La economía de la atención: el rapto del cerebro a la voluntad
En el libro El enemigo conoce el sistema se analiza el término de la economía de la atención. Es aquella que monetiza la atención que presentan los usuarios a los contenidos, motivando prácticas como el clickbait o ciberanzuelo. Son contenidos en Internet que apuntan a generar ingresos publicitarios usando titulares sensacionalistas y engañosos para atraer la mayor proporción de clics posibles.
El clickbait rapta el cerebro con un “te ha llegado un correo, un mensaje, un paquete. Hay un usuario nuevo, una noticia nueva, una herramienta nueva…“, situaciones que están afectando a nuestra productividad e incluso a nuestro bienestar. Por ello, cada vez hay más voces alertando de su influencia sobre nuestra atención.
Muchas personas empiezan a pedir a los creadores de contenidos que orienten sus esfuerzos hacia un contenido intencional, en el que el usuario busque voluntariamente y no hacia el consumo accidental.
En la infancia, este fenómeno es aún más peligroso. Los niños se “enganchan” más rápido que los adultos. No es que no tengan fuerza de voluntad, es que ni siquiera entienden por qué puede ser malo para ellos.
No dejamos que nuestros hijos beban Coca Cola y coman gominolas, porque sabemos que el azúcar no es lo más beneficioso para ellos. Sin embargo, les damos pantallas para que se entretengan, sin saber todo lo que hay detrás de las redes.
Hay consultores en el mundo que van a las empresas para explicar cómo generar este consumo accidental. Los mejores cerebros del mundo trabajan para lograr que perdamos la voluntad, la economía de la atención utiliza la adicción para optimizar el tiempo que pasamos delante de las pantallas.
De la revolución a la potencial dictadura digital
Desde los noventa hasta hoy solo han pasado tres décadas y el mundo digital ha avanzado a pasos agigantados sin que nos demos mucha cuenta. La economía de la atención o el capitalismo de vigilancia gana dinero consiguiendo nuestra atención. Es un modelo de negocio que depende de que instalemos sus aplicaciones o visitemos sus páginas. Puede ser una smart tv, un móvil en el bolsillo, un altavoz inteligente, una suscripción a Netflix, Apple, etc.
Además, quieren que la usemos el mayor tiempo posible (precisamente por eso ellos ganan dinero). Cuanto más interacciones hacemos en sus espacios, más valioso es su banco de datos.
Estas plataformas tienen muchos recursos para lograr que en vez de ver un capítulo a la semana, como hacíamos antes, veas toda la temporada en una maratón. Su propio sistema de vigilancia sabe cuánto tiempo pasamos viéndola, dónde la paramos para irnos al baño o hacernos la cena, cuántos episodios somos capaces de ver antes de quedarnos dormidos. Usan nuestros propios datos para hacer un producto cada vez más adictivo/atractivo.
Las redes sociales son como una lonja en la que lo que se vende y compra es la atención y el tiempo de los usuarios. Para “aumentar el género” emplean estrategias psicológicas muy potentes, como el refuerzo de tasa variable.
La economía de la atención: aplicaciones basadas en diseño adictivos
En la industria del juego, cuanto más alta es la frecuencia, más rápido te enganchas, pues esto produce un bucle de dopamina. Esto es conocido como event frequency . Por ejemplo, en el juego de azar de las tragaperras este sistema produce la mayor cantidad de pequeños acontecimientos inesperados en el menor tiempo posible.
Cada vez que hay un evento nuevo en la red, se produce un chute de dopamina en el cerebro. Y cuantos más acontecimientos haya en una hora, más chutes habrá, que es lo que genera adicción. Son eventos, y en la psicología del condicionamiento, existe el condicionamiento de intervalo variable, en el que no se sabe lo que va a pasar. Abres Twitter y no sabes si vas a retwittear y te vas a convertir en la reina de tu pandilla durante los próximos 20 minutos.
El que no sepamos si vamos a tener premio, castigo o nada hace que nos enganchemos más deprisa.
Los adultos pueden entenderlo. Sin embargo, ¿qué pasa con los niños que llegan a tener síndrome de abstinencia cuando no están enganchados a Instagram, YouTube, Snapchat, Tik Tok? No somos adictos a la tecnología, somos adictos a la dopamina que ciertas tecnologías han infiltrado en sus plataformas. Esto no es un accidente, es deliberado.
Conociendo el proceso adictivo que hay detrás de la red, es necesario alertar a la población sobre la adicción que generan las aplicaciones con la que convivimos diariamente. No es falta de voluntad, su diseño está configurado para ofrecernos una satisfacción inmediata.
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- Peirano, M. (2019). El enemigo conoce el sistema: Manipulación de ideas, personas e influencias después de la economía de la atención. Debate.