamos, que esas reuniones, nos dan “yuyu” o miedo.

¿Qué es más probable que ocurra: que nos traguemos nuestro miedo y afrontemos la situación, o que el cuerpo y la mente intenten evitar esa amenaza? La evitación es precisamente uno de los mejores conservantes del miedo: tiene el poder de sostenerlo en el tiempo para que se trasnombre en ansiedad. Así, podemos evitar la reunión pero luego nos adentraremos en el miedo por qué nos dirá nuestro jefe. Una opción es evitar nuestro jefe pero entonces aparecerá el miedo a que aparezca en cualquier momento. Así sucesivamente.

Cuerpo y mente

Nuestro cuerpo también responderá invocando sensaciones desagradables posiblemente asociadas. Lo curioso, es que cuando ocurre todo esto, aún estamos sentados en el sofá de casa, un día antes de la reunión.

Anticipamos. Preveemos posibles consecuencias negativas a un evento futuro, que pueden ser absolutamente infundadas, sin base real, invocadas por nuestro miedo. Añadamos un par de días de rumiación de pensamientos, algún malestar gástrico, y ya lo tenemos. Dos en uno: ansiedad y evitación de la reunión.

Existen alternativas

Al fin y al cabo vivimos en un mundo que se nutre de la ansiedad. Las citas, las reuniones, los plazos límite, los incentivos y los castigos. El cuerpo y la mente aprenden a trabajar en la ansiedad, dentro de su marco. No obstante, no está todo perdido.

Es necesario ser equitativo. Comprender que en nuestra naturaleza está cometer errores. En el otro lado de la moneda reside una parte positivo

  • En primer lugar considerar ponernos en buenas manos si lo necesitamos, y empezar a ejercer poco a poco control de esas anticipaciones. Un poco de control sobre su propia salud mental.
  • También, voluntariamente, podemos anticipar eventos positivos. Anticipemos algo así como un día en la playa, de descanso, un colchón mullidito, una bebida caliente. Cualquier opción relajante puede servir.
  • Las técnicas y rutinas de relajación sirven para la reducción de la ansiedad.
  • Por último, podemos intentar darnos un voto de confianza, y empezar a afrontar. No es necesario creernos invencibles, pero poco a poco, gradualmente, podemos intentar exponernos a aquellas cosas que nos provocan ansiedad. Y la sensación, disminuirá.

De una manera o de otra, el miedo se vuelve contra nosotros cuando permanece en el tiempo y se trasforma en ansiedad. Lo puede hacer de muchas maneras, pero una particularmente popular es la evitación, que lo único que suele hacer es cambiar la fuente de la amenaza sin disminuir el estado de sobreexcitación en el que nos introduce esta emoción.


Este texto se ofrece únicamente con propósitos informativos y no reemplaza la consulta con un profesional. Ante dudas, consulta a tu especialista.