Hábitos mentales en los que malgastas tu energía
Sabemos que nuestra energía es limitada y que si nos ejercitamos en exceso, terminaremos agotados. Sin embargo, a nivel psicológico no siempre somos conscientes de esta dinámica. Nuestros recursos mentales y emocionales no son infinitos, cada día debemos escoger hacia dónde dirigirlos y en qué invertirlos, y si esta elección no es la adecuada, terminaremos exhaustos, tristes y apáticos. Por ello, queremos hablarte de algunos hábitos mentales en los que probablemente malgastas tu energía.
Quizá ni siquiera te hayas percatado de que esas ganas y esa motivación de las que deberías disfrutar hace tiempo que no aparecen. Estamos acostumbrados a vivir en automático y ya no nos sorprende que cada jornada sea una rutina monótona que finalice con un gran deseo de, por fin, irnos a dormir para desconectar cuerpo y mente. Si esto te sucede, tal vez necesite identificar esas fugas energéticas y ponerles un freno.
Los hábitos mentales son el conjunto de pensamientos a los que solemos recurrir con frecuencia. Son lugares psicológicos que nos resultan cómodos y familiares y a los que dedicamos gran parte de nuestro tiempo, aunque no siempre nos ofrezcan buenos resultados.
Como todo hábito, se trata ya de una tendencia automática, no escogemos deliberadamente realizarla; sin embargo, sigue perpetuándose día tras día. Estos son algunos de los más comunes.
1. Preocuparte
Preocuparse puede resultar inevitable, pero es también un hábito inútil y desgastante. En efecto, puedes pensar que al preocuparte logras solucionar el problema o disminuir su gravedad, pero lo único que consigues es agotarte y generarte un gran malestar emocional.
Los problemas o situaciones adversas están para ocuparse de ellas, para actuar si es posible; permanecer dando vueltas en la mente es sumamente dañino.
2. Excusarte y pedir disculpas
Reflexionar sobre un daño causado y ofrecer una disculpa sincera siempre será positivo. Ahora bien, hay quienes se sienten con frecuencia en la necesidad de dar explicaciones a otros, de disculparse por ser quienes son o por no poder dar más de sí mismos. Esta tendencia, que denota una gran falta de autoestima, agota las energías y nos deja vulnerables.
Recuerda que no tienes obligación de complacer a nadie ni de amoldarte a lo que otros esperan de ti. Si no te apetece acudir a esa cena, no trates de excusarte, siéntete libre de decidir. Si alguien se enfada contigo por ponerle límites, por no estar siempre disponible, por no ser como él quiere, no sientas la necesidad de disculparte.
Tu objetivo es estar en paz con tus acciones y decisiones; si sabes que has actuado bien, malgastas tu energía en tratar de que otros lo comprendan.
3. Resistirte al cambio
Aceptar los cambios es una de las tareas que más nos cuesta. El ser humano busca y prefiere lo predecible, lo conocido y lo estable; sin embargo, la vida fluye de forma constante y no hay forma de detenerla. Si tratas de aferrarte al mundo tal como lo conoces, si luchas incansablemente para sostener lo insostenible, terminas haciéndote daño.
El cambio que ha de producirse, se va a producir; más tarde o más temprano, con o sin tu consentimiento. Entonces, ¿no sería preferible abrirse a esa nueva realidad, soltar y centrarse en las oportunidades venideras? De seguro, esta elección es la apropiada si no quieres consumir tus energías.
4. Tratar de cambiar a los demás
Es indudable que las personas que nos rodean tienen una gran influencia en nuestro bienestar. Gozar de relaciones saludables y armoniosas, con personas positivas y afines a nosotros, nos llena de alegría y de entusiasmo, mejora nuestra autoestima e incluso protege nuestra salud. Por el contrario, los vínculos nocivos nos destruyen lentamente.
Todos tenemos el derecho y la capacidad de elegir esos vínculos, de terminar aquellos que ya no fluyen y de iniciar otros nuevos en cualquier momento. Lo que no está en nuestra mano es modificar a las personas; para lograrlo normalmente tendremos que nadar a contracorriente, e incluso aunque este cambio realmente sea por su bien, no siempre lo conseguiremos.
Por supuesto que un individuo puede cambiar, pero lo hará cuando así él lo sienta y no cuando nosotros lo necesitemos. Lo hará en base a sus propias convicciones y por sus propios medios; nuestra insistencia y esfuerzo por hacer ese trabajo por ellos no será fructífero y solo nos conducirá a la frustración y al desgaste.
5. Criticarte mentalmente
Este último hábito mental es uno de los más dañinos y desgastantes. Imagina que tuvieses constantemente a alguien persiguiéndote y juzgando cada paso que das y cada acción que tomas.
En cada momento resaltaría tus fallos y equivocaciones, lo que pudiste hacer mejor; te llamaría “torpe”, “mediocre”, “insuficiente” o “defectuoso”. ¿No sería desesperante?
Pues bien, muchos de nosotros vivimos con esa infinita voz crítica en la cabeza y nos hemos acostumbrado tanto a ella que ya ni nos cuestionamos su presencia. Si frecuentemente te sientes cansado, apático y desmotivado, comienza por observar cómo te hablas, qué piensas sobre ti. Estos mensajes dirigen tu estado de ánimo y te aportan o te restan impulso.
Cambiar los hábitos mentales es posible
¿Has sentido que encajabas en alguno de los puntos anteriores? Si es así, has de saber que cada día malgastas tu energía, una energía que podrías invertir en tu bienestar, en hacer de tu mente un refugio agradable y positivo, un motor que te mueva a la acción. Ahora que has identificado el tipo de pensamiento y la actitud que drena tu energía, procede a modificarlo.
Esto no será fácil al inicio, habrás de prestar mucha atención a tu diálogo interno en cada momento. Y habrás de ser capaz de frenarlo y sustituirlo por otro tipo de palabras y pensamientos cuando detectes que estás cayendo de nueva en una tendencia negativa.
Se trata de desaprender la forma en que aprendiste a pensar y generar nuevos caminos mentales más positivos y funcionales. Afortunadamente, el tiempo y la perseverancia son la única clave.
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