Las etapas vitales según Erikson
Dentro de la corriente psicoanalítica, podemos encontrar autores que siguen de forma ortodoxa las asunciones del psicoanálisis de Freud y otros que modifican en cierta manera estos postulados. Erik H. Erikson fue uno de ellos, ampliando y modificando la teoría freudiana. Enfatizó, al fin, la influencia de la sociedad en la personalidad en desarrollo y no considerar de forma unitaria al entorno familiar como responsables.
Freud, en su modelo genético, consideró una sucesión de etapas por las que pasaría cada persona desde que nace hasta la adultez. A esta sucesión de etapas la denominó “fases del desarrollo psicosexual”. Para el psicoanálisis, la sexualidad es una dimensión de importancia capital ya que constituye una de las principales vertientes que de energía vital que mueven el comportamiento del ser humano.
A esta energía vital, Freud la denominó libido, la cual debía ser reprimida y alejada de la conciencia para no provocar ningún conflicto.
Para el psicoanálisis ortodoxo, esta energía sexual no aparece en la adolescencia, sino que está presente desde que nacemos y lo que es más importante, según Freud, cada etapa está relacionada con nuestra parte afectiva y sexual. Así Freud desarrolló 5 etapas: oral, anal, fálica, de latencia y genital.
Erikson, por su parte, no da esta importancia que otorgaba su predecesor al desarrollo psicosexual, sino que pone el punto de mira en la influencia social para explicar la evolución del psiquis humano, por lo que él hablará de fases del desarrollo psicosocial.
En cada etapa vital aparece una crisis que deberá ser superada por la persona para poder pasar a la siguiente etapa.
Las 8 etapas vitales
Erikson fue pionero al considerar que el desarrollo del yo es un proceso que dura toda la vida. Entendió el desarrollo como una sucesión de ocho etapas que se manifiestan a lo largo del ciclo vital. En cada etapa, el individuo tiene que: satisfacer sus necesidades, desarrollar sus capacidades y responder a las demandas del medio propias de su edad.
Si las crisis no son resueltas, no podrá haber un desarrollo sano de la persona. Por lo tanto, es necesario llevar a cabo con éxito una etapa para poder pasar de forma adecuada a la siguiente. Las etapas consideradas por el autor son las que siguen:
- Confianza básica frente a desconfianza. Tiene lugar desde el nacimiento hasta aproximadamente el año de vida. En esta etapa el bebé debe confiar en otros, de manera que sean atendidas sus necesidades más básicas. Los niños pueden aprender a ver el mundo como un lugar peligroso si sus cuidadores les muestran rechazo, o si bien sus progenitores ofrecen sobreprotección excesiva y muestran al niño que el mundo puede ser peligroso, sin permitirle explorarlo desde una base de seguridad. Aquí los agentes sociales clave son los cuidadores principales u otras figuras de apego.
- Autonomía frente a vergüenza y duda. Aparece sobre el año y los tres años. Los niños han de aprender a ser autónomos en cuanto al vestido, el sueño o la comida. Si no lo logran pueden dudar de sus capacidades y sentir vergüenza de sí mismos. Aquí el agente social que actúa son los padres.
- Iniciativa frente a culpa. En esta etapa la misión del niño es sentir que tiene iniciativa y que si las lleva a cabo, estas no deben chocar con los derechos, privilegios o metas de otros para no sentirse culpables. El agente socia es la familia. Es una etapa que surge cuando la persona tiene de 3-6 años.
- Laboriosidad frente a inferioridad. Desde los 6 años hasta los 12 aproximadamente, los niños entran en un periodo en el que se comparan con otros niños. Deben dominar las habilidades sociales y académicas para sentirse seguros de sí mismos. El fracaso en este sentido conducirá a sentimientos de inferioridad. El agente social es el maestro.
- Identidad frente a confusión de roles. Llega a la edad de los 12 años y se mantiene hasta los 20. El adolescente intenta responder a la cuestión de quién es. Deben establecer identidades sociales y ocupaciones básicas para no permanecer confusos acerca de los roles que desempeñarán como adultos. El agente social clave son los iguales.
- Intimidad frente a aislamiento. Al principio de la edad adulta y hasta los 40 años, lo principal es lograr amistades fuertes y lograr un sentido de amor y compañerismo. Si esto no se consigue pueden experimentarse sentimientos de aislamiento o soledad. El agente social son los novios, cónyuges y los amigos.
- Generatividad frente a estancamiento. De los 40 hasta los 65 años. La labor es aumentar la productividad en el trabajo, educar a la familia y ocuparte de otro modo de las necesidades de los jóvenes. Si no asumen estas responsabilidades, se estancarán en la etapa y caerán en el egocentrismo. Los agentes sociales son el cónyuge, el hijo y las normas culturales.
- Integridad del yo frente a desesperación. En la vejez, a partir de los 65 años, el adulto mira hacia atrás en su vida, pudiendo encontrarse con una experiencia significativa, productiva y feliz o una decepción importante con promesas y metas que no se han llevado a cabo. Las experiencias propias y sobre todo, las sociales, marcan la manera en que se resuelve esta crisis final. El agente social clave es el género humano.
La fuerza del ego
Como acabamos de ver, Erikson propone la resolución de cada crisis que se presenta en las distintas etapas de nuestro desarrollo. Al resolver cada uno de los conflictos, la persona crecerá a nivel emocional y psicológico. Pero no solo es importante resolver los conflictos que se presentan, sino que también es de suma importancia adquirir las competencias que nos harán afrontar dichos conflictos.
Haber adquirido tales competencias gracias a nuestros agentes sociales y ser capaz de resolver todas las crisis que se presentan, nos hará libres de psicopatología. Por otro lado, también es importante recordar que, si no lo logramos, podemos quedarnos estancados en algunas de ellas, lo que no nos permitirá progresar.
Cuando adquirimos las competencias necesarias, experimentamos una gratificaste sensación de dominio, denominada fuerza del ego.
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- Papalia, D.E., Olds, S.W. y Feldman, R.D. (2005): Psicología del desarrollo en la infancia a la adolescencia. McGraw-Hill. Madrid.