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Cómo sacarle partido a tu niño interior
El niño interior es el arquetipo que surge con mayor o menor intensidad en la vida adulta y que debemos saber integrar en nuestra consciencia para un óptimo equilibrio físico y mental.

El niño interior está constituido por los recuerdos, experiencias y emociones que perduran en nuestro inconsciente debido a experiencias vividas en nuestra niñez. Estas surgen cada cierto tiempo y nos hacen estar, por unos instantes bajo lo que los autores junguianos denominaron el arquetipo del niño o puer aeternus.
Este arquetipo suele surgir periódicamente en etapas de crisis o insatisfacción, y se caracteriza por un impulso que, por una parte busca protección, y por otra actividad y diversión. En otras palabras, romper con la rutina, vivir y divertirse un poco, tal vez dejando de tomarnos la vida tan enserio por unos momentos.
Ser conscientes del niño interior
Buenos pensamientos y emociones llevan a buenos hábitos y, probablemente, al éxito como adultos. Pero su antítesis pueden resultar en patrones destructivos que interfieren en la vida adulta. Esto es así porque la vida adulta es rígida, compleja y competitiva, y no permite la debilidad ni la ociosidad.
Si una persona adulta se encuentra estancada en su vida, deseando regresar al pasado y pensando en lo que podía haber sido su vida si hubiera hecho esto o lo otro, puede estar bajo el influjo del niño interior. Obviamente, estar muy absorbido por este arquetipo implica no poder comprometerse por la vida adulta ni hacer planes realistas de futuro.
Sin embargo, no siempre es malo estar bajo el influjo del niño interior. En pequeñas dosis nos puede ayudar a divertirnos, a romper con la rutina y a hacer cosas nuevas. En este artículo nos centraremos exclusivamente en esta parte.
De hecho, siempre que surge en nosotros este niño interior es por alguna razón. Tal vez sea porque nuestra situación presente no nos complace, o porque tengamos experiencias pasadas que tengamos que solucionar y que nos estén provocando ciertos patrones negativos, e incluso destructivos en el momento presente.
Trabajar con el niño interior nos ayuda a identificar qué causó esos patrones destructivos, asimilar lo que sucedió y sanar esas viejas heridas que todavía nos producen dolor. Tratar de asimilar este arquetipo, haciendo un adecuado trabajo de introspección, nos puede ayudar a conseguir un equilibrio físico y mental.
¿Cómo saber si nuestro niño interior está herido?
Casi todos hemos vivido algún acontecimiento en nuestra niñez que marcó “a fuego” nuestra manera de pensar y actuar. Como dice Therese J. Borchard en su artículo 6 Steps to Help Heal Your Inner Child incluso lo más probable es que nuestros padres también fueran niños interiores heridos.
Lo mismo se puede decir de nuestros profesores, abuelos, tíos y otros adultos que participaron en nuestra crianza. Sin embargo, el objetivo de sanar a tu niño interior no es asignar culpabilidad, sino más bien aceptar lo que sucedió y tomar control sobre cómo afecta tu vida hoy.
Consecuencias de reprimir al niño interior
Algunas de las consecuencias de reprimir al niño interior son:
- Angustia, estrés, no poder relajarse
- Falta de flexibilidad
- No poder delegar, asumiendo siempre toda la responsabilidad
- Sentimientos de culpabilidad
- Aislamiento
- Envejecimiento prematuro
Estas consecuencias son producto de creencias irracionales del niño interior, como “nunca seré lo suficientemente importante para que papá deje de beber”. Una vez que identificas estas creencias, puedes reemplazarlas por otras más realistas, “mi padre tomó algunas malas decisiones, pero yo puedo aprender de ellas y evitarlas.”
Revivir el dolor que producen ciertos recuerdos puede ser un proceso desgarrador. Como niños nos sentíamos responsables por todo lo que sucedía en el hogar y éramos incapaces de entender que tal vez nuestros padres tenían problemas que nada tenían que ver con nosotros.
Únicamente después de darnos cuenta de que simplemente éramos niños y de comprender que no podíamos hacer nada en ese entonces para cambiar nuestras circunstancias, es que podemos librarnos de esa culpabilidad mal dirigida y realmente empezar a cultivar nuestro amor propio.
Entonces, aunque pueda ser difícil enfrentarte cara a cara con lo que te está molestando de tu pasado, no le huyas porque vale la pena. No se sabe si por suerte o por desgracia, la única manera de hacer frente a los problemas, al trauma o al miedo es enfrentándolo.
Hacia la sanación y la integración
Sanar, hacer las paces o integrar al niño interior, hace que se convierta en una parte fundamental de nosotros. De nuestra personalidad y forma ser ser: inocente, jovial, sencillo, juguetón y alegre, que puede producir gran satisfacción y creatividad.
Una vez que tienes un niño interior saludable, entonces puedes asumir el papel de padre para tu niño interior. Igual que hace un padre sabio y amoroso, puedes conceder los deseos sanos de jugar, pasarse toda una tarde riéndose y disfrutando. Si surgen algunos de esos viejos razonamientos falsos de tu niño interior, puedes tranquilizarlo reafirmándole su valor.
Licenciado en Psicología por la Universidad de Jaén en el año 2010. Máster en Psicología Clínica por la Universidad de Almería (2011) y Máster en Psicología Jurídica y Forense por el COPAO, Granada (2012). Doctorando en Ciencias Humanas y Sociales por la Universidad Pontificia de Salamanca. Ha publicado 8 artículos científicos y es autor de los siguientes libros: "Psicopatología General", "Neurociencias: etiología del daño cerebral" y "Evaluación Psicológica". Además, es coautor del libro "Modelo ROA: Integración de la Teoría de Relaciones Objetales y la Teoría del Apego". Ha participado en congresos internacionales sobre psicología clínica y forense. Desde 2010 ha ejercido profesionalmente como psicólogo clínico y forense, escritor, formador y profesor universitario. Actualmente, colabora con diversos medios digitales.