Los crímenes de la academia o cómo revivir a Edgar Allan Poe
The pale blue eye (2003) es uno de los libros más exitosos del novelista Louis Bayard. El argumento no puede ser más seductor: tras un brutal asesinato en los terrenos de la academia militar de West Point, se contratan los servicios de un veterano detective de Nueva York, Gus Landor. En dichas investigaciones contará con la ayuda de una figura muy especial: Edgar Allan Poe.
Netflix no dudó en comprar los derechos de este bestseller y convertirlo en una de sus mayores apuestas en este inicio del 2023. Los crímenes de la academia es una película con una cautivadora atmósfera gótica que tiene en Poe su mayor aliciente. Por primera vez, vemos encarnada a la clásica figura de la literatura americana en esa época en la que aún era un aventajado poeta en ciernes.
Escenarios brumosos, árboles yermos, bosques nevados, cuervos que graznan, calles iluminadas por titilantes luces de gas, asesinatos rituales y mensajes enigmáticos. Esta producción, dirigida por Scott Cooper, lo tenía todo para conquistar el corazón de cualquier amante del misterio y del fanático escritor bostoniano. Sin embargo, más allá de las dos poderosas actuaciones de sus protagonistas, hay elementos que desafinan…
Edgar Allan Poe entró en West Point en julio de 1830. La academia militar tenía vistas al río Hudson y, durante un tiempo, se distinguió por ser buen estudiante. Sin embargo, solo siete meses después, una corte marcial lo juzgó por descuidar sus deberes y desobedecer órdenes.
Poe, el poeta con alma de detective en West Point
El hecho de que Edgar Allan Poe dejara West Point en 1831 fue una bendición para la historia de la literatura. Cuentan sus biógrafos que se le daban mal las matemáticas y que no se ajustaba demasiado a la disciplina militar. Ese periodo suyo en la academia, al lado del río Hudson, no deja de ser una época de lo más interesante. No es de extrañar que Louis Bayard lo usara para escribir su novela.
Lo cierto es que no es la primera vez que se utiliza una representación de Poe ejerciendo un papel detectivesco. Lo vimos también en la interesante película El enigma del cuervo (2012), en la que un magnífico John Cusack se ponía en su tormentosa piel para investigar unos atroces asesinatos basados en sus propios poemas.
Esta producción, al igual que Los crímenes de la academia, se asienta en una posibilidad bastante sólida. El célebre poeta y escritor fue un gran amante de la criminología; de hecho, le debemos a él las raíces del relato detectivesco. Sherlock Holmes, por ejemplo, no existiría si Conan Doyle no hubiera quedado fascinado por su Auguste Dupin en Los crímenes de la calle Morgue o El misterio de Marie Rogêt.
«Los crímenes de la academia» y la búsqueda de sus orígenes
Edgar Allan Poe murió con escasos 40 años y con más sombras que luces en su trayectoria vital. De él guardamos un legado literario excepcional y profundos enigmas alrededor de su persona. La sola idea de vislumbrar algunos periodos concretos de su existencia despierta una gran fascinación y más si hurgamos en sus orígenes, en su juventud.
Los crímenes de la academia (The Pale Blue Eye) se inicia con una visión del valle del Hudson, con sus bosques neblinosos salpicados de nieve, atrapándonos en una atmósfera de sutil misterio. Masanobu Takayanagi, director de fotografía, ofrece a esta película uno de sus mayores atractivos, la de crear un escenario que emana tristeza, embrujo y un maravilloso territorio de lo gótico.
No tardamos en conocer al detective Gus Landor, representado por un Christian Bale habituado como siempre a traernos personajes difíciles, de los que enmascaran oscuros secretos. Aquí no podía ser menos. A él le encargan investigar un supuesto suicidio en esa institución (West Point) de la que guarda rencores y malos recuerdos. No tarda en reclutar a un singular ayudante, a un cadete que le da una pista sobre el asesino que debe buscar: un poeta.
Quitar el corazón de un hombre es traficar con símbolos. ¿Y quién mejor equipado para tal labor que un poeta?
– En Crímenes de la Academia –
Poe y Landor, dos figuras traumáticas
Edgar Allan Poe (encarnado por un perfectísimo Harry Melling) y Landor son dos almas oscuras que conectan al instante. Este último es viudo y vive con el trauma de la desaparición de su mujer. El primero habla con su madre fallecida. De algún modo, el detective es también el propio espejo de lo que en un futuro llegará a ser el propio escritor y poeta bostoniano: un alcohólico que lleva consigo la pérdida de varias figuras femeninas.
Lo mejor de la película es el vínculo entre sus protagonistas, un lazo casi padre-hijo, en el que ambos se retroalimentan. Bien por sus innegables ingenios, bien por su complicidad o por la admiración mutua, los dos hombres construyen un refugio compartido en el que explorar el sufrimiento, la desilusión, la tristeza y hasta la corrupción institucional.
El origen de sus escabrosos universos literarios
Scott Cooper, director de Los crímenes de la academia, es también su guionista. Uno de los propósitos de la película es hacernos intuir el origen de muchas de las obsesiones, historias y figuras literarias que Poe nos legó en sus narraciones. Hay pinceladas que trazan reminiscencias de Los crímenes de la calle Morgue y a más de un personaje de sus cuentos.
Todos estos recursos nos mantienen alerta y nos hacen sonreír. La lástima es que, a pesar de lo jugoso del argumento, de los crímenes rituales y de esos juegos esotéricos y enigmáticos, a lo Dan Brown, al final el espectador puede quedar decepcionado. La narrativa del misterio exige ojos cautelosos que sepan apreciar los detalles, pero la trama no tarda en volverse predecible y hasta superficial.
Nuestra mirada, alentada por la fascinación de sus protagonistas, anhela que hubieran profundizado en más aspectos, en recovecos más estimulantes. Sin embargo, todo queda en una hueca, pero bien adornada de superficialidad.
Un rostro lleno de ángulos y una mente que dejó huella en el mundo
El Poe de Harry Melling hipnotiza por ser todo pómulos, mentón y ojos cavernosos llenos de brío y pasión. No tardamos en darnos cuenta de que ese cadete de West Point, con sus discursos, razonamiento y sensibilidad, es alguien que dejará huella en el mundo.
Sin embargo, intuimos también que pertenece a ese tipo de personas que bailan con la oscuridad y la desesperación. Y, en ocasiones, quienes rozan lo extraordinario terminan en tragedia. Sea como sea, siempre agradeceremos que el cine intente trazar cómo pudo ser la vida de Poe. No es fácil tal empresa, como no lo suele ser tampoco llevar a la pantalla su obra.
Este año tendremos una emocionante oportunidad para comprobar esto último. Mike Flanagan (La maldición de Hill House, Misa de Medianoche) nos traerá una nueva adaptación: La caída de la casa Usher.
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- Wang, H., Chen, Y., & Zhang, Q. (2018). The effects of low and high levels of sadness on scope of attention: an ERP study. Frontiers in Psychology, 9, 2397.