Lo que la ira dice de ti

Lo que la ira dice de ti
Gema Sánchez Cuevas

Revisado y aprobado por la psicóloga Gema Sánchez Cuevas.

Escrito por Okairy Zuñiga

Última actualización: 12 marzo, 2018

La ira es una emoción de protección primaria. Su objetivo es evitar que suframos algún daño o pérdida de algo que nos es muy importante o valioso. También podemos decir que es la emoción más física debido a las reacciones de nuestro cuerpo al pretender neutralizar el riesgo y derrotar a la posible amenaza.

La ira ha estado presente en nuestras vidas desde las épocas más antiguas y ha sido vital en la supervivencia y evolución del hombre. Pese a que antes podía ser una ventaja que nos permitía defender nuestra propiedad, hoy en día puede ser la clave para entender nuestros anhelos y deseos más profundos.

“La ira es un veneno que uno toma esperando que muera el otro”.

-William Shakespeare-

Los factores que provocan la ira

La ira depende de dos factores bien definidos: la vulnerabilidad que sentimos en el momento y la magnitud de la amenaza percibida. Es posible que una pequeña amenaza cause gran ira cuando nos sentimos particularmente vulnerables. Puede ser que nuestros recursos físicos no estén del todo bien (estamos estresados, enfermos, heridos, etc.) o nuestra mente no esté en su mejor momento (estamos inseguros, ansiosos o deprimidos).

Mujer experimentando la ira

La ira problemática, esa que te lleva a actuar en contra de tu beneficio real, es causada por la sensación de extrema vulnerabilidad. Este tipo de ira es nuestro estado de ánimo más revelador ya que nos permite conocer aquellos factores que nos desestabilizan y puede ser clave para identificar problemas más profundos.

Por eso, es tan importante que analicemos cuándo esta emoción nos desborda. ¿Es cuando tenemos una gran carga de trabajo? ¿Cuándo una persona no cumple con nuestras expectativas? Quizás, el origen de esa emoción esté en nuestra baja tolerancia a la frustración o a las expectativas elevadas.

Lo que la ira nos dice

Experimentamos un estado de total tranquilidad y calma cuando pensamos y actuamos de acuerdo con nuestros valores y objetivos. Esto se traduce en un sentimiento de ser genuinos y auténticos, que juntos disminuyen la inseguridad y vulnerabilidad.

En cambio, al culpar a alguien de tener un comportamiento injusto con nosotros nos enojamos, resentimos y generamos un sentimiento de impotencia que afecta a nuestra autoestima. Entre más enojados o resentidos estamos, más difícil es restaurar el autoestima por cuenta propia. Esto se debe a que generamos la necesidad de que alguien satisfaga nuestra necesidad, sea o no válida.

Cuando no vivimos de acuerdo a nuestros valores y creencias más profundos terminamos actuando en base a nuestro ego, esperando que los demás nos complazcan. Con esto solo acrecentamos nuestra sensación de vulnerabilidad al tratar de manipular las circunstancias a nuestro favor. Si la situación sigue así, se acumula más resentimiento e ira que buscan ocultar las carencias existentes.

Usar la ira a nuestro favor

Mujer mirándose en el espejo

Los problemas de la ira pueden demostrarse de distintas formas: resentimiento, impaciencia, inquietud, sarcasmo, agitación e irritabilidad. Estas características pueden funcionar como un termómetro que nos indica el estado en que nos encontramos y las necesidades o carencias que buscamos compensar. Por este motivo, esta emoción podemos utilizarla a nuestro favor. ¡No todo iba a ser negativo!

Aunque puede resultar muy difícil recobrar el control en el momento, es importante analizar los factores que nos llevaron a ese estado en cuanto sea posible. De esta forma se pueden identificar aquellos deseos, anhelos o situaciones que nos están afectando en nuestra seguridad y actuar en consecuencia.

“La ira es como el fuego; no se puede apagar sino al primer chispazo. Después es tarde”.

-Giovanni Papini-

Detenernos a reflexionar será esencial, intentar no escapar de esta emoción aún más. Debemos obligarnos a ver a la ira a los ojos para saber qué la desencadena y qué nos está queriendo decir. Solo así, lograremos gestionarla de manera adecuada y reducir esos episodios en los que creemos que no tenemos el control.

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