¿Qué dice la ciencia sobre el amor?

¿Qué dice la ciencia sobre el amor?
Sergio De Dios González

Revisado y aprobado por el psicólogo Sergio De Dios González.

Última actualización: 01 febrero, 2022

Todos tenemos una idea, más o menos formada, de qué es el amor. La mayoría hemos experimentado las emociones que nos invaden cuando nos enamoramos. Pero, ¿qué sucede en nuestro organismo? ¿qué tiene que decir la ciencia sobre el amor? En los últimos años la ciencia ha ahondado en este asunto para descubrir qué nos empuja a enamorarnos y qué procesos se llevan a cabo en nuestro cerebro cuando esto sucede.

El amor tiene un gran impacto en nuestras vidas. Cambia nuestro comportamiento, nuestro humor y la persona en cuestión invade una gran parte de nuestros pensamientos. Incluso, puede interferir en el desempeño de nuestras tareas diarias. El amor desde el punto de vista adaptativo tienen el fin de asegurar la descendencia y su cuidado en los primeros años. Así, según los científicos, facilitaría que nos agrupemos en parejas.

La química del amor

Cuando estamos en la fase del enamoramiento hay una gran implicación de diversos neurotransmisores. La actividad química de nuestro cerebro cambia desencadenando la sintomatología típica. Los neurotransmisores que están más estrechamente relacionados con este proceso son la dopamina, la norepinefrina y la serotonina.

Los niveles de dopamina (DA) y norepinefrina (NE) aumentan mientras que la serotonina disminuye. Las dos primeras están implicadas en los mecanismos de recompensa. Hacen que se focalice la atención en él o ella y se convierta así en el centro de nuestro mundo. El único objetivo es conseguir ser correspondido y recibir la atención de esa persona.

Amor

Esta “bomba química” es muy similar a la que se produce con el consumo de cocaína. Por lo que se puede considerar que la fase inicial de enamoramiento se asemeja a una adicción. La dopamina hace que recordemos detalles minúsculos de la persona, mientras que la NE nos facilita el recuerdo de estímulos nuevos. El descenso de serotonina hace que tengamos pensamientos obsesivos.

Todo ello se retroalimenta con las expectativas que nos formamos de la persona de la que estamos enamorados. Suelen ser expectativas de nuestra vida junto a él o ella. Nos imaginamos paseando, en el cine, cenando y realizando un sin fin de actividades. Idealizamos tanto a la otra persona que la “bomba química” tiene todavía más poder. Ya que los pensamientos influyen en las reacciones fisiológicas.

¿Qué áreas del cerebro están involucradas?

Hay dos áreas cerebrales que son las que tienen una relación más directa con el amor. Estas son el área tegmental ventral (ATV) que produce dopamina y que provoca esa euforia: sensación de plenitud que nos empuja a conseguir nuestras metas. También el núcleo caudado es importante cuando hablamos de amor. Se ocupa de la pasión y es una de las áreas más primitivas.

Mediante neuroimagen, los científicos han sido capaces de detectar actividad en estas áreas en el cerebro de los enamorados. Las áreas involucradas forman parte del sistema de recompensa que hace que centremos todos nuestros esfuerzos en conseguir algo. Además se ha observado que la actividad es parecida a cuando, por ejemplo, comemos chocolate: produce un patrón de activación similar.

La característica adictiva del amor hace que aparezcan la obsesión y la compulsión, siendo la pareja el objetivo de estos comportamientos. Se produce una dependencia emocional, física e incluso un cambio en nuestra personalidad y gustos. Esa sensación de no poder vivir sin esa persona se debe al aumento de dopamina en estas áreas cerebrales.

amor

Deseo, amor y celos

Desear y amar a alguien no es la misma cosa. Aunque cuando amamos a alguien, sobre todo en los primeros años, también le deseamos, desear a alguien no implica amarle. El deseo cuenta con una hormona, la testosterona. Esta testosterona se libera en cantidades mayores cuando estamos enamorados por el aumento de DA y NE que estimulan su producción.

Pero, ¿y al revés? ¿el deseo desencadena el amor? Es posible, pero no seguro. El aumento de testosterona puede provocarlo, aumentando los neurotransmisores relacionados con el amor. Pero cuando mantenemos una relación movida únicamente por el deseo, no nos preocupa que el otro mantenga relaciones con otras personas, cosa que no ocurre cuando estamos enamorados.

Mientras estamos enamorados existe una obsesión por ser amado y analizamos todo lo que hace el otro. Si sentimos que no tenemos la atención del otro, la obsesión puede dar paso a los celos, que no son otra cosa que la prueba de nuestra inseguridad. Los celos tendrían una explicación evolutiva distinta para cada sexo. Las mujeres los sufrirían por el miedo a la crianza en soledad. Los hombres por el miedo a criar una descendencia que no fuera la suya.

Cuando comienzan los celos, aparecen los problemas. Es momento de diferenciar entre amor y apego. Entre libertad y posesión. En ningún caso los celos son un síntoma del amor. Todo lo contrario, reflejan nuestra inseguridad y el falso sentimiento de que la otra persona nos pertenece y “nos la pueden arrebatar”. Es fundamental aclarar que el amor es libertad. Una relación de pareja es un acto de libertad entre dos personas que deciden estar juntas. Nadie pertenece a nadie. Como afirma la monja budista Tenzin Palmo, cuando realmente amamos, nos preocupamos de la felicidad de la otra persona. Pero cuando en lugar de amor, hay apego, lo único que nos preocupa es que nuestra pareja nos haga feliz.

Cuando el amor termina

El rechazo o la ruptura son difíciles de afrontar y el cerebro y los neurotransmisores también toman parte en esta fase. Cuando hay una crisis de pareja, la liberación de dopamina aumenta: esto es porque existe la tendencia a luchar por lo que queremos y conservarlo. Al aumentar la dopamina y no conseguir la recompensa que buscamos se activa la amígdala apareciendo la ira, la primera fase.

La primera fase en la ruptura, la ira hace que haya solo una paso del amor al odio. Dado que el cerebro no se puede permitir tal gasto de energía por un tiempo largo, una vez superada la primera fase, entra la resignación a la pérdida. En esta segunda fase se entra en una profunda tristeza, nos rendimos al hecho de que ya no nos quieren.

Los niveles de dopamina bajan bruscamente, lo que provoca la tristeza y abatimiento. Es una especie de mecanismo catártico que nos prepara para empezar de cero. Señalar también que aunque la duración de la tristeza dependerá de muchos factores – tanto externos como internos- de cada persona, la química cerebral volverá a restaurarse y en un tiempo variable químicamente volveremos a estar preparados para conocer a una nueva pareja.

¿El amor tiene fecha de caducidad?

Es una pregunta difícil de contestar porque tenemos muchos ejemplos para apoyar las dos respuestas, el no y el sí. Aunque la ciencia ha intentado contestar a esta cuestión de la manera más acertada posible, las investigaciones apuntan a que realmente somos monógamos pero de manera sucesiva. Esto es, tendríamos una química cerebral favorable a tener una única pareja, pero durante un tiempo determinado, al rededor de 4 años.

Existe una tendencia universal a cambiar de pareja y a comenzar de nuevo el ciclo del enamoramiento con una nueva pareja, de manera cíclica. Desde el punto de vista evolutivo y adaptativo, tendría la función de conseguir mayor diversidad genética y mayor descendencia, extendiendo el ADN a lo largo y ancho del mundo.

Pero lo cierto es que hoy en día muchos siguen anhelando encontrar una pareja para toda la vida. A pesar de tener algunos hechos biológicos en contra para conseguir tener un compañero de vida no significa que sea imposible. Existen parejas que consiguen que el deseo, la complicidad, el amor y la confianza perduren para siempre. Afortunadamente somos más que una secuencia repetida en la que varían nuestros niveles de neurotransmisores, pasando por los mismos estados una y otra vez.


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