Familias emocionalmente inteligentes: ¿cómo son?

Las familias emocionalmente inteligentes son aquellas que respetan las necesidades de sus miembros y trabajan juntas en empatía y confianza mediante una buena comunicación.
Familias emocionalmente inteligentes: ¿cómo son?
Valeria Sabater

Escrito y verificado por la psicóloga Valeria Sabater.

Última actualización: 25 junio, 2021

Las familias emocionalmente inteligentes son los engranajes casi perfectos que hacen que una sociedad funcione. Gracias a esas buenas herramientas de gestión emocional transmitidas se edifican mentes y personas que saben convivir, que ejercitan el respeto, la comunicación asertiva, la buena resolución de los problemas y esa empatía que une puentes y sentimientos.

No es una exageración; es un hecho. Cuando en un hogar habita ese clima emocional en el que discurre la confianza, el respeto y la empatía, los niños desarrollan valías emocionales y sociales de gran utilidad. Crecer en un escenario emocionalmente nutritivo confiere raíces, fortalezas, esperanzas y seguridad personal. Nada es tan importante en la vida de una persona como estos pilares.

Sin embargo, como bien sabemos, no todos los progenitores son hábiles en esta materia. A veces, aún pensando que se les ofrece a los hijos lo mejor, podemos estar descuidando lo que más necesitan. Ejemplo de ello es focalizar la educación en lograr que sean los más brillantes e inteligentes, pasando por alto la necesidad de ser niños, jugar y disfrutar del aquí y ahora sin presiones.

El bienestar emocional de los hijos es más trascendente que focalizarnos en exclusiva en potenciar su cociente intelectual.

escena para representar a las familias emocionalmente inteligentes

Los 5 pilares de las familias emocionalmente inteligentes

Podríamos dar muchos ejemplos sobre las dinámicas en materia emocional que acontecen a diario en el seno de muchas familias. La más común es aquella que parte de la represión y la negación. Es común educar a los hijos en el no llores, no grites, cállate y no te enfades” o en el clásico “eso que te pasa es una tontería, ya eres mayor para estas cosas”.

Lo curioso es que los progenitores que inoculan en los más pequeños estas ideas también las practican. Son parejas en las que no está presente la comunicación emocional, esa con la que poder expresar necesidades y preocupaciones de manera asertiva y respetuosa. Por tanto, algo que debemos entender primero es que los niños rara vez demostrarán algo que no ven.

Es decir, si no aprecian en sus progenitores una comunicación fluida, espontánea, rica en palabras, emociones y empatía es muy probable que ellos tampoco lo apliquen. El modelado también es clave en la inteligencia emocional: imitar lo que vemos es un pilar indiscutible en la crianza y la educación.

Asimismo, hay otro hecho decisivo que debemos considerar. Estudios como los realizados en la Universidad de Málaga (España) nos recuerdan que salud mental e inteligencia emocional van de la mano. Aquellos niños que son educados en este contexto evidencian un mejor bienestar psicológico. Veamos cuáles son las dimensiones que definen a las familias emocionalmente inteligentes.

1. Saber escuchar sin prisas, sin juicios y con respeto

Como adultos, solemos minimizar las emociones y las preocupaciones de los niños. Casi sin darnos cuenta acabamos diciéndoles aquello de “eso no es nada”, restando importancia a lo que sienten los pequeños. Es necesario que dejemos a un lado esa costumbre. También el impulso natural de querer sofocar o resolver al instante todo problema que experimentan nuestros hijos.

El primer paso es procurar que nos expliquen qué sienten, qué les pasa y qué piensan. Para que lo hagan con naturalidad debemos crear un clima de aprecio y respeto. Saber escuchar sin interrumpir y dándoles seguridad en todo momento facilita que vayan adquiriendo habilidades comunicativas y de desahogo.

2. Los padres se cuidan emocionalmente a sí mismos

Las familias emocionalmente inteligentes están formadas por miembros hábiles en estas competencias. Es decir, no se trata solo de educar a los hijos en esta materia. Si un padre o una madre no se cuida a sí mismo en el aspecto emocional, tendrá poco que ofrecer a los suyos.

Por ello, es importante monitorearnos a nosotros mismos para atender a aquello que necesitamos y manejar el estrés cotidiano sin olvidar practicar ese autocuidado tan necesario.

3. Se enfocan en la conexión significativa

Hay algo que tienen claro las familias emocionalmente inteligentes. Ser una unidad familiar no significa solo convivir bajo un mismo techo, es por encima de todo crear conexiones significativas entre sus integrantes. Es saber cómo está la pareja, preocuparse por comprender qué sienten y qué necesitan los hijos en todo momento.

A esto hay que añadir la capacidad de comunicar de forma eficaz, empatizar, tomar conciencia de las emociones de los demás miembros de la familia y actuar en consecuencia.

4. Ven las emociones difíciles de los hijos como oportunidades para ofrecer aprendizajes

Las rabietas no son el fin del mundo. Un enfado, un llanto o una frustración no son estados de los que rehuir o dejar para después de la cena. Las familias emocionalmente inteligentes ven en las emociones negativas de los niños instantes para sentir empatía.

Saben que los niños están en esa etapa en la que las emociones los superan. Si hay algo que tienen claro es que como padres deben guiarles en esa autorregulación y comprensión de lo que sienten.

El primer paso es ayudarles a identificar qué están sintiendo. El segundo consiste en darles estrategias para manejar esas situaciones y no dejarse llevar de manera impulsiva por las emociones difíciles. Y aunque son conscientes de que este trabajo lleva tiempo, saben que es su función.

Educar en emociones es una de las tareas más decisivas que tienen los padres. Esto garantizará el bienestar psicológico de los hijos a corto y largo plazo.

Madre cogiendo en brazos a su hijo representando a las familias emocionalmente inteligentes

5. Las familias emocionalmente inteligentes desarrollan la motivación intrínseca en los niños

Algo que se aplica con frecuencia en el día a día de los niños son los refuerzos por recompensas. El portarse bien, realizar determinadas tareas o sacar buenas notas se orienta siempre a premios que el niño ansía alcanzar. Con ello, lo que se logra es que los pequeños no desarrollen el placer por ver los logros ante su propio esfuerzo. No es lo adecuado.

Una dimensión que inculcan las familias emocionalmente inteligentes en sus hijos es la motivación intrínseca. Intentan además ser su ejemplo, ese modelado desde el que aprender el placer por el desafío, la perseverancia, el saber regular las emociones para alcanzar metas y reforzar con ello el autoconcepto y la autoestima.

Para concluir, ser conscientes de que el plano emocional es esa área que no puede ser descuidada en toda unidad familiar, revertirá de manera directa en la felicidad y el equilibrio psicológico de todos sus integrantes. Pongámoslo en práctica.


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  • Sánchez-Núñez, M. T., García-Rubio, N., Fernández-Berrocal, P., & Latorre, J. M. (2020). Emotional Intelligence and Mental Health in the Family: The Influence of Emotional Intelligence Perceived by Parents and Children. International journal of environmental research and public health17(17), 6255. https://doi.org/10.3390/ijerph17176255
  • Sánchez-Núñez MT, Fernández-Berrocal P, Latorre JM. Assessment of Emotional Intelligence in the Family: Influences Between Parents and Children on Their Own Perception and That of Others. The Family Journal. 2013;21(1):65-73. doi:10.1177/1066480712456821

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