El maquinista: un año sin dormir

Los thrillers psicológicos tienen la habilidad de sorprendernos, de fascinarnos y de sumergirnos en lo más oscuro y complejo de la mente humana. En esta línea, El maquinista es una película que alberga un incómodo descubrimiento y que ahonda en la mente de un protagonista con el que difícilmente podremos empatizar.
El maquinista: un año sin dormir
Leah Padalino

Escrito y verificado por la crítica de cine Leah Padalino.

Última actualización: 11 octubre, 2022

A Christian Bale no parecen importarle demasiado los cambios físicos. El año pasado nos sorprendía aumentando de peso para ponerse en la piel de Dick Cheney en El vicio del poder. Pero esta no fue la primera vez en la que Bale se sometía a un cambio drástico de imagen, en el año 2004 y de la mano del cineasta Brad Anderson, aparecía en cines El maquinista, un thriller psicológico en el que Bale no solo estaba irreconocible, sino que lograba disgustar a buena parte del público.

La extrema delgadez que requería el personaje de Trevor Reznik incomodaba enormemente a la audiencia. Ese aspecto físico, en realidad, no era más que un reflejo del atormentado interior del personaje principal del filme. Un filme en el que todo gira en torno a Reznik, a un misterio o conspiración contra él. A una vida con la que el espectador no sabe si empatizar o distanciarse.

Trevor trabaja como operario en una fábrica y lleva un año sin poder conciliar el sueño, es un personaje al que cuesta acercarse y produce bastante rechazo tanto en el espectador como en su ambiente de trabajo. Tras un grave accidente en la fábrica, la vida de Trevor dará un giro inesperado que conducirá al protagonista por un sendero hostil entre la cordura y la locura.

El maquinista es un filme que ahonda profundamente en la psique de su protagonista, que poco a poco nos irá desvelando por qué es tan extraño, por qué no logra conciliar el sueño desde hace un año…

En este artículo, trataremos de no hacer spoilers por si no has visto la película, pero es posible que desvelemos algún pequeño secreto de la trama.

¿Qué le pasa al protagonista?

Esta es la pregunta que ronda la mente del espectador. Estamos acostumbrados a empatizar con los personajes, a que despierten cierto interés en nosotros sean buenos o malos. No es que Trevor Reznik no despierte interés, es que no sabemos si queremos que sus planes lleguen o no a buen puerto, no sabemos si confiar en él.

Desde los primeros minutos de metraje, vemos a un hombre absolutamente deteriorado físicamente,su delgadez extrema y su falta de sueño dibujan un rostro cadavérico que claramente indica algún problema. No tardaremos en darnos cuenta de que, a Trevor, algo le pasa; que la falta de sueño ha hecho mella en él, pero no sabemos qué le impide conciliar el sueño. Y en esa duda, reside la magia de El maquinista.

En tono de thriller que, en ocasiones, termina por abrazar el terror, el espectador se deja llevar por una narración incómoda, oscura y trágica en la que las piezas del rompecabezas parecen difusas.

No sabemos si Iván, el nuevo operario que atormenta a Trevor, es real o producto de su imaginación; tampoco comprendemos bien su relación con las dos mujeres que marcan su vida: María, una camarera y Stevie, una prostituta con la que Trevor tiene una estrecha relación. ¿Las conoce de siempre? ¿Sienten lástima por Trevor?

Poco o nada sabemos de su pasado y, aunque la película arranque con una escena final, la narración nos va dando pistas de manera gradual. Bien es cierto que el hecho de que aparezca en su nevera un juego del ahorcado dificulta un poco la credibilidad, pero es efectivo al aumentar el interés. Trevor va encontrando post-its en su apartamento con dicho juego y él tratará de completarlos.

El espectador no tardará en especular y en pensar que todos los problemas que van apareciendo en la vida del protagonista derivan de su insomnio. Algo va mal, algo falla y algún tipo de problema profundo afecta emocionalmente a Trevor, pero no logramos descifrar de qué se trata. ¿Cómo ha llegado hasta aquí? ¿Siempre ha sufrido insomnio, siempre ha sido un hombre atormentado?

La película no da demasiadas pistas, aunque no es difícil averiguar que algún episodio traumático ha derivado en este extraño comportamiento.

Hombre hablando con una mujer

En la puesta en escena está la clave

En todo momento, el filme se mueve en un entorno monocromático, los tonos fríos, grises y azules impregnan la pantalla. De alguna manera, estos colores evocan cierta sensación de desconfianza, angustia e incomodidad en el espectador. No son verdes vivos, sino turbios, como el color que asociamos a las aguas estancadas. La representación de los tonos verdes despierta en nosotros un sentimiento de rechazo, traición o manipulación.

En cierto modo, ese tono verde apagado, grisáceo y sucio se corresponde con la verdad de Trevor, con una manipulación mental a la que está siendo sometido, aunque desconocemos de dónde proviene. No podemos comprender si es Iván, alguna de sus amigas o el propio personaje quien ejerce presión sobre su mente.

Lo mismo ocurre con los tonos azules, una constante a lo largo del filme, pues lejos de ver un azul vivo, observamos un azul turbio que evoca lo onírico, el mundo de los sueños, ese mundo que Trevor es incapaz de alcanzar.

El azul se puede interpretar como un engaño a los sentidos, como la falsedad por su propia vinculación con los sueños. En este sentido, lo que estamos viendo no es del todo real, sino una especie de espejismo de la realidad.

Colores ilusorios, turbios e incómodos dibujan el escenario por el que se mueve un personaje extraño, taciturno y lleno de misterios. Asimismo, la noche cobra especial importancia y también lo hace el entorno laboral, un entorno que se presenta como hostil y demasiado mecánico. Todas estas connotaciones negativas en lo visual acentúan la intriga del filme, sirven como un elemento más en la narración y aportan sensaciones al espectador.

Igualmente, no tardaremos en darnos cuenta de que la mente de Trevor suele jugarle malas pasadas. Entre olvidos y visiones engañosas, se ve envuelto en una persecución, en una lucha con su propio yo. En este punto, cabe preguntarse si la clave se encuentra en un trastorno de estrés postraumático, si Trevor, en realidad, es víctima de sí mismo, de ese pasado que desconocemos y de algún hecho que le impide conciliar el sueño.

Trevor en El maqinista

El maquinista, el terror está en la mente

Tal y como venimos apuntando, lo más espeluznante del filme es el propio protagonista y los extraños sucesos que tienen lugar en su apartamento a raíz del accidente en la fábrica. Nuestra mirada mantiene, en todo momento, la incertidumbre; dudamos del protagonista y, al mismo tiempo, queremos descubrir algo positivo en él. Desconocemos el origen de los problemas que rodean a Trevor.

Todo parece apuntar en una misma dirección: la mente humana, la fragilidad de la misma. Lejos de creer en conspiraciones extrañas, adoptamos una postura que señala como culpable a la mente del protagonista.

En cierta medida, todos hemos sufrido en alguna ocasión los problemas que acarrea una noche sin dormir y, en este sentido, podemos hacernos a la idea del conflicto que desencadena pasar un año con insomnio constante.

¿Hasta qué punto nos engañan los sentidos? ¿Hasta qué punto la falta de sueño puede afectarnos en nuestra vida cotidiana? El espectador tratará, en todo momento, de descifrar las claves del enigma. Un enigma que se manifiesta en forma de juego del ahorcado y que Trevor rellenará siempre a lápiz, salvo en el momento en el que comprenda la verdad, que lo hará con un rotulador permanente, siendo este un giro decisivo en el camino a la aceptación y superación del problema.

El maquinista apela a aquellos terrores que distan mucho de lo sobrenatural. Los mecanismos de defensa de la mente del protagonista interfieren en un relato que es percibido casi en primera persona. Vemos lo que Trevor ve, lo que Trevor siente y, aunque desconfiemos, es la única verdad que tenemos ante nuestros ojos.

El maquinista es un filme que bebe de obras como El Doble (1846) de Dostoyevski y de filmes como El quimérico inquilino (1976) de Roman Polanski.

En definitiva, estamos ante una película que adopta, en clave de thriller, una historia aterradora en la que todo gira en torno a un ser humano y su mente, su psique. La cinta no nos deja indiferentes y, aunque resuelve de forma efectiva el problema, provoca la duda y el desconcierto en el espectador.

 


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