7 ideas para que los niños retomen la rutina
Las vacaciones son periodos que prácticamente cualquier ser humano disfruta. El tiempo libre, el ocio, la familia, los viajes, la playa, la montaña o el simple descanso son aspiraciones que solemos mantener durante los periodos de más trabajo, ¡y lo mismo le sucede a los más pequeños de la casa! Sin embargo, una vez que terminan, lograr que los niños retomen la rutina puede ser un verdadero desafío.
No exageramos. Es importante recordar que las vacaciones de un adulto suelen ser de una semana, tal vez dos, incluso cuatro, mientras que los niños pueden llegar a disfrutar hasta de tres meses.
Regresar a la rutina, después de tanto tiempo con los horarios cambiados, puede suponer subir una cuesta de pendiente pronunciada: la inercia les invita a mantener el horario, con mucho más tiempo para el juego, llevado en vacaciones.
Ideas para que los niños retomen la rutina
Pasadas las vacaciones, en las que el ocio y la diversión se han apoderado de la mente del niño, toca regresar al cole y realizar otras actividades que disponen de horarios más rígidos. ¿Cómo lo haremos para que se realice de forma natural y no traumática? En realidad, puede no ser difícil si se hace desde un punto de vista de normalidad.
“Hoy fue un día feliz. Solo rutina”.
-Mario Benedetti-
Crea periodos de adaptación
Esta es una opción sencilla. Recordemos que la mayoría de los niños no aceptan bien el cambio brusco y viven más tranquilos en un ambiente rutinario, con límites. Así pues, durante los últimos días de sus vacaciones, lo ideal es comenzar a introducir pequeños cambios en los horarios, las rutinas y las costumbres familiares.
Con este periodo de adaptación para que los niños retomen la rutina, aumentamos la ventana de oportunidad para los más pequeños de asimilar los cambios. Así, la entrada en el colegio será más fácil si los niños llevan días desayunando, comiendo, cenando o acostándose a la misma hora días antes de que comiencen las clases.
Cambio progresivo
En el momento de cambiar el horario, es interesante no introducir demasiados cambios a la vez. De hecho, lo mejor es ir de uno en uno o de dos en dos, como máximo. Una vez interiorizado el cambio, entonces podremos pasar al siguiente.
Si este proceso se lleva a cabo de forma progresiva, en pocos días el infante estará totalmente adaptado. Así que, si antes se despertaba a las 10, ahora puede introducirse el cambio y hacer que se levante a las 9. Una vez se acostumbre, iremos a por el siguiente.
Prioridades
Es importante establecer prioridades y utilizar esta jerarquía para tomar decisiones en lo que a los cambios de rutina se refiere. Por lo general, comenzaremos con los ajustes horarios, que suelen ser los más costosos. Así, las rutinas de comidas y sueño comenzarán a aplicarse en primer lugar, y luego irán las demás.
En este sentido, hay que trabajar la hora de ir a la cama, la hora de levantarse, las horas de la comida y los horarios de las siestas. Es importante conseguir estos puntos de referencia antes de incluir más cambios.
Anticipación
Es básico que nos anticipemos a los cambios. Como adultos, sabemos cuándo acaban las vacaciones y se acerca el año lectivo. Por eso, con la idea de que los niños retomen la rutina sin problemas, podemos hablar con ellos de lo que va a ocurrir. De esta manera, reduciremos parte de la incertidumbre.
A la conversación sensata y sincera, podemos añadir los hábitos que ya hemos comentado, y que irán cambiando de forma progresiva hasta que llegue el momento de comenzar con la rutina. Entonces, los pequeños ya estarán totalmente adaptados y el cambio será mínimo.
Actitud positiva
Sin duda, es importante mantener una actitud positiva. Como adultos, también puede ser complicado adaptarse a los cambios de hábitos y rutinas.
Sea como fuere, resulta necesario que los niños no capten ese pesimismo y esa predisposición negativa a regresar al puesto de trabajo o al colegio, por ejemplo, ya que esas palabras y ese estado de ánimo es muy contagioso en la mente infantil.
Apoyo constante y escucha activa
Es uno de los hitos más difíciles, pero también más valiosos: mantener los canales de comunicación abiertos. Es decir, atender a sus momentos de nerviosismo o temor, propiciar o aprovechar los momentos en los que se muestren más dispuestos a conversar.
De esta forma, podemos hablar, escucharles y trasmitirles la idea de que, ocurra lo que ocurra, van a poder contar con nosotros y que juntos no habrá dificultad que se nos resista.
Involucrarles en el proceso
Si los niños se involucran en los cambios, costará menos que retomen la rutina. Hablamos de que ellos formen parte de todo el proceso. Por ejemplo, para volver al colegio, pueden acompañarnos a comprar el material escolar o la parte del armario que necesiten renovar.
Además, de esta manera generaremos oportunidades para entender cómo lo están viviendo ellos y cuáles pueden ser sus temores, obteniendo pistas muy valiosas para ayudarles después. ¿Están deseando ver a sus compañeros? ¿Qué quieren y qué no quieren aprender? ¿Cómo reaccionarían ante situaciones importantes que pueden encontrarse ese curso?
Todas estas son preguntas y respuestas que son importantes a la hora de ayudarles. Con ellas tendremos la información específica para ayudar a nuestros hijos; por mucho que haya pautas generales, en este sentido cada niño es un mundo.
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- Gallego Ortega, J. L., Fernández Haro, E. (2003). Enciclopedia de Educación Infantil. Archidona (Málaga): Editorial Aljibe.