La historia de una chica cualquiera
Esta es la historia de una chica cualquiera. Una chica sin nombre porque puede tener muchos. Una chica que se enamoró del que creyó el mejor hombre del mundo: un hombre de cuento, un príncipe azul. De esta manera, ella decidió convertirse en su princesa.
Para tratar de conseguirlo renunció a su libertad, a su capacidad para decidir, a su sonrisa, a sus amigas y a su familia. A cambio de lo que ella pensó que era amor, entregó su vida: la puso a merced de las olas que solamente se movían a capricho de un corazón egoísta que pensaba que podía poseer todo, incluso a las personas.
Conocerse
Era un día más en la oficina, estaba en su mesa haciendo su trabajo tranquilamente hasta que una compañera se acercó para informarle de las novedades. Nuestra chica no solía hacer caso de los comentarios. Sabía que sus compañeras solían ser unas exageradas y que los cotilleos y las elucubraciones solían ser más producto de la novedad que de la realidad.
Cuando lo vio se dio cuenta de que estaba equivocada. Era un chico moreno de ojos color avellana y sonrisa cautivadora. No era un chico cualquiera, era el hombre perfecto. Y ese chico perfecto resulta que volvía a casa en la misma línea de metro. Y así fue como se conocieron.
Enamorarse
Enamorarse no es un acto consciente, es una sensación que te embriaga poco a poco. Una sensación que comienza con la ilusión de conocer a alguien que te entra por los ojos, pero que poco a poco te conquista el corazón. Los ojos pueden engañarte, pero el corazón es auténtico siempre.
El chico perfecto también se fijó en ella y no tardó en pedirle el teléfono. La esperaba para coger el metro juntos, temiendo que en algún momento del viaje pudiera necesitarle y no estar. Y entonces le pidió una cita. Fue muy romántico, tanto que todo a su lado parecía un sueño.
Algunos días, poco después de despedirse, escribía mensajes a nuestra chica como si en su ausencia viera reflejado el final del mundo. Era todo dulzura y amor. La abrazaba al despedirse, escribiendo en aquel espacio en el que los dos se contraían lo que la iba a echar de menos. Ella se sentía la mujer más afortunada del mundo porque de todas las mujeres que en él habitan, la había elegido a ella.
Los celos y el aislamiento
Mi mejor amiga a veces se preocupa por los mensajes que me escribe, dice que en el fondo de sus palabras hay una ansiedad que no le gusta. Yo creo que es realmente romántico que quiera estar en contacto conmigo todo el tiempo. Es mi caballero andante y pienso que si sabe dónde estoy, podrá rescatarme de cualquier peligro.
El otro día se puso un poco celoso porque me vio hablando con otro compañero, pero esto no fue más que otra de sus demostraciones de amor, de lo importante que soy para él. Me ha preguntado si me gusta, porque me estaba riendo con él como cuando me conoció y nos reíamos juntos. Igual estaba coqueteando sin querer, así que le he prometido que no volveré a mostrarme de una forma tan abierta. No quiero perderle, ni que se disguste… Con todo lo que me cuida!
Ayer me llamó y el teléfono comunicaba, estaba hablando con mi mejor amiga, pero él se ha vuelto a poner celoso porque pensaba que podría estar hablando con otro. Igual empieza a ser un poco controlador, pero es tan amable y bueno y lo hace porque me quiere tanto, que no puedo más que perdonarle. Si se preocupa tanto por mí, es que me quiere mucho. Si me quiere tener siempre tan cerca es que no me va a dejar.
Mi amiga se ha enfadado porque no entiende su actitud. El chico perfecto me ha dicho que es porque está celosa, ella no tiene a nadie que la quiera. Dice que ella es una mala influencia para mí y que me mete cosas extrañas en la cabeza. Igual es verdad que está celosa, me preocupa que no se lleven bien ambos.
Anoche salí con mis amigas. Él se ha enfadado, me ha llamó puta, dijo que llevaba mucho escote e iba muy arreglada, como si fuera provocando o buscando a otro, y que con él ya no me arreglo tanto. Igual mi ropa era un poco atrevida y puedo entender que le haya molestado. No quiero perderle y menos por una tontería de estas.
No volveré a salir así.
Mis amigas no tienen pareja y quizás puedan vestir así, pero yo ya tengo y no puedo faltarle al respeto de esa manera. Además, si él lo hiciera probablemente yo también me enfadaría. Tienen que entender que no puedo volver a salir así y si no lo hacen, es que no son mis amigas de verdad.
El miedo
Tengo miedo a perderle. Cada vez se enfada más a menudo, cada vez sus exigencias sus mayores, su susceptibilidad más dérmica. No le gusta como visto, ni cómo le sonrío a otras personas. No quiere que lleve falda o escote, aunque él mismo me conoció así.
Tengo miedo a que cualquier cosa que haga me aleje de él, del hombre perfecto, ese que tengo la suerte de tener a mi lado. Soportaría todo menos eso.
Me ha llegado a decir que le quiero poco en comparación con lo que me ama él a mí. ¿Cómo puedo hacer que entienda que él es mi príncipe azul? Solo soy una chica cualquiera y llena de miedo por perder al chico perfecto que me ha tocado en suerte. Sería una estúpida si al final dejo que termine marchándose, cuando he sido realmente afortunada al encontrarle. Alguien tan imperfecto como yo, con alguien tan bueno como él.
Hoy le he gritado en la calle, dice que soy una guarra. Me ha reñido por hablar con el dependiente de una tienda de zapatos y por reír una broma que me hizo. Estaba siendo simpática, no tenía intención de coquetear, además lo hice de manera contenida porque sabía que me estaba observando. Me ha recriminado que le montase “un pollo” en medio de la calle, pero lo cierto es que no entiendo por qué se pone así conmigo.
Me gustaría poder contarle todo esto a alguien. Necesito hablarlo, pero ha conseguido que me aleje de las personas en las que confiaba, que las echara de mi vida con recriminaciones y acusaciones falsas y desproporcionadas.
Además, no quiero que se enfade. Estoy un poco perdida. Supongo que esto es el amor, es querer tanto a alguien que el miedo a perderlo te lleve a estas locuras, aunque sepa que él no tiene razón. No sé, igual no sé lo que es amar de verdad.
La agresividad
Me he asustado, he sentido miedo y eso que ni siquiera me ha hecho daño, no me ha tocado. Ha tirado la mesa y ha dado un portazo muy violento y yo me he quedado temblando. Estábamos discutiendo de nuevo porque me vio hablando con mi jefe, eran cosas de trabajo. Él ya no lo entiende.
No sé qué hacer. Le quiero y tengo la suerte de que alguien tan perfecto me quiera a mí. Pero temo sus ataques violentos, no quiero que nos hagamos daño. Igual debería dejar el trabajo para que así él esté más tranquilo, total, ahora vivimos juntos y no necesitamos ganar dinero los dos.
¿Acaso esto es amor?
Esto no es amor, es manipulación, control y dependencia. Nadie tiene derecho a decirte cómo vestir o maquillarte o con quién hablar. Nadie tiene derecho a hacerte temblar de miedo por mostrarse agresivo, aunque no te llegue a tocar.
Lo que aquí relato es una escena de maltrato psicológico. Aquí no hay golpes, pero pueden llegar más adelante. Los golpes llegan cuando una chica cualquiera depende tanto del agresor y está tan convencida de que hace algo malo, que es imposible que se revele ante ellos.
Incluso puede que nunca llegue a haber violencia física, como vemos puede que no haga falta. Está sola, a su merced, hará lo que él diga. Dejará de ser ella para depender totalmente de él. Ha conseguido controlarla, no necesita marcarla para que se aferre más a él.
Esta es la historia de una chica cualquiera, tú puedes elegir un nombre para ella, desgraciadamente en la realidad tiene muchos. Puede ser tu hermana, tu amiga o tu vecina. Puede ser cualquier chica que se cree enamorada pero que en realidad está siendo controlada y humillada.
No cierres los ojos, ayúdale a ver la realidad lejos de su esquema de pensamiento. Aunque te quiera echar de su vida, no te alejes. Aunque en ocasiones seas testigo de como se acerca al precipicio, no pienses que es su culpa, recuérdale que puede contar contigo. Convéncela para que llame al 016 -en España o al número que corresponda en tu país-, necesita ayuda para salir de ahí y si la dejas sola no podrá.