Conceptos erróneos sobre los traumas, las heridas que nos acompañan
A día de hoy, aún mantenemos conceptos erróneos sobre los traumas. El ser humano es vulnerable, pero se nos olvida a veces lo tenaces que podemos llegar a ser. Así, tal y como dijo Viktor Frankl una vez, tener una reacción anormal ante una situación anormal es algo perfectamente normal, una respuesta natural que con el tiempo nos permitirá sacar el lado más fuerte/resistente de nosotros mismos.
Algo que nos recuerdan muchos psicólogos y psiquiatras expertos en tratar hechos traumáticos es que todos nosotros, en algún momento de nuestras vidas, sufriremos algún evento adverso de mayor o menor gravedad para el que no estaremos preparados. Puede que sea la pérdida de un ser querido, un accidente, la visión de algo impactante, un asalto, un desastre natural o alguna emergencia médica.
“El hecho de superar el trauma y volverse bello pese a todo, no tiene nada que ver con la invulnerabilidad ni con el éxito social”.
-Boris Cyrulnik-
Son situaciones que generan un fuerte impacto en nuestro cerebro. Se estimulan esas áreas relacionadas con el miedo y con la sensación de alarma, y al poco todo empieza a fragmentarse a nuestro alrededor. La corteza prefrontal, esa estructura que nos ayuda a pensar y a razonar con claridad pierde fuerza, pierde agilidad y nuestro enfoque mental se vuelve más opaco, más turbio, sumiéndonos en un estado de angustia muy característico.
Así, es muy posible que a muchos de nuestros lectores les sea conocida esta experiencia, esta situación. Es importante entender que cuando esto sucede, y dependiendo siempre de la gravedad de ese impacto traumático, nuestro cerebro no se recupera de un día para otro. Ni tan siquiera de un mes a otro. Sanar un cerebro herido sumido en un estado de estrés postraumático requiere tiempo, requiere esfuerzo y adecuadas estrategias de afrontamiento.
Para conseguirlo, nos será de utilidad saber primero que hay conceptos erróneos sobre los traumas que son necesarios descartar para iniciar un abordaje más óptimo, más correcto. Veámoslo a continuación.
1. Conceptos erróneos sobre los traumas: un hecho traumático te destruye la vida
Cuando un terapeuta empieza a trabajar con la víctima de un abuso, con una persona que ha sufrido una agresión, la pérdida de un ser querido, etc., suele escuchar muy a menudo en su paciente la siguiente frase: “sé que nunca volveré a ser feliz”.
Al principio resulta muy complicado que esa persona aprecie un hecho: en realidad, el trauma tiene una naturaleza dual. Por un lado presenta una habilidad destructiva innegable, pero la paradoja está en que también consigue transformar a la persona para devolverla a la vida con mayor tenacidad, con mejores recursos personales.
Sufrir la adversidad en piel propia no nos condena a un dolor eterno, a una cadena perpetua. Si buscamos recursos, apoyo y aunamos voluntad y esfuerzo, el cerebro podrá reprogramarse. La herida no desaparecerá, pero dolerá menos y podremos llevar una buena vida.
2. El trauma aparece tras un evento amenazante
Si nos remitimos a cómo define el trauma el “Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales” veremos que aparece como “aquello que surge tras la vivencia de una muerte de un ser querido, una amenaza real, una lesión grave como un asalto, desastres, abusos o enfermedades que amenazan la propia vida“.
Bien, en realidad se pueden introducir muchos matices en esta definición. En primer lugar, un trauma no aparece como “reacción” a esos eventos adversos como tales, sino más bien como resultado del “efecto emocional y psicológico” que tenga sobre la persona en particular. Es más, en ocasiones un mismo evento puede causar traumas en unas personas, pero no en otras.
Es más, cuando sucede algo impactante, la reacción no es inmediata, la herida nunca es instantánea. Surge después, justo cuando la persona empieza a cuestionarse su propia vida, su propia realidad y aquello que envuelve a los dos.
Por ejemplo, pensemos en una persona a la que acaban de diagnosticar un cáncer. Puede que a simple vista esa noticia como tal ya sea bastante para sentirnos derrotados y traumatizados. Sin embargo, para muchas personas lo más impactante no siempre es la propia enfermedad, sino no contar con el apoyo de la pareja o de esas personas que en los momentos más complejos dejan de estar.
3. Un trauma es una enfermedad mental
Otro de los conceptos erróneos sobre los traumas es verlos o entenderlos en exclusiva como “enfermedades mentales”. En realidad son algo mucho más profundo. En la actualidad, muchos expertos en el tema, como el psicólogo Richard Tedeschi, de la Universidad de Carolina del Norte, prefieren enfocar el trastorno de estrés postraumático de otro modo.
Si trauma significa “herida”, estamos por tanto ante algo que está “roto”. Por ejemplo, cuando alguien sufre una caída o un golpe, puede sufrir la rotura de uno o varios huesos. Por tanto, cuando alguien sufre un trauma psicológico también aparece una rotura, una lesión mental que imposibilita que esa persona sea la de siempre. Quien sufre un trauma está “psicológicamente lesionado”, y esas lesiones pueden ser morales o afectivas,
4. Si eres fuerte, podrás afrontar el trauma tú solo
Vivimos todavía en esa sociedad donde se entiende que quien pide ayuda es débil, que quien se medica es porque está loco y que quien es fuerte y puede con todo, nunca cae. Sin embargo, ahí están los datos: los índices de suicidios son alarmantes, y quien en apariencia podía con todo y aún le quedaban fuerzas, al final no podía ni con su propia vida. Lo decíamos hace un momento, los traumas nos rompen por dentro y nadie, absolutamente nadie, puede correr durante mucho tiempo con el alma rota, la mente fragmentada y el corazón erosionado.
Este es sin duda otro de los conceptos erróneos sobre los traumas más comunes: creer que el tiempo todo lo cura, que es mejor olvidar que afrontar, que una actitud fuerte desvanecerá todo dolor… No lo hagamos, evitemos creernos tales ideas, ya que nos abocan casi a la desesperada a una calle sin salida.
Para concluir, los traumas no merecen convertirnos en personas que no deseamos ser. Podemos dejar de sentirnos cautivos, merecemos una existencia más digna y más libre de esos pesos del ayer que desdibujan nuestro presente. Busquemos ayuda, trabajemos activamente en esa realidad interna que aún está lesionada y tengamos la oportunidad de transformarnos, de sanarnos y de vivir con plenitud.