Los efectos de un enfado reprimido

A veces, detrás de un estado de ánimo ansioso o triste lo que hay es un enfado reprimido. Al final, este termina manifestándose de alguna manera, por lo general, muy negativa.
Los efectos de un enfado reprimido
Sergio De Dios González

Revisado y aprobado por el psicólogo Sergio De Dios González.

Escrito por Edith Sánchez

Última actualización: 16 enero, 2022

El enfado reprimido es una condición autodestructiva. Sin embargo, y para no dar lugar a equívocos, tampoco son saludables las explosiones de ánimo. Dejar que la ira tome el control es tan nocivo como no liberar de manera controlada la energía que produce la emoción. Ni explotar ni contener esa energía, como aquel que se sube en la maleta que no cierra para hacer fuerza, suelen ser estrategias afortunadas.

Por lo anterior, hay que aprender a distinguir entre un enfado reprimido y un enfado gestionado. Lo mejor para empezar es identificar su desencadenante; este pude ser un suceso externo, como una agresión, pero también interno, como el recuerdo de una agresión. Este, con frecuencia, es la frustración o el miedo. No se trata entonces de dejar de sentir rabia porque sí, sino de manejarla de forma adecuada cuando se presenta y de ir al fondo del asunto.

Ignorar la ira, o cualquier otro sentimiento, no es una opción saludable. La evasión no solo no resuelve el problema, sino que con frecuencia lo incrementa. Una parte importante del desarrollo personal consiste precisamente en encarar lo que se siente y saber qué hacer con ello.

Entonces, ¿qué significa todo esto? Bueno, sugiere que retener la ira no provoca demasiado daño, que un arrebato ocasional probablemente esté bien y que no importa tanto si uno se enoja o no, sino cómo lo hace y con qué frecuencia”.

-Claudia Hammond-

Mujer enfadada pensando en el enfado reprimido

El enfado reprimido

El enfado reprimido se produce cuando una persona experimenta ira por alguna razón y de forma deliberada deja de expresarla. Esta considera inconveniente hacerlo, ya sea por los patrones sociales imperantes, por temor, por creencias que le inducen a hacerlo o por otras razones.

En ese caso, la energía de la ira no se disipa, queda contenida a tal presión que puede ser muy peligrosa si explota. Además, es posible que eso no solo ocurra una vez, sino en repetidas ocasiones.

Por ejemplo, en las relaciones basadas en la intimidación, bien sean de pareja, laborales, de familia o de otro tipo. En los casos en que la fuente de ira es alguien con quien se tiene un vínculo continuo, lo usual es que se presente una cadena de enfados, que dan origen a un gran enfado reprimido.

Este tipo de sentimientos se pueden reprimir, pero eso no significa que desaparezcan. Lo que sí sucede con mucha frecuencia es que la hostilidad  tiende a volcarse sobre uno mismo y termina provocando síntomas psicológicos o físicos. Una persona puede llegar a enfermar por esta causa.

Las consecuencias del enfado reprimido

El enfado no es algo que solo exista en la mente. Cuando se experimenta ira, también se producen una serie de efectos fisiológicos que cambian la manera de funcionar del organismo. Entre las modificaciones más visibles se encuentran las siguientes:

  • Se incrementa la presión sanguínea.
  • Se acelera el ritmo del corazón.
  • Aumenta la producción de adrenalina, lo cual altera el equilibrio del organismo.
  • Hay desequilibrio en el sistema inmunitario.
  • El sistema muscular crece y se torna más rígido.
  • La respiración se acelera.

Todo ello, especialmente si se experimenta con mucha frecuencia, puede hacer que una persona sea más propensa a desarrollar algunas enfermedades. Por otro lado, al explotar, la persona suele perder por completo su autocontrol.

En el caso del enfado reprimido, lo que sucede es que el sentimiento de ira tarda más en disiparse. Tiende a prolongarse y, al mismo tiempo, a mantener al organismo en ese estado de desequilibrio que ya se describió.

El punto es que lo propio del ser humano es expresar y por eso toda represión es fallida. La ira terminará encontrando una vía de manifestación, por lo general, a través del cuerpo.

Madre e hija enfadadas

Tramitar la ira

No está mal sentir ira. Es una respuesta normal frente a una amenaza y forma parte del instinto de supervivencia. Sin embargo, también la ira puede convertirse en un patrón cuando una persona vive a la defensiva; es decir, cuando siente miedo con demasiada frecuencia. También cuando ha hecho de la intolerancia una bandera para sortear sus inseguridades.

Un enfado reprimido puede llevar a fuertes depresiones. La ira que no se logró manifestar se devuelve, por efecto de rebote, y termina dirigida hacia uno mismo. En esas condiciones, una persona empieza fustigándose y termina desinteresándose de todo. Muchas veces eso se debe a que la persona que genera la rabia es alguien muy amado y se considera inaceptable tener expresiones de agresividad hacia ella.

Es importante aprender a aceptar los propios sentimientos. Decirse a uno mismo “estoy enojado” es el comienzo. Sentir ira es positivo, en principio. Es un mecanismo de alerta y es importante escucharlo. Lo que sigue es tramitar esa señal para que no se convierta en un factor que haga daño a otros o a nosotros mismos. Nadie sabe esto al nacer, pero se puede aprender cuando cada persona lo decida.


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