Emociones intraducibles: sensaciones difíciles de explicar

Seguro que a ti también te ha pasado: a veces experimentas sensaciones que no puedes explicar con palabras. Las emociones intraducibles definen una realidad muy común. Profundizamos en ellas.
Emociones intraducibles: sensaciones difíciles de explicar
Valeria Sabater

Escrito y verificado por la psicóloga Valeria Sabater.

Última actualización: 29 abril, 2022

Todos experimentamos sensaciones muy difíciles de explicar, de poner en voz alta y aún menos de describir con palabras. Las emociones intraducibles son estados que uno no sabe muy bien cómo definir. Esto sucede porque o bien se carece de la habilidad para expresarlas o porque no existen términos en el propio idioma. Ambas realidades son igual de comunes.

Ejemplo de ello es el niño de tres o cuatro años que estalla en rabietas, lloros y frustaciones porque carece aún de una adecuada inteligencia emocional. Sabe que está sintiendo muchas cosas a la vez, pero no puede y no sabe decir en voz alta qué es lo que le sucede. Adquirir una adecuada solvencia en el vocabulario de las emociones nos facilita la vida y hasta la convivencia.

Ahora bien, a menudo también aparece un fenómeno no menos interesante. Cada uno de nosotros lidiamos con experiencias psicofísicas que cuestan interpretar y comunicar porque no hay términos que los describan en nuestra lengua. Dicho de otro modo, hay estados para los cuales no existen entradas en nuestros diccionarios.

Como muestra ilustrativa, en alemán, podemos encontrar palabras como sehnsucht. Significa ‘anhelos de vida’ y define el deseo de otras realizaciones de vida, de otros propósitos existenciales, aún sabiendo que son inalcanzables. Algo que, sin duda, la mayoría hemos sentido alguna vez, pero que en español no sabríamos como etiquetar o describir sin recurrir a más de una frase.

Chico pensando en las emociones intraducibles
Desarrollar un buen vocabulario emocional nos permite poder expresar en palabras buena parte de nuestras sensaciones.

Emociones intraducibles, sensaciones sin palabras que las contengan

A las personas nos puede costar más de una década desarrollar de una adecuada conciencia emocional. La capacidad para reconocer las propias emociones y las de los demás, discernir entre todo el espectro de sentimientos y saber cómo etiquetarlos requiere tiempo. Tanto es así que son muchos los que llegan a la edad adulta sin lograrlo. Porque, al fin y al cabo, esta aptitud no va de edad, sino de habilidades personales.

Ahora bien, hay un hecho innegable: lo que podemos etiquetar con algún término nos permite comprender mucho mejor lo que nos sucede. Es ahí donde entra en valor el idioma. Disponer de una serie de palabras que ya describen por sí mismas diferentes estados de ánimo nos confiere alivio y facilita la autorregulación.

Sin embargo, y esto nos ha pasado a todos, hay veces que se arremolinan en nosotros extrañas sensaciones que no encuentran un canal expresivo. No encontrar el molde de un sustantivo al que acogerse, como “miedo”, “tristeza” o “pesadumbre” provoca frustración. Por ello, denominamos emociones intraducibles a esos estados internos que no podemos trasladar en palabras.

Ser capaces de expresar las propias emociones en palabras se asocia a experiencias más positivas y también a una mejor habilidad para adaptarse a factores estresantes. 

Emociones más allá del lenguaje

Una de las tareas más esenciales de todo padre, madre y educador es desarrollar la capacidad lingüística de los niños en materia emocional. Comprender palabras como “alegría”, “enfado”, “miedo” o “asco” les permite a los pequeños comprender cómo se sienten en determinados momentos.

Ahora bien, no todos los estados emocionales caben o están presentes en cada idioma. Y este tema resulta cuanto menos tan singular como fascinante. Por ejemplo, el japonés es esa lengua que designa y describe estados emocionales tan sutiles como extraordinarios. Esos que hemos sentido muchas veces, pero que somos incapaces de clarificar porque no existen en nuestra lengua.

Ahí tenemos términos como natsukashii, una mezcla entre nostalgia, alegría y hasta tristeza a la vez por lo vivido con intensidad en el pasado, y que ya no volverá a ser. También shinrin-yoku, que define la sensación placentera de pasear y disfrutar de un “baño” de bosque.

Hay emociones intraducibles que, por lo general, no hallan su referente en las lenguas indoeuropeas. Sin embargo, en el mundo oriental se encuentran terminologías de lo más surtidas para evidenciar sentimientos y emociones altamente complejos.

En busca de una lexicografía intercultural

La universidad de Harvard publicó hace unos años un estudio vinculado a las emociones intraducibles. Algo evidente es precisamente esa inmensa variedad en la lexicografía intercultural. En cada idioma existente en nuestro planeta, se cristalizan a menudo palabras que describen realidades psicológicas que, aunque son universales, no son accesibles en cada registro lingüístico.

Por ejemplo, en inuit encontramos la bellísima palabra iktsuarpok, que describe la anticipación que uno siente cuando espera a alguien querido. Esa experiencia emocional la hemos sentido todos, pero no todos podemos expresarlo en una palabra porque no existe en nuestros diccionarios. En este trabajo se profundizó en algo tan ilusionante como prometedor.

Sería interesante enriquecer nuestro paisaje emocional aprendiendo términos como estos. Integrar en nuestro lenguaje palabras de otras lenguas para describir cómo nos sentimos sería algo positivo y terapéutico.

Las personas etiquetamos lo que sentimos porque hemos aprendido una serie de palabras que se ajustan a esos estados. Sin embargo, hay muchas más experiencias que no sabemos explicar y de las que a veces no somos plenamente conscientes porque no hay términos que las contengan.

Hombre y mujer hablando al aire libre hablando de las emociones intraducibles
Cuando no podemos expresar en palabras nuestras emociones, recurrimos a la granularidad: buscar sinónimos.

Las emociones intraducibles y la granularidad

Todos experimentamos emociones intraducibles. Cada uno de nosotros sentimos a diario sensaciones que se arremolinan y que cuesta definir. Entonces, ¿qué hacemos cuando no podemos describir cada sentimiento o emoción? Recurrimos a la granularidad. Se trata de un recurso en el que usar varios sinónimos para definir un estado concreto.

Uno puede hablar con un amigo para decirle que ese día siente, por ejemplo, una mezcla de nostalgia y tristeza por algo que, en realidad, nunca ha sucedido. Esa descripción tan desconcertante tiene un término en portugués (saudade).

En esencia, aunque el ser humano lidie a menudo con emociones que no tienen traducción, nos las ingeniamos para transmitirlas a los demás de varias formas. Y eso también es positivo. Porque lo importante, es comunicar, desahogar, compartir…


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