Cuando el miedo es al amor

La persona que teme al amor evita exponerse y mostrarse vulnerable por miedo al rechazo o al abandono.
Cuando el miedo es al amor
Elena Sanz

Escrito y verificado por la psicóloga Elena Sanz.

Última actualización: 08 enero, 2020

Si preguntamos a un grupo de personas cuál es el mejor sentimiento, probablemente muchas de ellas responderán “el amor”. Esa sensación de complicidad, de pertenencia, de apoyo mutuo nos eleva y nos hace sentir plenos e invencibles. No obstante, para algunos individuos esto constituye una auténtica pesadilla. Cuando el miedo es al amor, amar se siente como saltar sin paracaídas: un billete de ida hacia un sufrimiento asegurado.

Para quien teme al amor, sentir es exponerse, entregarse es perderse, dejarse llevar es no poder volver. Esta condición impide el establecimiento o el mantenimiento de relaciones profundas y significativas. El dolor invade la vida de quien se paraliza ante sus sentimientos, pero también del compañero que lucha una batalla perdida.

Filofobia: cuando el miedo es al amor

La filofobia consiste en un temor excesivo e irracional a enamorarse o entrar en una relación afectiva. Como ocurre en el resto de las fobias, el miedo es desproporcionado o injustificado pero persistente en el individuo. Quien la padece evita establecer vínculos íntimos con otras personas por miedo al rechazo o a un posible abandono.

El exponente más claro se encuentra en las relaciones románticas, pero el temor puede aparecer ante otro tipo de conexiones emocionales como la amistad. La persona con filofobia despliega una máscara que mantiene las relaciones en un nivel superficial, asegurándose así no exponer su vulnerabilidad

Entre los síntomas más frecuentes se encuentran la ansiedad al experimentar sentimientos románticos, el aislamiento emocional y las interacciones superficiales. Pero también es común encontrar irascibilidad, impulsividad y conductas sociales irregulares. Y, sobre todo, un sentimiento de gran malestar y absoluto rechazo ante la idea de comprometerse, casarse o formar una familia. 

En definitiva, los sentimientos, la intimidad y la conexión emocional son percibidas como algo negativo y peligroso. Se ponen en marcha diferentes conductas de escape y evitación ante todo lo relacionado o se sufre una ansiedad paralizante cuando se intenta llevar adelante.

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¿Dónde se origina el miedo al amor?

Cada caso en particular cuenta con unos antecedentes diferentes, que dan cuenta del origen de este padecimiento. Cada persona trae consigo una mochila de experiencias dolorosas que han marcado, en mayor o menor medida, sus actitudes presentes. Sin embargo, cuando aparece la filofobia suele estar involucrado el establecimiento de un apego inseguro durante la infancia. 

Cuando un niño nace depende completamente de los cuidados de sus padres, o figuras principales de apego. Son ellos quienes deben proveerle de alimento, protección y afecto. Cuando el pequeño llora y los progenitores acuden a su demanda, este aprende a sentirse amado y seguro. Establece así un vínculo sano basado en la confianza y en el amor.

Por el contrario, cuando los padres son indiferentes a los llantos del pequeño este comienza a sentirse vulnerable. Las figuras de las que depende no son capaces (por el motivo que sea) de cubrir sus necesidades, por lo que se encuentra desamparado. Con el tiempo asimila que no vale la pena expresarse puesto que nadie va a acudir en su ayuda.

Este patrón relacional inseguro se traslada a las relaciones adultas, con especial énfasis en las relaciones de pareja. La persona es incapaz de mostrar, expresar y compartir sus sentimientos. No confía en el afecto y los cuidados de los demás por lo que levanta un muro y se aferra, ferozmente, a su independencia. Para él ser vulnerable es sinónimo de ser débil y de exponerse al rechazo o al abandono.

También es posible que pasadas experiencias dolorosas en relaciones de pareja contribuyan a que se desencadene esta fobia. En cualquier caso, la persona considera los sentimientos como algo sumamente peligroso, que conduce sin duda al sufrimiento. Por lo que trata, a toda costa, de no verse involucrado en ello.

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Sanar la herida

Las consecuencias de la filofobia pueden ser devastadoras para quien la sufre, pues puede terminar viviendo una existencia solitaria. El muro que, cree, le protege, en realidad le aísla y le impide conectarse emocionalmente. Es posible que sabotee relaciones que desea, por el intenso miedo que le generan. Por ello es necesario tomar conciencia de lo que ocurre y cambiar las creencias distorsionadas que se tienen sobre el amor. Sanar la herida de la infancia ayudará a comprender que ese miedo irracional te aleja de la felicidad.


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  • Ainsworth, M. S. (1979). Infant–mother attachment. American psychologist34(10), 932.

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