Haber sido heridos nos hace sensibles a las heridas del mundo

Cambiar el dolor del pasado en algo positivo no es tarea fácil. Con cada herida somos más sensibles y vulnerables por naturaleza, pero de nosotros depende encontrar la fuerza en ello. Descubre algunas reflexiones a continuación.
Haber sido heridos nos hace sensibles a las heridas del mundo
Raquel Aldana

Escrito y verificado por la psicóloga Raquel Aldana.

Última actualización: 08 septiembre, 2021

Resulta interesante intentar comprender de qué manera la historia que vivimos conforma nuestra personalidad y cómo una misma situación puede generar heridas o representaciones tan distintas.

Es muy cierto que las personas que han sido heridas por el pasado suelen ser las más construidas, las más elaboradas y preparadas para afrontar y transformar las adversidades.

Como es obvio, sufrir prácticamente nos obliga a contemplar otras realidades más diversas y menos centradas en uno mismo. O sea, que haber sido heridos nos hace sensibles a las heridas del mundo.

“Las personas más bellas con las que me he encontrado son aquellas que han conocido la derrota, conocido el sufrimiento, conocido la lucha, conocido la pérdida, y han encontrado su forma de salir de las profundidades. Estas personas tienen una apreciación, una sensibilidad y una comprensión de la vida que los llena de compasión, humildad y una profunda inquietud amorosa. La gente bella no surge de la nada”.

Elisabeth Kübler- Ross

Transformar el dolor para poder seguir adelante

La persona que ha sido herida necesita de ciertos medios psicológicos para poder volver al mundo una vez que esté dispuesta a retornar. Es decir, que debe lograr actuar de tal manera que se mitigue su dolor.

Así, metamorfosear el dolor haciendo de él recuerdos grandiosos o divertidos constituye un gran trabajo por parte de la resiliencia. El distanciamiento emocional se hace posible gracias a mecanismos de defensa que aunque sean costosos resultan necesarios.

Las reacciones emocionales más comunes suelen ser estas:

  • La negación: “no creáis que he sufrido”
  • El aislamiento: “me acuerdo de cierto acontecimiento pero está despojado de cualquier afectividad”
  • La huida hacia adelante: “vigilo de manera constante para impedir que se repita la angustia”
  • Intelectualizar los acontecimientos: “cuanto más intento comprender, más me domina una insoportable emoción”

Heridos somos seres emocionales y sensibles

Basta con que la persona herida se encuentre en su vida con alguien que signifique algo para que la llama se encienda de nuevo y le guíe otra vez hasta el mundo, sensible a sus luces y a sus sombras.

Asimismo, muchas veces en la persona dañada se produce vergüenza de haber sido víctima, ciertos sentimientos y pensamientos de inferioridad, de destrucción del yo, de distintividad e incredulidad.

Por eso, una persona herida sabe que ya no es como los demás ni nunca lo será. Además, digamos que mientras ha pertenecido a otro mundo, lo que ya conocía ha ido cambiando.

Eso añade a su estado mayor desconocimiento y desconcierto, pues basta con identificar un dolor para dotarse de sabiduría y tacto hacia los vestigios pasados, los pesares presentes y los que se atisban futuros.

Niña en el camino

Las personas heridas, las más bonitas

Obviamente nunca lograremos liquidar los problemas del todo, pues siempre quedan huellas y el miedo de que los fantasmas que las dejaron recobren la vida. Sin embargo, haber sido heridos nos dota de la capacidad de hacer nuestra existencia más soportable, más hermosa y con más sentido.

Por eso cabe decir que la fortaleza que nace del lodo nos permite encaminar a las huellas de aquellos fantasmas del pasado, darle voz a nuestros tormentos y robustecer aquellas actitudes que implican amor y comprensión hacia el mundo.

Las personas que han sido heridas y han salido victoriosas poseen una asombrosa capacidad de agradecimiento. Ellas saben que no es posible ser lo que no hemos sido, pero sí que podemos dar de nosotros mismos lo que hace felices a los demás.

Así, la fuerza que nace del sufrimiento es aquella que nos confiere un halo particular, pues quien ha sido dañado es perfectamente consciente de que el mismo mundo que hirió también sanó. Y es por eso que su sensibilidad conforma su gratitud constituyendo así su grandeza única y excepcional.


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