Estado de ánimo y emociones: ¿en qué se diferencian?

¿Sabrías diferenciar entre tu estado de ánimo y las emociones que puedes estar sintiendo? Parecen lo mismo, pero en realidad no lo son. Ambas trazan particularidades que definen cómo te sientes en tu día a día.
Estado de ánimo y emociones: ¿en qué se diferencian?
Valeria Sabater

Escrito y verificado por la psicóloga Valeria Sabater.

Última actualización: 07 abril, 2022

Parecen lo mismo, pero no es así. Estado de ánimo y emociones trazan dos fenómenos muy similares, pero distintos a la vez. Esa particularidad que limita cada dimensión nos permite conocer mucho mejor nuestro comportamiento, nuestro estado mental y la forma de interaccionar con el entorno. En realidad, aquello que sentimos lo es todo.

Podríamos decir que la principal distinción entre una realidad y otra es el tiempo. Las emociones pertenecen al cuerpo y son las primeras en aparecer; lo hacen muy rápido. Más tarde llega la representación mental de las mismas, es decir, los sentimientos. Por último, acontece una fase más compleja en la que se pueden combinar muchos de estos sentimientos, dejándonos ya la impronta de un estado de ánimo concreto.

Como podemos intuir, se trata de un proceso sofisticado que nos anima en una dirección u otra. Mientras unas parten de reacciones psicofisiológicas a estímulos concretos, el otro es más generalizado y depende de múltiples factores que no siempre podemos identificar.

Por ejemplo, podemos llevar unos días con un estado de ánimo irritable y no saber muy bien la razón. Comprender la diferencia entre una dimensión y otra nos facilitará gestionarlas mucho mejor.

“Nosotros experimentamos las emociones como nos suceden, no como las hemos elegido”.

-Paul Ekman-

mujer experimentando Estado de ánimo y emociones

Diferencias entre estado de ánimo y emociones

¿Cómo te sientes últimamente? ¿Apagado, sin muchas ganas de nada y apesadumbrado quizá? Al responder a esta pregunta tan simple ya estaremos hablando de nuestro estado de ánimo. Bien es cierto que las emociones colorean nuestra vida, pero el estado de ánimo le ofrece una tonalidad más estable y persistente. La emoción es una pincelada puntual originada a raíz de un estímulo.

Siempre es interesante recordar que cuando hablamos de estos temas, es imprescindible nombrar a toda una referencia en este campo. El psicólogo Paul Ekman explicó las diferencias básicas entre estas dos dimensiones en su libro The Nature Of Emotion. De este modo, lo primero que debemos entender es que la mala comprensión y la gestión de las mismas nos puede jugar malas pasadas.

Como dijo Daniel Goleman, el autocontrol emocional es la base de todos los logros. Ahora bien, dicho autocontrol requiere de un buen conocimiento en esta competencia. Comprender qué nos pasa y por qué nos permitirá regular lo que nos sucede para conseguir lo que queremos en cada momento. Veamos ahora esas diferencias entre estado de ánimo y emociones.

1. Finalidad: quién es quién

¿Para qué sirve cada una de esas dimensiones? Sabemos que las dos pertenecen al territorio de los afectos y que determinan el bienestar o el malestar mental. Sin embargo, cada una cumple un fin concreto:

  • Las emociones tienen como finalidad facilitar nuestra adaptación ante los eventos (estímulos) del entorno. Por tanto, definen una respuesta psicofisiológica inmediata ante un estímulo concreto, y lo hace liberando una serie de neurotransmisores.
  • El estado de ánimo es una mezcla de emociones y sentimientos acumuladas durante días. Es decir, se trata de un estado en el que se combinan el malestar o bienestar mental, emocional y físico. No hay ninguna finalidad en este tipo de experiencias multifactoriales, son más bien una reacción temporal a una acumulación de sensaciones psicoemocionales que debemos comprender.

2. La duración: las emociones son más rápidas y fugaces

Señala Paul Ekman que las emociones son sensaciones intensas, pero breves, que pueden durar unos segundos o unos pocos minutos. Ahora bien, los estados de ánimo nos acompañan durante horas e incluso días. Todos hemos pasado por esas épocas en las que nos sentíamos más alicaídos o motivados, llenos de energía.

Asimismo, si arrastramos durante varias semanas o meses un estado de ánimo apático o desesperanzado, estaríamos hablando de un trastorno afectivo (bien estacional, un trastorno depresivo como una distimia, etc.)

3. Los desencadenantes: ¿qué origina el estado de ánimo y las emociones?

La Universidad de Canterbury Christ Church realizó un estudio para comprender la diferencia entre el estado de ánimo y emociones. Una de las cuestiones que determinaba la aparición de una y de otra son los desencadenantes.

La teoría James-Lange propone que el origen de las emociones se relaciona con nuestras reacciones fisiológicas ante los estímulos.

Por ejemplo, al llegar al trabajo, veo que el ordenador no arranca. Mi reacción emocional es la tensión y tras ella, el enfado o la frustración porque las medidas que tomo no dan resultado. Ahora bien, el desencadenante que da forma a nuestro estado de ánimo es complejo y va apareciendo con el tiempo; no es inmediato. En él, se combina un estado mental concreto, una serie de emociones que vamos sintiendo día tras día (que se acumulan) y también nuestro estado físico.

En ocasiones, factores como el estrés en el trabajo, la preocupación, la falta de ejercicio y la mala alimentación trazan un estado de ánimo desesperanzado y negativo. A todos nos es conocida esta realidad.

mujer sintiendo el estado de ánimo y emociones

4. ¿Cómo se regulan?

Las emociones son respuestas psicofisiológicas. Alteran nuestros pensamientos, pueden nublar nuestra atención, generarnos tensión muscular, dolor de estómago… Todas esas reacciones suceden muy rápido, pero el problema es que nos podemos dejar llevar por ellas y emitir una respuesta desajustada. Por ejemplo, decir algo poco respetuoso cuando nos enfadamos.

Para regular una emoción, lo primero que debemos hacer es no dejarnos llevar por ella de manera instintiva sin antes haberla analizado y tomado contacto con ella para comprenderla. Porque su finalidad es sencilla: ayudarnos a adaptarnos mejor a nuestro entorno. Si estoy enfadado, debo resolver esa situación injusta, no dejarme llevar por ella.

Ahora bien, los estados de ánimo requieren de un trabajo psicológico más delicado, profundo y mantenido en el tiempo. Son como una botella llena de muchos ingredientes que debemos analizar antes de que se desborde o estalle.

Si me siento desesperanzado, debo comprender qué hay detrás de ese estado. Tal vez haya un exceso de preocupación, de emociones descuidadas y de hábitos de vida que deberíamos cambiar. De eso se trata al fin y al cabo, de situar la mirada en el interior para comprender, para realizar cambios, para conocernos mejor y darnos lo que necesitamos.


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    • Thagard, P., & Schröder, T. (2014). Emotions as semantic pointers: Constructive neural mechanisms. In L. F. Barrett & J. A. Russell (Eds.), The psychological construction of emotions (pp. 144-167). New York: Guilford.

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