Karoshi: la muerte por exceso de trabajo
El día de Navidad de 2015, Matsuri Takahashi, una mujer de 24 años, se arrojó por la ventana de su casa. Había empezado a trabajar en Dentsu, el gigante publicitario mundial, en abril del mismo año. Una víctima más de Karoshi, la ‘muerte por exceso de trabajo’, reconocida como un accidente laboral desde 1989 por las autoridades japonesas.
En su cuenta de Twitter, Matsuri había admitido que solo dormía “dos horas” al día y que tenía jornadas laborales de 20 horas. También llegó a escribir: “mis ojos están cansados y mi corazón está muerto” o “creo que sería más feliz si me mato aquí”.
Si bien estos dramáticos casos nos parecen algo lejano y propio de de otros países, el karoshi no es sino un reflejo brutal de hasta donde llega la mentalidad capitalista, que mezcla la meritocracia con la competición más extenuante por ser (o parecer)/hacernos ser (parecer) más digno/s de ocupar un lugar en este mundo.
Karoshi: el trabajo en Japón es una cuestión de honor
En promedio, un empleado japonés trabaja 2.070 horas al año. El exceso de trabajo es la causa de la muerte de unas 200 personas al año, por ataque cardíaco, accidente cerebrovascular o suicidio. Además, hay muchos problemas de salud graves derivados de trabajar sin descanso.
Esta forma de considerar el trabajo es uno de los legados de la edad de oro de la economía japonesa de la década de 1980. Hideo Hasegawa, profesor de la Universidad y ex ejecutivo de Toshiba, expresa a la perfección esta idea de trabajo: “Cuando eres responsable de un proyecto, hay que llevarlo a cabo, bajo cualquier condición. No importa el número de horas que trabajemos. De lo contrario, no es profesional “,
En la década de 1980, la publicidad japonesa exaltó la abnegación de los empleados con un lema: ” ¿Estás listo para luchar las 24 horas del día?”.
La reputación por el buen hacer laboral que persiguen los japoneses con obsesión no es un mito. Muchos empleados se sienten culpables por abandonar su compañía en vacaciones, temiendo ser percibidos como “el que descansa dejando que otros trabajen en su lugar”.
Existen casos de empleados que no quieren regresar a casa demasiado temprano por temor a qué dirán a sus vecinos o familiares sobre su supuesta falta de seriedad. Además, se intenta ir a tomar algo con los compañeros de trabajo para fomentar la cultura corporativa.
Pero este arduo trabajo no es muy lucrativo. De hecho, su productividad a menudo es descrita como baja por observadores externos que creen que esto explica en parte las deficiencias de competitividad de las empresas en el archipiélago.
A largo plazo, esta forma de trabajar no solo es poco competitiva en términos mercantiles, sino que supone un riesgo en la salud de la población, pudiendo conducir al colapso de los recursos médicos. De hecho, la depresión y el suicidio como consecuencia ya aparecen como los principales retos a abordar en una sociedad obsesionada con acumular horas de trabajo.
Cómo es posible que una persona llegue al estado de karoshi
El problema es que el agotamiento sigue siendo un “concepto difuso” que, por el momento, no aparece en ninguna de las principales clasificaciones internacionales sobre los trastornos mentales. Las personas pueden estar en un hospital con síntomas asociados con el agotamiento: cansancio extremo, agotamiento emocional o despersonalización con insensibilidad hacia los demás sin que identifiquen los síntomas con un cuadro de karoshi.
No hay un diagnóstico claro para esos síntomas, tampoco existen unos parámetros para saber si se ha llegado al límite de lo que se puede trabajar sin correr riesgo para la salud. Esta falta de conciencia de salud mental, unas prácticas laborales cada vez más abusivas y un mercado laboral transformado por la tecnología conducen a que se traspasen todos los límites de la dedicación al trabajo.
El miedo al paro y a quedarse fuera del sistema conduce a que las personas crean que trabajar a cualquier hora es una buena opción, cuando en realidad se merman las capacidades intelectuales y las consecuencias para la salud pueden ser irreversibles, con un mayor riesgo de caer en adicciones de todo tipo.
El karoshi, por tanto, se parecería a un “estrés crónico” que ya no se puede resistir, los pacientes ya no tienen la capacidad de soportarlo y caen en depresión. El término burnout sin embargo es mucho más aceptado socialmente que la depresión en Japón, ya que el agotamiento extremo se considera casi un” título de gloria”, mientras que una depresión es claramente menos “gloriosa”: se percibe como una forma de debilidad.
Pero este fenómeno no está restringido a los japoneses. Los estadounidenses incluso le han dado un nombre: “workalcoholism”. Esta dependencia del trabajo también se da en el Viejo Continente. En España, más del 12% de la población sufre de esta enfermedad y el 8% trabaja más de 12 horas al día. En Suiza, una de cada siete personas activas admite haber sido diagnosticada con depresión.
Medidas para combatir el karoshi
Para luchar contra el fenómeno, las mentalidad debe cambiar. Para empezar, los empresarios japoneses tendrán que desprenderse de la falsa idea de que las largas jornadas laborales son imprescindibles. Tendrían que aprender de países europeos como Alemania, Francia o Suecia y dirigirse hacia un modelo empresarial que promueva jornadas más cortas.
El Gobierno de Japón ya está actuando mediante reformas legales y una más escrupulosa supervisión administrativa, usar correctamente la autoridad del Estado para acabar con las jornadas largas. Aprobó una reforma que permite a las empresas dejar de pagar horas extras a los trabajadores que ganan más de 80,000 euros al año, que son los más propensos a agotarse.
Además, el estado quiere imponer un mínimo de 5 días de vacaciones a los empleados japoneses para luchar contra la sobreinversión en el trabajo, perjudicial para la salud de los empleados y la productividad empresarial. En la Tierra del Sol Naciente, los trabajadores son recompensados con 20 días de vacaciones pagadas al año, si tienen al menos seis años y medio de antigüedad. Sin embargo, los empleados toman menos de la mitad de estas vacaciones.
La nueva ley no se aplica a los empleados a tiempo parcial, sino solo a los empleados que tienen derecho a por lo menos 10 días de vacaciones anuales pagas. De hecho, se aplicaría cuando hubiera riesgo para la salud de un accidente en el trabajo o la muerte debido a la fatiga sea real.
Finalmente, la ciudadanía también debería implicarse en la transformación de los lugares de trabajo, haciendo oír su voz ante los empresarios y ante el Gobierno, y reclamando aquellas condiciones de trabajo factibles que les desahogaran de presión.
Como ciudadanos es igualmente necesario reflexionar y considerar si, con nuestras excesiva exigencia de servicio, no estaremos propiciando el endurecimiento de las condiciones laborales de los trabajadores.
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