La Misión (1986), un ejemplo de construcción de personajes

El cine histórico tiene la cualidad de hacernos reflexionar sobre el pasado. Recrear fielmente un personaje histórico y lograr que el público empatice con él es propio de las grandes obras. La Misión, sin duda, lo consigue.
La Misión (1986), un ejemplo de construcción de personajes
Juan Fernández

Escrito y verificado por el historiador Juan Fernández.

Última actualización: 23 diciembre, 2021

El largometraje dirigido por Roland Joffé en 1986, La Misión, goza de un amplio reconocimiento de la crítica y los espectadores. No es para menos, pues sus cualidades son muchas, desde la banda sonora de Ennio Morricone hasta las interpretaciones de Jeremy Irons, Ray McAnally o Robert de Niro, sin olvidar su oscarizada fotografía o su vestuario. Pero sus virtudes exceden lo puramente cinematográfico, constituyendo un excelente retrato histórico.

El tema central, las misiones jesuíticas guaraníes, se presentan con gran fidelidad, tanto arquitectónica como social. Quizá el fenómeno más conocido de dichas misiones sea su organización comunal, que se ha relacionado a menudo con planteamientos socialistas, y las suspicacias que generaron en sus contemporáneos.

Las reducciones jesuitas en La Misión

La situación fronteriza que ocupaban estas comunidades entre los imperios coloniales español y portugués es la desencadenante del conflicto en la película. De esta manera se referencia al Tratado de Madrid de 1750, entre ambas potencias, que significaría el cambio de manos de estos territorios y la desaparición de las reducciones. Como parte del conflicto político, desfilarán por los diálogos otras pinceladas históricas, como las referencias al Marqués de Pombal o los socialistas utópicos franceses.

Las leyes de Indias castellanas también ocupan su lugar en la trama, unidas en este caso a las lamentables violaciones de las mismas que realizaban en ocasiones las autoridades coloniales españolas. La toma de esclavos indígenas, que eran legalmente súbditos de la Corona Hispánica y no podían ser sometidos a servidumbre, es una realidad constatada en algunos casos. La lejanía de las colonias facilitó los abusos de ciertos funcionarios, gobernadores o emprendedores codiciosos.

Hombre con la mano en el pecho

Misioneros frente a los desconocidos

Pero el éxito de la película no descansa sobre estos valores, tampoco sobre la muy buena recreación de las fiestas y costumbres de la sociedad mestiza de la capital colonial. La trama avanza con sus personajes, eficazmente construidos, y que funcionan a la perfección como arquetipos de los hombres de su tiempo y, al mismo tiempo, depósito de cualidades y emociones atemporales que conectan con facilidad con el espectador.

De entre todos los personajes, hay que destacar a dos; el Padre Gabriel (Jeremy Irons) y Rodrigo Mendoza (Robert de Niro), que dan forma al contraste que busca el director. El acercamiento al pasado histórico puede generar problemas de comprensión hacia sus protagonistas, podemos caer en el error de analizar sus comportamientos y motivaciones desde la visión actual, obviando la barrera temporal que nos separa.

La toma de esclavos indígenas, que eran legalmente súbditos de la Corona Hispánica y no podían ser sometidos a servidumbre, es una realidad constatada en algunos casos

Gabriel y Rodrigo, dos caras de la misma moneda

Quizá aún más difícil de entender en nuestros días sea la reacción de los protagonistas a un primer contacto con las culturas y gentes del otro lado del océano, tan distintas a todo lo conocido. Pese a todos los cambios sociales, la materia prima se mantiene constante, la mente humana.

La aproximación a los dos arcos de personaje por parte de Joffé en La Misión es magistral, quedando definidos ambos en su primer contacto con los guaraníes, el elemento que sirve para construir todas las personalidades de la película.

El hombre de Dios

La manera de llamar la atención de los indígenas del Padre Gabriel trata de apelar a un lenguaje universal mediante un instrumento de viento. De esta forma la belleza y la música que emite su oboe, establecen una comunicación entre quienes ni la lengua ni los gestos pueden poner en contacto. Incluso la respuesta instintivamente violenta hacia lo desconocido de los guerreros guaraníes se retrae ante el éxito de Gabriel en su misión.

Toda su trama vendrá marcada por este amor y compasión hacia el distinto, que genera un sentimiento recíproco. En efecto esta fue una de las caras del contacto con los europeos.

Al igual que el Padre Gabriel, muchos religiosos llegaron a América con la intención de enseñar a sus habitantes lo que, para ellos, tenía más valía. Los componentes aventureros y potencialmente mortales de estas misiones pueden hoy día resultarnos chocantes, pero toman sentido comprendiendo la importancia que el mensaje a transmitir tenía para estos hombres.

Hombre con índigenas escena de La Misión

El guerrero

El primer contacto de Rodrigo no puede ser más distinto, apelando a otro lenguaje universal a través de un distinto instrumento, en esta ocasión de fuego. La violencia de su trabuco sirve como señal de la evolución de su arco. Esta misma violencia supondrá la perdición del personaje, y la respuesta compasiva de Gabriel y los indígenas su redención.

A la larga la codicia será sustituida por la desesperación como motor de un nuevo enfrentamiento militar. Los conflictos armados fueron un constante en la época, e incluso los jesuitas llegarían en ocasiones a practicar guerras defensivas. Con un guiño musical final de La Misión, Joffé nos mostrará la victoria inmortal de hombres como el Padre Gabriel.


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