
Pasar de un pensamiento ansioso a uno reflexivo requiere tiempo, compromiso con uno mismo y voluntad de cambio. Porque, cuando la mente se habitúa a procesar la realidad de una manera determinada, cuesta bastante convencerla de que lo haga de…
Si hay algo que de verdad nos mueve son la curiosidad y las ganas de conocer cosas, mundos y experiencias nuevas. La curiosidad nace a la vez que nosotros de una manera innata y se mantiene a lo largo de toda nuestra vida: en el momento en el que sentimos que no hay nada que nos conmueva a seguir conociendo, tenemos un problema.
Esta es la gran razón por la que el escritor portugués, Saramago, nos decía que ‘la vejez empieza cuando se pierde la curiosidad’. En otras palabras, relacionamos la juventud con la vitalidad y con las ganas de disfrutar sin límites del mundo; mientras que unimos la vejez a la empatía por la vida y a la apetencia por descubrir más sobre lo que nos rodea…
«Yo no podría, a ninguna edad, ser feliz estando sentada junto a la chimenea y simplemente mirar. La vida fue propuesta para ser vivida. La curiosidad debe mantenerse viva. Uno no debe nunca, por ninguna razón, volverle la espalda a la vida.»
-E. Roosevelt-
Seguramente hayas podido comprobar que a los niños, sobre todo cuando son más pequeños, les posee unas ganas de conocer extremas. Ellos se llenan de una energía que los mueve a preguntarlo todo, a quererlo todo y a tocar todo lo que esté en su camino: es normal, están creciendo y quieren conocer dónde están y qué es lo que puede ofrecerle la vida.
En cierta medida, este es el primer paso de su aprendizaje como personas y somos los adultos los que estamos obligados a fomentar que esa curiosidad continúe y se desarrolle de forma positiva e intelectual. De esta manera es como nosotros hemos aprendido también a mantenerla constante, la que nos mueve y nos guía a superarnos: es eso lo que nos hace sentirnos jóvenes (más niños), no la edad.
«Pienso que si perdemos la curiosidad no hay nada; no hay reflexión y, por tanto, no hay conocimiento y no hay ninguna posibilidad de saber, de llegar al final de algo. Sin curiosidad, directamente no estás vivo.»
-Luis Eduardo Aute-
En esta misma línea en la que entendemos la curiosidad como guía, se han realizado algunos estudios iniciados justamente por querer saber por qué somos curiosos. Las investigaciones han determinado, de forma resumida, que somos más curiosos en aquellos momentos en los que sabemos un poco de un determinado tema y queremos saberlo todo de él.
La curiosidad, en estos casos, se podría representar como una U invertida, en la que el punto de inicio nos despierta la curiosidad de conocer la amplitud completa de dicha U. Este factor se relaciona con otros estudios que han demostrado que la curiosidad está ligada a la memoria y al aprendizaje: la curiosidad ayuda a retener en la memoria aquello que puede llamarse aprendizaje motivado, como recompensa.
Con todo lo comentado, podemos entender que la vejez se relacione con la falta de curiosidad: dejar de querer aprender es similar a quitarle sentido a la vida. Es importante mantener siempre la curiosidad en nosotros, aquella que nos ha llevado a escuchar detrás de las puertas o a descubrir América. Gracias a ella hemos hecho avances en todos los campos de estudio.
La mejor forma de fomentarla es como hemos dicho estimularla, en su parte positiva, en los niños. Aquí vamos a ver algunas maneras de hacerlo:
«Por suerte, la naturaleza me ha dotado de una curiosidad irracional hasta para las cosas más nimias. Eso me salva. La curiosidad es lo único que me mantiene a flote. Todo lo demás me hunde.»
-Pedro Almodóvar-