La psicología del autocastigo: el sufrimiento que nos imponemos
Cuenta la historia que a lo largo de los siglos XIV y XV, cuando la peste asolaba Europa, las personas salían a la calle en procesión para flagelarse de manera pública. ¿La finalidad? Limpiar sus almas mediante el dolor y evitar (supuestamente) la enfermedad. La psicología del autocastigo tiene muchas formas, es cierto, pero la finalidad siempre es la misma: autoinfringirse sufrimiento para purificar aspectos internos a menudo indeseables.
Bien es cierto, eso sí, que esta realidad psicológica suele centrarse mucho más en el autocastigo mental que en el físico (como pueden ser las autolesiones). Es decir, lo más común es encontrarnos con personas que se alimentan de un diálogo interno negativo y autosancionador que carcome por completo su autoestima. También es habitual, vetarse oportunidades, cerrarse puertas y quedar cautivos de la soledad y la infelicidad.
En el universo interno de quien convive con el peso de la culpa y la intolerancia al error, se suele aplicar con frecuencia este tipo de estrategia lesiva. Autocastigarse es la práctica más dañina que podamos llevar a cabo. Nadie sale indemne cuando se alimenta de manera constante de las autocríticas severas y, sobre todo, cuando en ausencia del amor propio, solo habita el desprecio hacia uno mismo.
Psicología del autocastigo: la mente fracturada
Y tú… ¿también te alzas como tu peor enemigo? Lo cierto es que muchos lo hemos hecho alguna vez. No confiar en nuestras capacidades o culpabilizarnos de hechos que escapan a nuestro control y responsabilidad, es algo común. Nos autocastigamos, por ejemplo, cuando nuestras relaciones afectivas fracasan y nos decimos aquello de que no valemos para el amor y que todo lo estropeamos.
La psicología del autocastigo conceptualiza esta dimensión como un mecanismo de defensa. Es decir, ante la percepción de haber cometido de un fallo, de haber demostrado debilidad o falibilidad, la persona se aplica a sí misma un castigo. Esa reacción, ese mecanismo se aplica a través de las emociones, cogniciones e incluso conductas.
Es decir, yo sentiré malestar y hasta rechazo sobre mí mismo por haber cometido ese fallo. Además, alimentaré y reforzaré toda una sucesión de pensamientos negativos y hasta irracionales hacía mi persona. Por último, y en los casos más extremos, puedo ejercitar conductas que van en mi contra: negarme placeres y aficiones, rehuir oportunidades, autoexcluirme en eventos sociales y lo más grave, derivar en las autolesiones.
El autocastigo (casi siempre) tiene su origen en la infancia
Si de niños nos dan un cachete cada vez que pedimos algo, al final es probable que llegue un día en que dejemos de pedir. De este modo, si en la edad adulta nos atrevemos a solicitarle a algo a alguien (una cita, por ejemplo) y nos rechazan, lo más probable es que nos autocastiguemos también por ello. Por tanto, no es difícil entender una evidencia. Las experiencias tempranas en la niñez determinan la propensión a la autoflagelación.
De algún modo, con este tipo de dinámicas lo que se hace es perpetuar el sufrimiento. Trabajos de investigación ya clásicos como el realizado en la Universidad de Michigan (Comer, R. y Laird, JD, 1975) aportaron evidencias a favor de una hipótesis intuitiva.
Cuando alguien se habitúa desde la infancia a recibir decepciones, dolor y carencias, no espera otra cosa de la propia vida. Tarde o temprano, se llega a asumir que es lo único que merece.
Psicología del autocastigo: el efecto Dobby y la culpa y la vergüenza
Sabemos ya que las primeras experiencias en nuestra infancia condicionan la aparición de estas realidades psicológicas. Ahora bien, trabajos de investigación como los de la Universidad de Tiburg en los Países Bajos nos señalan que la culpa es otro factor a tener en cuenta.
Los científicos denominaron efecto Dobby (personaje de los libros de Harry Potter) a esa inclinación que presentan algunas personas por expiar su culpa a través de la flagelación. Dentro de este grupo tan peculiar, encontramos a aquellos que se hacen daño por no asumir con acierto responsabilidades que en realidad no les pertenecen.
Por otro lado, también ha podido verse que la vergüenza más patológica, la que anula identidades, capacidades y autoestimas, se acompaña siempre por una crítica muy destructiva.
El autocuidado psicológico para vencer la autodestrucción
Hay algo importante que debemos considerar. La psicología del a utocastigo crónico suele estar detrás de ciertos trastornos mentales. Algunos de ellos son la depresión mayor, el trastorno límite de personalidad y los trastornos alimentarios. Bien es cierto que detrás de estas condiciones se integran muchas más dimensiones, pero la práctica de la autoflagelación es un denominador común.
¿Qué podemos hacer si nos encontramos en esa misma situación? Bien, en caso de ser adictos a la sensación de culpabilidad constante, si no toleramos los errores, si nos castigamos por lo dicho o no dicho, por lo hecho o evitado, es necesario que nos detengamos. Entender que hacerse daño a uno mismo (emocional o conductualmente) no tiene sentido ni fin es lo primero.
Si nos despreciamos y criticamos del mismo modo que lo hicieron nuestros padres en la infancia, lo que estamos haciendo es perpetuar una misma dinámica dolorosa. Es necesario solicitar ayuda psicológica en estas situaciones tan delicadas y dolorosas.
Asimismo, no olvidemos tampoco algo básico y esencial. La psicología del autocastigo nos recuerda que nada es más catártico y necesario que practicar el autocuidado cotidiano. Esta práctica nada tiene que ver con ir a un spa o darnos un baño relajante.
Autocuidado es recordar que merecemos estar y sentirnos bien. Es atender nuestra salud emocional igual que cuidamos de nuestro cuerpo. Autocuidado es permitirnos sanar y darnos lo que necesitamos. Caminar por el mundo libres de culpas y dejando por fin de ser nuestros peores enemigos es salud y bienestar.
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- Comer, R., & Laird, J. (1975). Choosing to suffer as a consequence of expecting to suffer: Why do people do it? Journal of Personality and Social Psychology, 32 (1), 92-101 DOI: 10.1037/h0076785
- de Vel-Palumbo, Melissa & Woodyatt, Lydia & Wenzel, Michael. (2018). Why do we self-punish? Perceptions of the motives and impact of self-punishment outside the laboratory. European Journal of Social Psychology. 48. 10.1002/ejsp.2368.
- Nelissen, Rob & Zeelenberg, Marcel. (2009). When Guilt Evokes Self-Punishment: Evidence for the Existence of a Dobby Effect. Emotion (Washington, D.C.). 9. 118-22. 10.1037/a0014540.