El Síndrome de Simón: soltero e inmaduro

El Síndrome de Simón define un perfil de hombres que ensalzan solo su propia persona, que no se comprometen afectivamente y que solo buscan el éxito social.
El Síndrome de Simón: soltero e inmaduro
Sergio De Dios González

Revisado y aprobado por el psicólogo Sergio De Dios González.

Escrito por Yamila Papa

Última actualización: 18 agosto, 2022

Vivimos en una época donde es común poner “etiquetas” a casi cualquier comportamiento o perfil que se repita con cierta frecuencia. El Síndrome de Simón es uno de esos ejemplos. Es una nomenclatura (que sin tener evidencia clínica) se ajusta a una nueva modalidad masculina de este siglo XXI.

Podría decirse que es una variable del llamado síndrome de Peter Pan. Es decir, que el síndome de Simón se señala cuando un hombre de entre 28 y 38 años solo quiere divertirse, no se compromete emocionalmente y cambia casi a cada instante de intereses y ocupaciones sin llegar a “sentar cabeza”, como se dice habitualmente.

El mito del Narciso se cumple a la perfección con este personaje que ahora llamamos Simón. Cada una de las letras de su nombre es un acrónimo y una característica de su personalidad: S de soltero, I de inmaduro, M de materialista, O de obsesionado por el trabajo y N de narcisista.

Creo que la madurez real, que la mayoría de nosotros nunca alcanza, es cuando te das cuenta de que no eres el centro del universo.

-Katherine Paterson-

El síndrome de Simón, ¿cómo son las personas que lo padecen?

El psiquiatra Enrique Rojas lo define como el hombre light de nuestro milenio. Otros especialistas hablan de este síndrome como mera falta de compromiso hacia las relaciones afectivas. Sin embargo, desde un punto de vista social, cabe señalar que otros muchos especialistas señalan que podría definir tanto a hombres como mujeres.

Es más, hay quien señala que este perfil podría ser el resultado del “síndrome del emperador“. Es decir, personas que en su infancia se educaron sin tener límites, eran niños caprichosos y claramente autoritarios con sus padres. Veamos, por tanto, las características que lo definen.

gastar dinero

 

1. La soltería

Podemos definir la soltería como ausencia de pareja estable o compromiso serio. Para muchos, estar solos es algo que se ha ido revalorizando con el tiempo, algo positivo donde no se tiene por qué necesitar a alguien con nosotros para ser felices, sentirnos completos o realizados.

hombre soltero

Este es un aspecto, pero en su reverso, está el síndrome de Simón. En este caso, dichos jóvenes tienen una idea algo errónea de lo que es la libertad, ya que piensan que estar en pareja es lo mismo que vivir encerrado en una jaula. Perder su situación de “soltero” por un amor no es algo que les interese demasiado.

2. La inmadurez

La inmadurez en la persona con el síndrome de Simón se relaciona directamente con el aspecto sentimental. Es decir, no solo evitan el establecer una relación madura y estable, sino que, además, son incapaces de amar de manera auténtica, segura, con compromiso, valentía y respeto.

No se dan siquiera la posibilidad de descubrir qué es estar enamorado, entregarse por completo y tener un proyecto en común con alguien. Solo pueden amarse a sí mismos y, aunque puede tratarse de personas con muchas habilidades profesionales, suelen tener muy pocas habilidades emocionales.

Bajo todo esto podríamos decir que sienten un temor muy grande a comprometerse con alguien (en el sentido de empezar una relación formal). La sociedad actual está creando muchos de estos “Simones”, hombres que se centran solo en su trabajo, sus amigos, sus estudios y su diversión.

3. Materialistas: la emoción y el consumo de lo nuevo por encima de la estabilidad

Los que están incluidos dentro del “Síndrome de Simón” a su vez no buscan una persona para formar pareja, sino que están obsesionados en triunfar laboral y profesionalmente, recorrer el mundo, cuidar su cuerpo y pasarlo de bien. Prefieren la emoción del momento, a la seguridad de lo estable.

No les importa sacrificarse por completo para escalar posiciones en su trabajo y suelen contar con un ego casi infinito. Puede que vivan solos o con sus padres, pero nunca en pareja. Gastan sus sueldos únicamente en satisfacer sus deseos y gastan todo lo que tienen. Además, no ahorran ni les preocupa su seguridad económica futura más allá de mantener su puesto de trabajo.

3. La obsesión por el éxito

La prioridad número uno para quien padece el Síndrome de Simón es tener la posición económica adecuada. ¿Para qué? Pues para gastar ese dinero en lo que le dé placer y permita vivir el día a día al máximo, como si no existiera un mañana.

hombre llegando al éxito

El hecho de tener cierto poder económico les hace pensar que tienen algo de invulnerables, que nada malo les puede ocurrir. Que la vida está para disfrutarla al 100% y que no hay gusto que no pueda darse, desde comprarse un traje costoso a irse de vacaciones con amigos durante un mes al Caribe.

4. El narcisismo

Cuando hablamos de narcisismo debemos distinguir dos realidades. La primera es el trastorno de la personalidad narcisista, el cual, según un estudio llevado a cabo en la Universidad de Belmont, Massachusetts, afectaría a solo un 1 o 2 % de la población.

Por otro lado, están quienes solo presentan unas características, conformando así un estilo de personalidad (pero no un trastorno). El síndrome de Simón define este último estilo.

Pueden pasarse horas haciendo pesas en el gimnasio,  pasar por el quirófano y hacerse algún que otro “arreglo”, orquestar un tipo de vida que en esencia, busca solo ensalzar su imagen.

Para concluir, a todos nos vendrá ahora la siguiente pregunta: ¿y qué ocurre con las mujeres? ¿También pueden ser un “Simón”? Claro que sí, pero en ese caso, se llamarían “Laura”, es decir, L de liberada, A de autónoma, U de universitaria, R y A de racionalizar el amor. ¿Conoces a alguien con estas características?


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  •  Rooney, Gene (1994) The Simon syndrome. L.E.A.D. Consultants
  • Elsa, R., & Gunderson, J. (1989). Descriptive studies on narcissistic personality disorder. Psychiatric Clinics of North America12(3), 585-601.

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