La filosofía budista que te invita a hacer nada y ganarlo todo

Buena parte de la filosofía zen tiene que ver con la capacidad para hacer silencio, pero no es tan sencillo para todos. ¿Por qué? ¿Cuáles son las ventajas de callar? Sobre esto hablaremos.
La filosofía budista que te invita a hacer nada y ganarlo todo
Sergio De Dios González

Revisado y aprobado por el psicólogo Sergio De Dios González.

Escrito por Edith Sánchez

Última actualización: 19 marzo, 2023

El monje zen Rynan Zenji hizo recientemente una afirmación que resume la esencia de muchas filosofías orientales: hacer silencio cambia la vida. De hecho, permanecer callados es algo que forma parte de casi todas las tradiciones místicas del mundo, tanto de Oriente como de Occidente.

¿Por qué es tan importante? En la India emplean un símil para destacar el significado de hacer silencio. Señalan que, si una persona contempla un lago, mientras que en el firmamento brilla la luna, solo podrá obtener una imagen clara cuando las aguas se aquietan. Algo similar ocurre en el espíritu humano. El silencio hace que la mente se vuelva como ese lago sereno y, en esas condiciones, es mucho más fácil ver lo que hay dentro de ella.

En el marco del budismo zen, dice Zenji, hacer silencio no es ni siquiera una práctica, sino una actitud ante la vida. El objetivo central es aquietar la mente y conectarse con uno mismo con el propósito de vivir sin la sensación de pérdida o ganancia, de éxito o fracaso. En últimas, para experimentar la vida en el aquí y el ahora, sin otra pretensión que la de sentirse a uno mismo.

«El sendero es siempre inacción, y sin embargo nada queda sin hacerse».

-Tao Te Ching-

Hacer silencio y quedarse quieto

Rynan Zenji dice que la conciencia y la iluminación  comienzan a emerger cuando una persona es capaz de hacer silencio y quedarse quieta. La mayoría tiene miedo o al menos aprehensión hacia ambas cosas. Pareciera como si las dos acciones (o no-acciones) remitieran a la idea de dejar de existir.

Para hacer silencio es necesario que primero la persona se quede quieta. Y quedarse quieta es eso, literalmente: adoptar una postura y no moverse. En principio, esto suele suscitar nerviosismo y por eso no es nada fácil de hacer. Surge comezón en alguna parte o se siente alguna suerte de incomodidad en los músculos, por ejemplo. Sin embargo, quedarse tranquilo físicamente es una condición indispensable para que aparezca la quietud mental.

Lo que sigue es callar y, a partir de esto, empieza a emerger el pensamiento meditativo. Este, poco a poco, reemplaza al pensamiento calculador, superfluo o representacional. Lo único que se debe hacer es esperar. ¿Esperar qué? Nada. Simplemente esperar, mientras se hace silencio y se evita el movimiento.

Pareja medita en la sala
Mantener la misma postura sin moverse por largo rato es necesario hasta que llegue la quietud mental.

Hacer silencio cambia la vida

Aunque resulte paradójico, es muy difícil adoptar esa actitud de hacer nada. ¿Qué ocurre cuando se logra? Poco a poco aumenta la capacidad de escuchar la voz propia más profunda. Los budistas aseguran que, si se sigue el camino de la voz interior, aparece la gratitud. Cuando se consigue la máxima atención a sus mensajes, se llega a un estado conocido como Gelassenheit, lo cual se traduce como serenidad o ecuanimidad.

Rynan Zenji ha señalado que las principales enfermedades modernas provienen de la incapacidad para guardar silencio y quedarnos quietos. El mundo vive demasiado acelerado. Las personas se atiborran de deseos y de metas y esto también las llena de tensiones y miedos en la lucha por conseguirlos o fracasar en el empeño.

Al mismo tiempo, agrega Zenji, esto es como un saco lleno de agujeros. Apenas se consigue una meta y ya no es suficiente lo que proporciona, siempre hay que ir por más. Por lo tanto, se trata de una carrera eterna, muchas veces en busca del vacío, porque parece que nada fuera suficiente.

Mujer medita en busca de la paz mental
Hacer silencio beneficia el autoconocimiento y el encuentro con la esencia del ser.

La simpleza de la vida

El zen apunta a una existencia simple en la que uno mismo pueda plantearse pensamientos justos que conduzcan a acciones correctas y sencillas. Por ejemplo, no comer de más o de menos; no dormir demasiado ni muy poco; deshacernos de lo trivial y poder estar con los demás sin que se desdibuje nuestra esencia.

Para esta filosofía, esa vida sencilla y serena se consigue a partir de las dos acciones básicas: hacer silencio y quedarse quieto. Ambas favorecen el autoconocimiento, pero, sobre todo, el encuentro con nuestra verdadera esencia.

Al mismo tiempo, este proceso nos ayuda a despojarnos de todo eso que no necesitamos. Incluye ideas, vínculos, objetos y propósitos. Hacer silencio cambia la vida porque permite tomar distancia del frenesí cotidiano y vincularnos con lo más auténtico de nosotros mismos. Contribuye a dejar que la vida fluya sin presiones y que podamos transcurrir con ella, sin ofrecer resistencia, ni alterar el avance natural de nuestro ser.

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