La hermosa parábola de la casa sin amo

La hermosa parábola de la casa sin amo
Sergio De Dios González

Revisado y aprobado por el psicólogo Sergio De Dios González.

Escrito por Edith Sánchez

Última actualización: 01 septiembre, 2020

La parábola de la casa sin amo nos habla de una familia compuesta por una madre, un padre y su hijo de 9 años. Los tres vivían en una bonita casa en la que, afortunadamente, nunca faltaba nada. Tanto la madre como el padre se encargaban de que así fuera. Los dos trabajaban y eso les permitía vivir con cierta holgura.

El niño era obediente y se destacaba en la escuela . Todas las tardes la niñera lo recogía a la hora de la salida. Luego lo llevaba a casa, donde lo esperaba un suculento almuerzo. La madre dejaba instrucciones muy precisas para que el niño siempre comiera alimentos sanos y nutritivos.

Por la tarde, tanto el padre como la madre llamaban a casa para interesarse por el día de su hijo. Hacían esto porque en muchas ocasiones cuando regresaban a casa el niño ya estaba dormido. Así, esta era una manera de mantener el contacto con su hijo. La parábola de la casa sin amo nos cuenta que el niño se sentía agradecido, pero también solo.

Una rara petición

Un día cualquiera, la madre llegó de su trabajo y vio que su pequeño la esperaba despierto. Ella se mostró sorprendida. Ya era muy tarde. ¿Había sucedido algo? ¿Estaba enfermo? La mujer se angustió y le interrogó. El niño le pidió que se tranquilizara. Simplemente estaba esperándola porque quería hacerle una pregunta.

Cuenta la parábola de la casa sin amo que la madre se sentó junto al chico y se dispuso a escucharlo atentamente. El niño entonces le preguntó: “¿Cuánto ganas por hora en tu trabajo? La mujer se sintió confundida. No esperaba semejante pregunta.

Antes de responder le preguntó: “¿Para qué quieres saber eso? ¿Necesitas algo? ¿Quieres algo?” El chico contestó que simplemente quería saber la cifra exacta. Todavía desconcertada, la mujer respondió: “Puedo llegar a ganar 100€ en una hora”. El chico se mostró satisfecho , se despidió de su madre y se fue a dormir.

La mujer se quedó cavilosa. Pensó que esa pregunta era una señal de que algo iba mal. No le encontraba sentido al interrogante del pequeño. ¿Quería pedirle algo y no se atrevía? ¿Tenía algún problema de dinero? Cuando llegó el padre, se lo comentó. Ambos acordaron estar atentos.

niño llorando con su perro simbolizando la parábola de la casa sin amo

Una nueva petición

Durante los dos meses siguientes no ocurrió nada nuevo. Los padres pensaron que la pregunta había respondido solamente a su curiosidad. Sin embargo, una noche el padre llegó tarde, como de costumbre. El chico salió de su habitación y fue a su encuentro. Lo estaba esperando. El padre se sorprendió. ¿Había sucedido algo? ¿Tenía algún problema?

El niño, nuevamente señaló que solamente quería hacer una pregunta. “¿Cuánto ganas por hora?”, le dijo. El hombre, automáticamente respondió: “Gano 1o0 €”. Después de pensarlo por unos segundos, su expresión cambió. ¿Qué piensas?”, le dijo al chico, pero este guardó silencio. “¡Dime de una vez qué es lo que quieres pedir!”, indicó el padre, un poco molesto. “Nada, nada…”, contestó el chico algo asustado.

En la parábola de la casa, el padre llamó a la niñera. Quería saber si había notado algo raro en el comportamiento del chico. Ella le dijo que no. Quizás lo único diferente era que el pequeño ahora iba todas las tardes a la casa de uno de sus amigos, pero siempre regresaba en un par de horas.

niño mirando cuervo simbolizando la parábola de la casa sin amo

El final de la parábola de la casa sin amo

El padre sospechó que su hijo estaba ocultando algo. Por eso, posponiendo las tareas del trabajo, sacó un par de horas para vigilar de lejos a su hijo. Quería saber por qué iba todas las tardes a la casa de su amigo.

Como todos los días, el chico salió. Se dirigió a la casa de su amigo. Observó que el chico dedicaba su tiempo a lavar el coche y acortar el césped. Luego volvió a su casa.

Familia abrazada

Cuando el padre llegó a casa, le preguntó qué era lo que estaba ocurriendo. ¿Por qué iba a trabajar a la casa de su amigo? ¿Qué era ese asunto de dinero en el que estaba envuelto? Al verse sorprendido, el chico confesó. Trabajaba porque quería conseguir dinero. “Ya conseguí 200 €”, dijo. Ya podré pagarle a mamá para que esté dos horas conmigo. Ahora solo me falta conseguir 300 € para pagarte también a ti. La parábola de la casa sin amo fue una gran lección para aquellos padres.


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