La negación, un mecanismo de defensa común

Negar una realidad incómoda o minimizar un problema puede darte un respiro momentáneo, pero a la larga trae consecuencias negativas. Explora esta estrategia psicológica a la que todos recurrimos alguna vez.
La negación, un mecanismo de defensa común
Sharon Laura Capeluto

Escrito y verificado por la psicóloga Sharon Laura Capeluto.

Última actualización: 02 agosto, 2024

La negación es un mecanismo de defensa útil. Se aplica, entre otras cosas, para evitar el dolor físico o emocional, superar un conflicto, negar la realidad, evadir un episodio de vergüenza o afrontar el miedo. Con todo, a medio y largo plazo, o empleado en exceso, este recurso puede generar efectos desfavorables en el plano personal y social.

Sin duda, esta es una de las primeras estrategias para defendernos que aprendemos durante la infancia. Implica tanto no reconocer la realidad como no aceptar sus consecuencias. Y es precisamente esto último lo que, en determinados contextos y personas, causa problemas. Analicemos su origen, ejemplos y cómo reconocerlo.

¿Qué es la negación como mecanismo de defensa?

En psicoanálisis, los mecanismos de defensa son estrategias psicológicas que las personas utilizamos, en general de manera inconsciente, para protegernos de la ansiedad y las amenazas emocionales. Se trata de recursos a los que nuestra mente apela para mantenerse estable cuando las cosas se ponen difíciles, ya sea al distorsionar o negar la realidad.

Sigmund Freud introdujo el concepto de negación como parte de su teoría de los mecanismos defensivos; y Anna Freud, su hija, estudió y amplió este concepto. A través de esta dinámica en particular, las personas nos negamos a aceptar o reconocer lo que nos angustia o abruma.

Ejemplos

Un ejemplo claro del recurso de la negación se da en las personas con adicción. Ellas tienden a negar la gravedad de su problema, e incluso su existencia, y minimizar los efectos del consumo excesivo de sustancias o conductas adictivas.

También, suelen autoconvencerse de que tienen control sobre la situación, cuando en verdad evitan enfrentar las consecuencias de su realidad. Veamos otros casos comunes en los que las personas recurren a esta técnica psicológica.

Negar una pérdida

Negarlo es la primera reacción del proceso de duelo. Después de perder a un ser querido, es usual negar su muerte al principio. Pensamientos como «no puede ser real» o «tiene que ser un error» son habituales. Estas ideas actúan como una forma de protegernos del dolor que afrontaríamos al asumir el fallecimiento.

Ignorar un hecho problemático

Otro ejemplo sería desmentir o ignorar por completo que tenemos problemas financieros graves, pues actuamos como si no existieran. No se trata solo de no mencionar o admitir los conflictos económicos frente a los demás, sino convencernos a nosotros mismos de que no los tenemos.

Rechazar la gravedad de un asunto

Ante el diagnóstico de una enfermedad terminal, podríamos minimizar la seriedad del cuadro clínico, inclusive cuando los médicos nos advierten al respecto. También, por ejemplo, esta dinámica nos llevaría a no creer que nuestra relación de pareja está en riesgo debido a problemas de comunicación, restándole importancia a las disputas.

Negar un conflicto interior

Imagina que te enamoras de tu mejor amigo y eso te genera un conflicto emocional intenso. En este caso, podrías no hacerte cargo de tus sentimientos románticos y rechazar la idea de que te pasan cosas con esa persona o convencerte de que solo se trata de una atracción pasajera.



Su diferencia con la represión

En principio, la represión y la negación parecen conceptos idénticos. Sin embargo, se refieren a dos mecanismos defensivos diferentes. Ambas estrategias buscan proteger nuestra estabilidad, pero operan de maneras distintas según las circunstancias y la naturaleza del conflicto.

La represión implica el acto inconsciente de olvidar o apartar de nuestra conciencia pensamientos, emociones o recuerdos que causarían el malestar, a menudo, asociado con experiencias traumáticas. Es como si nuestra mente los enterrara en lo más profundo para protegernos de su impacto emocional.

En cambio, la negación supone una forma de resistencia consciente o inconsciente a aceptar la realidad tal como es. En este caso, se da un rechazo activo a reconocer ciertos aspectos incómodos de la verdad.

¿La negación nos protege o nos perjudica?

Entendámoslo a través de algunos casos. Cuando alguien niega su orientación sexual, evade la responsabilidad de un conflicto o ignora la presencia de problemas de salud mental como la depresión o la adicción, lo hace para protegerse del estrés y la angustia emocional que traen estos temas.

Como el resto de los mecanismos de defensa, la negación ofrece un respiro temporal, pero sus consecuencias a largo plazo no son buenas. Al evitar enfrentar los desafíos internos o externos de manera adecuada, los problemas pueden intensificarse y volverse más difíciles de manejar.

Negar una verdad incómoda o displacentera no la hace desaparecer.

Así, no aceptar la gravedad de un problema médico conduciría a no comprometernos con el tratamiento, lo cual afecta de forma negativa el curso de la enfermedad. De la misma forma, no darle crédito a los problemas de pareja nos mantiene de brazos cruzados, lo que podría deteriorar aún más la relación. Por lo tanto, es crucial no abusar de esta estrategia psicológica.



¿Cómo identificar que estoy recurriendo a la negación?

Según tu personalidad y el contexto emocional en el que te encuentres, reconocer la negación puede ser más o menos complejo. No obstante, hay algunas señales generales que podrían indicar que estás recurriendo a este mecanismo:

  • Ignoras o reprimes emociones displacenteras como el miedo, la tristeza o la ira.
  • Evitas aceptar hechos evidentes, incluso cuando otras personas te lo señalan.
  • Te sobrecargas de actividades y tareas sin tener tiempo para conectar con tu interior.
  • Encuentras excusas o justificaciones constantes para no enfrentar responsabilidades.
  • Resistes al cambio; te aferras a rutinas o creencias a pesar de que no te están funcionando.
  • Otras personas te ofrecen ayuda, contención o compañía, pero tú no ves la razón para aceptarla.
  • Postergas la toma decisiones de asuntos importantes por miedo, incomodidad o por creer que pueden esperar.

¿Lo anterior resuena contigo? Bueno, el primer paso es reconocerlo. La negación puede hacer que el problema crezca, acumulando más dolor o incomodidad. De hecho, cuando una persona no acepta aspectos conflictivos de su realidad, estos pueden reaparecer en enfermedades psicosomáticas, como problemas digestivos o emocionales.

Enfrentar la realidad te libera; negarla te encadena

Como expresó el psiquiatra suizo Carl Jung, «lo que niegas te somete, lo que aceptas te transforma». Esta cita nos recuerda que negar la realidad externa e interna, por dolorosa que sea, solo refuerza su impacto sobre nosotros. La negación puede dominar nuestra vida y dificultar el crecimiento personal.

En cambio, la aceptación radical de lo que nos sucede o lo que sentimos, nos libera para buscar soluciones en aquello que es posible cambiar o aceptar lo que no. Si sientes que negar las cosas te cohíbe, limita o juega en contra del desenvolvimiento de tu día a día, o al enfrentar momentos importantes, repara en ello, conversarlo con tus seres queridos y, por supuesto, considera consultar a un profesional.


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  • Álava Alcívar, M. Á., & Álava Alcívar, J. L. (2019). Los Mecanismos de defensa: una comparación teleológica entre Sigmund y Anna Freud. Perspectivas4(14), 1-12. https://revistas.uniminuto.edu/index.php/Pers/article/view/2068
  • Freud, A., & Carcamo, C. E. (1961). El yo y los mecanismos de defensa (Vol. 3). Barcelona: Paidós.

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