A la gente que se lo merece también le pasan cosas buenas
Lo más seguro es que el destino nos tenga reservado un brindis del que disfrutaremos tarde o temprano. Las cosas buenas nos llegan a todos cuando menos lo esperamos. A las personas que merecen la pena y a las que no tanto. Porque no es que la vida sea justa o injusta, sino que es un equilibrio.
Lo que ocurre es que tenemos que saber valorar lo bueno, lo bonito y lo positivo de aquello que nos sucede. Es decir, apreciar las cosas buenas consiste en apreciar incluso los instantes en los que estamos en el suelo por culpa de una piedra que se interpuso en nuestro camino.
“¡La vida es como un columpio que oscila entre un campo al sol y una tormenta!”
-Federico Moccia-
Hay veces que parece que los malos momentos se acumulan
“No te rindas, aún estás a tiempo de alcanzar y comenzar de nuevo, aceptar tus sombras, enterrar tus miedos, liberar el lastre, retomar el vuelo. No te rindas que la vida es eso, continuar el viaje, perseguir tus sueños, destrabar el tiempo, correr los escombros y destapar el cielo”
-Mario Benedetti-
A veces parece que nuestra vida se inunda de calamidades. Para ilustrar esto podemos hacer alusión a las diez plagas del Antiguo Egipto, diez desastres naturales que se sucedieron sin dar lugar a respirar.
Es probable que esto sea más que una sensación y que los golpes que recibimos nos sean asestados de manera constante. Sin embargo, el poder que tengan para doblegarnos depende en gran parte de nosotros.
Es decir, que está en nuestras manos ser fuertes y permanecer en pie a pesar de lo que nos arrincona la propia existencia. Así, basta con ser conscientes de este dolor para poder entender que también podemos moldear algo el destino, si es que este de verdad existe.
Nuestras personas, las personas bonitas
Las personas más bellas con las que me he encontrado son aquellas que han conocido la derrota, conocido el sufrimiento, conocido la lucha, conocido la pérdida, y han encontrado su forma de salir de las profundidades. Estas personas tienen una apreciación, una sensibilidad y una comprensión de la vida que los llena de compasión, humildad y una profunda inquietud amorosa. La gente bella no surge de la nada.
El dolor nos hace ser conscientes de lo bello de este mundo y de nuestras relaciones, lo que a su vez nos brinda la posibilidad de saber que hay muchas cosas por las que no merece la pena luchar.
Así, las buenas personas se forjan en las batallas de la vida, puesto que gracias a ellas se manifiesta con claridad lo que de verdad es importante. Con esta filosofía han impedido que el sufrimiento les quite la alegría y las ganas de seguir, pues encuentran dentro y no fuera el impulso que necesitan.
Nuestra existencia es como una pantalla de cine que proyecta todo tipo de escenas. Puede que el drama te absorba de vez en cuando, pero siempre puedes esperar encontrarte con un giro en el guión o el final de la película. Pero ante todo hay algo que nunca desaparece: la pantalla. En este sentido, ella te pertenece, pues es lo que tú eres de verdad, mientras que lo que se proyecta es lo que te conforma como persona.
Tiene que quedarnos claro que los malos momentos no desaparecen y que, aunque nos resulte complicado lidiar con ello, la balanza podemos inclinarla nosotros si no permitimos que las adversidades nos venzan. O sea, que al final la felicidad depende de que aceptemos o no la forma que tiene la vida de fluir y lo hagamos con ella…