La desesperanza en la depresión, cuando todo pierde sentido

Abatimiento, anhedonia, una tristeza corrosiva y esa desesperación donde la realidad deja de tener propósito, sentido e ilusiones... Este abatimiento profundo donde la desesperanza navega con la depresión, conforma una de las realidades clínicas más graves.
La desesperanza en la depresión, cuando todo pierde sentido
Valeria Sabater

Escrito y verificado por la psicóloga Valeria Sabater.

Última actualización: 15 junio, 2019

La desesperanza en la depresión configura una realidad muy debilitante. Es el vacío más absoluto, fallan las ganas de vivir, es indefensión y la creencia de que nada de lo que hagamos mejorará las cosas. Ese manto ceniciento apaga una por una toda valía de la persona hasta configurar una sintomatología donde discurre la fatiga, la falta de autoestima y en muchos casos, hasta la ideación suicida.

Soren Kierkegaard, filósofo danés del siglo XIX y padre del existencialismo, solía decir que la depresión se convierte en una maldición cuando esta se combina con la desesperación y la desesperanza. Él mismo la definía como un trastorno espiritual, ahí donde la persona dejaba de hallar sentido a cualquier evento. Nada podría ser más aniquilante que vivir en esa nada donde uno pierde hasta la capacidad de amar y la apreciación del ser en el sentido más profundo.

Porque cuando la depresión va de la mano de la desesperanza, todo falla y se desvanece bajo nuestros pies. Esta idea de Kierkegaard, por llamativa que parezca, se ajusta muy bien a la concepción cognitivista que estableció el psicólogo Aaron Beck en los años 60. Para este último, existía un tipo de depresión donde la atribución interna era tan negativa que sumía al ser humano en cuadro clínico de gran sufrimiento.

Veámos más datos a continuación.

“La fe es la pasión por lo posible y la esperanza es el acompañante inseparable de la fe”.

-Soren Kierkegaard-

Hombre solo mirando al mar debido a la desesperanza en la depresión

La desesperanza en la depresión, el vacío que atrapa

Dentro de la literatura de la psicopatología, el concepto de desesperanza siempre ha estado un tanto descuidado. Es más, estudios como el llevado a cabo por el doctor Marc Bürgy, de la Universidad de Heidelberg, en Alemania, señalan que la experiencia subjetiva de esta dimensión está detrás de realidades tan graves como el suicidio. De este modo, y desde un punto de vista fenomenológico, la desesperanza en la depresión es un aspecto al que debería darse mucha más relevancia.

Por otro lado, hay un aspecto que vertebra sin duda este tema y es que, la desesperanza está detrás de la depresión mayor. Sabiendo esto, las siguientes preguntas que nos podemos hacer son: ¿qué tipo de sintomatología presenta esta condición? ¿cuál es la anatomía de la desesperanza en la depresión?

Sintomatología

hombre triste debido a la desesperanza en la depresión

¿Cómo tratar la desesperanza en la depresión?

Existe una propuesta teórica muy interesante formulada por Abramson, Metalsky y Alloy (1997) que nos habla precisamente de la teoría de la depresión por desesperanza. Según este marco, en esta condición psicológica se parte siempre de una vulnerabilidad de origen cognitivo.

Es decir, las personas creamos estilos de pensamiento donde tendemos a anticipar hechos negativos, donde la propia atribución interna se limita a destruir nuestra autoestima, y cada proceso mental, acaba por invalidarnos, por sumirnos en un estado de indefensión absoluta.

Veamos a continuación, algunas estrategias en las que reflexionar sobre cómo tratar la desesperanza en la depresión.

Las capas de mi depresión

Como bien sabemos, hay diferentes tipos de depresiones. Ahora bien, gran parte de ellas están constituidas por varias capas, mantos que van sofocando y ahogando valías, fortalezas y perspectivas. Así, una de las capas más gruesas y externas es la de la desesperanza y la desesperación, generando las dos esas respuestas emocionales y conductuales que dan forma a la depresión.

Debemos retirarlas, quitarles poder.

  • La desesperanza en la depresión tiene tanto impacto porque crea un ciclo de retroalimentación. El modo en que se origina es a través del siguiente ciclo de pensamientos–> Sé que estoy mal, que estoy deprimido y estar así me desespera. Me siento triste, no me gusto de este modo, y al final, asumo una actitud pasiva, de evitación e hibernación. Asumir esta actitud apaga aún más mis esperanzas, porque me siento inútil y sin ganas.

Cuestionar creencias para separar cada capa

Como podemos ver con el anterior ejemplo, cada enfoque mental alimenta al siguiente, creando así una capa tras otra donde la depresión se adhiere mucho más sobre el propio ser. Lo ideal, es que no nutriéramos este proceso. Si soy consciente de que me siento mal, evito reforzar esa realidad, mediante la pasividad o la rendición.

Lo que haré es cuestionarme, intentando derribar mis creencias contraproducentes, esas del estilo ‘todo me sale mal, no valgo nada’, etc y me preguntaré por qué estoy así, hallaré el origen y después, definiré propuestas para revertir ese estado.

La desesperanza se alimenta de tu energía, no le des más poder

La desesperanza es un agujero negro que todo lo atrapa. Engulle todo atisbo de luz, toda partícula de ilusión, todo fragmento de optimismo. Alimentarla es nuestro peor error; sin embargo, no siempre podemos parar de lanzarle los pocos restos de fortaleza y luminosidad que nos quedan, porque faltan los ánimos, porque no hayamos apoyo o sencillamente porque no sabemos cómo hacerlo.

En estos casos, es vital que contemos siempre con ayuda especializada. Nosotros solos no podemos, y más cuando la desesperanza en la depresión nos conduce a ese abismo donde surgen las ideas más extremas y peligrosas. Evitemos llegar a estos límites y reaccionemos a tiempo, porque la depresión es tratable y esos esquemas mentales tan nocivos pueden cambiarse por otros más flexibles, poderosos y resilientes.

Tengámoslo en cuenta.


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  • Abramson, L.Y., Alloy, L.B., Metalsky, G.I., Joiner, T.E. y Sandín, B. (1997). Teoría de la depresión por desesperanza: Aportaciones recientes. Revista de Psicopatología y Psicología Clínica, 2 (3): 211-222.

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