La cortesía no cuesta nada y se gana mucho

La cortesía no cuesta nada y se gana mucho
Valeria Sabater

Escrito y verificado por la psicóloga Valeria Sabater.

Última actualización: 12 agosto, 2019

Ser cortés no cuesta nada y sin embargo, se gana mucho. Es una conducta que debería verse más a menudo, porque las palabras dichas con suavidad, tacto y cortesía construyen, porque un “lo siento”, un “por favor” o un “usted primero” son el perfume de esa amabilidad que muchos nos empeñamos en seguir practicando.

Ahora bien, más allá de ver la cortesía como un simple acto de respeto hacia nuestros semejantes, podríamos decir que es algo más que todo esto. Hablamos de un valor personal, de un modo de actuar donde creamos relaciones positivas a través de la cordialidad. Ahí donde el reconocimiento nos sirve para construir un tipo de lenguaje significativo y hasta poderoso.

“La cortesía abarca la ternura sin ñoñeces, el humor y hasta un modo de saber estar en cada ambiente”

-Fernando Savater-

Si nos detenemos un momento a analizar este tipo conductas nos daremos cuenta de que muchas veces, un acto cortés se vive como algo inesperado. ¿Por qué estará siendo esta persona tan amable conmigo?, ¿estará coqueteando?, ¿querrá algo? Hemos llegado a un punto en que en la cortesía, efectivamente, nos coge por sorpresa e incluso nos causa desconfianza.

Un hecho curioso que merece más de una reflexión. 

chica con flor

La cortesía se enseña a través de los ejemplos

Vivimos en una sociedad donde para pedir ayuda o información a determinadas compañías u organismos a través del teléfono, nos atienden máquinas programadas para ello. En nuestros trenes y autobuses, se nos recuerda a través de carteles que debemos ceder los asientos a embarazadas o a personas mayores, porque al parecer, a menudo se nos “olvida” hacerlo.

Ahora bien, la persona que actúa con cortesía no necesita que nadie le recuerde cómo se practica la amabilidad. Lo hace porque así lo siente, y también, porque así lo ha vivido desde niño. De hecho, y aunque parezca curioso, no basta con enseñar a nuestros hijos a ser amables, a dar las gracias, a decir buenos días o a expresar un lo siento cuando así lo requiere la situación.

Los niños aprenden con ejemplo más que con la palabra, por ello, hemos de ser muy cuidadosos con lo que hacemos o decimos ante su mirada siempre atenta, siempre receptiva y tremendamente sensible.

  • De nada servirá enseñarle a un niño a pedir las cosas por favor si ve cómo su padre impone su voluntad, deseos y órdenes sin tener en cuenta a su madre o a él.
  • De nada servirá decirle a nuestros niños que deben respetar a los demás si escucha a su madre, padre o abuelos despreciar a otras personas a sus espaldas.
  • De poco le servirá a cualquier criatura decirle que es necesario tratar a los demás como a uno le gustaría ser tratado, si lo que recibe de su familia es incomprensión, soledad o infelicidad.
pareja abrazada

Nadie puede llegar a desarrollar o a aplicar una cortesía auténtica si primero no ha vivido, sentido y visto en propia piel cómo se construyen los actos más auténticos de amabilidad y reconocimiento por el otro. En el momento en que uno experimenta lo que se siente al ser considerado, entiende por qué es tan importante propiciar esa misma sensación en los demás.

Porque la cortesía, efectivamente no cuesta nada, sin embargo, consigue mucho.

Sé amable e iniciarás una poderosa “epidemia”

La amabilidad, así como la falta de cortesía, pueden actuar por igual como auténticas epidemias en muchos de esos escenarios en los que nos movemos cada día. Para demostrarlo, basta con recordar un curioso estudio realizado en el 2011 sobre psicología aplicada al ámbito de la empresa. En él, se analizó el impacto de la falta de cortesía en estos entornos tan cotidianos para muchos de nosotros.

  • La mayoría de encuestados declaró experimentar actos de escasa amabilidad o incluso de grosería una vez por semana en sus dinámicas laborales.
  • El 47% de estas personas reveló que debido a las múltiples faltas de cortesía y consideración, su desempeño laboral no era óptimo: no se sentían reconocidos/as ni apoyados.
  • Un 12%  dejaron sus empleos debido a estas conductas.
  • Un 25% explicó que la falta de cortesía creaba cierta toxicidad en ellos, hasta el punto de que se “contagiaban” de ella y transmitían a sus propios clientes u otros compañeros de trabajo, esa misma negatividad y falta de consideración.

La falta de amabilidad y cortesía crea entornos de gran negatividad que interfiere en el bienestar humano y también en la productividad. Es un germen con graves efectos secundarios.

mujer con flores

Cómo hacer que la amabilidad se vuelva contagiosa

El neuroeconomista Paul Zak. J nos explica que para mejorar nuestros escenarios laborales y personales es necesario actuar con cortesía, amabilidad y reconocimiento. Nuestro cerebro reacciona de forma positiva frente a un acto amable e inesperado. Segrega oxitocina, la cual, más allá de verse solo con esa hormona relacionada con el afecto o la maternidad, se define ya como “la hormona de la moral”.

  • Para conseguir entornos más amables no basta con ser corteses. Si día a día habitamos un contexto lleno de actos faltos de cortesía es necesario hacer ver cómo nos sentimos, y que esas conductas negativas tienen un impacto poco adecuado.
  • La grosería, la falta de tacto, de respeto no debe dejarse pasar. Hay que poner límites, vetos y advertencias.
  • Los expertos en psicología laboral hablan de establecer un pacto psicológico. Algo así se podría resumir como “si me muestras consideración y respeto sacarás lo mejor de mí y yo sacaré lo mejor de ti. Ambos ganaremos. Ahora bien, si me desprecias, este círculo de armonía se rompe y todos perdemos“.

La amabilidad y la cortesía no es una simple lección que transmitir a nuestros hijos: es mucho más que esto. Es un modelo de vida mediante el cual dar ejemplo para crear un mundo más digno para todos.


Este texto se ofrece únicamente con propósitos informativos y no reemplaza la consulta con un profesional. Ante dudas, consulta a tu especialista.