Mestizo: una reflexión sobre el discurso de odio
Si te estás preguntando qué es un discurso de odio, tal vez los siguientes interrogantes puedan darte alguna pista… ¿Has escuchado alguna vez afirmaciones tales como “no soy racista, solo ordenado”, “los refugiados vienen a atentar” o “La homosexualidad va contra natura”?
Al escucharlos, quizás hayas asentido, corroborado o simplemente no hayas hecho absolutamente nada al respecto. Si es este tu caso, es posible que estés incurriendo en un delito, ya sea por acción o por omisión.
¿Qué es el discurso de odio?
El discurso de odio o hate speech (en inglés) se define como la acción comunicativa cuyo objetivo es degradar, intimidar y discriminar. Para ello se vale de la promoción prejuicios contra individuos por el mero hecho de pertenecer a una raza, colectivo étnico, nacionalidad, religión, orientación sexual, lengua, estatus socioeconómico, ocupación, apariencia o cualquier otro elemento de consideración.
El concepto se refiere al discurso difundido de manera oral, escrita, en soporte visual en los medios de comunicación, o Internet, u otros medios de difusión social con un tinte violento. El medio es indiferente, lo que importa es el mensaje y lo que promociona.
¿Cómo procesamos los discursos de odio?
Solemos estar familiarizados con discursos vejatorios o, como mínimo, “poco respetuosos”. Tanto en los medios de comunicación como en las redes sociales han recibido una capa de normalización y un respeto que no merecen.
Muchas veces cuando escuchamos algún discurso de este tipo no intervenimos porque sentimos que podemos crear una polémica en la que no queremos entrar. “Total el que habla es nuestro familiar y las personas de otras razas están muy lejos”, “Un comentario así no les va a afectar”. Pensamientos internos como estos, miles.
La normalización en psicología es un término introducido en 1935 por Sheriff y se refiere al proceso doble en el cual el grupo nos aporta una influencia informativa, es decir, usamos su opinión como punto de referencia para no errar en nuestro juicio. A su vez, mantenemos dicha opinión por una influencia normativa, de manera que esta consigue que integremos esa opinión como parte de nuestros propios valores: lo hacemos para no sentirnos “fuera de lugar” al expresar una posición contraria a la del grupo.
“Este es un país en el que hablamos inglés, no español”
-Donald John Trump-
Lo cierto es que, aunque el discurso de odio esté tipificado dentro del código penal español, existen farios factores que contribuyen a su propagación o, al menos, a su impunidad.
Sí, hablo de impunidad: muchas personas no temen represalias al manifestar un discurso del odio simplemente porque en el pasado no las han tenido. Ya sea por desconocimiento por parte de la víctima que no se considera como tal, de las autoridades -aún poco formadas en las consecuencias de este discurso-, por comodidad, o por miedo. Lo habitual además es que estas razones se sumen y frenen cualquier tipo de iniciativa de castigo o condena pública.
¿Cuáles son las consecuencias del discurso de odio?
Fruto de nuestra falta de actuación, somos desgraciadamente testigos directos de noticias como el atentado al diario parisino “Charlie Hebdo” el 7 de enero del pasado año. Tras el cual, los mensajes de apoyo al pueblo francés, casi susurrados, en hashtags (#JeSuisCharlie) se mezclaron, diluyéndose de una forma “casi razonable”, con afirmaciones como “ellos mismos se lo buscaron”.
Un suceso sin duda deleznable. Aunque también lo son las noticias que, muestran como el pequeño Aylan yace en una playa turca, la mirada triste de Omran, una pequeña tiroteada en las Tres Mil Viviendas de Sevilla, a la cual se juzgó prematuramente como parte de una familia de narcotraficantes y ya nadie clama #BringBackOurGirls.
Ójala nos doliera el mundo como nos duele el ego
“La participación de las minorías con su bagaje cultural es un beneficio para el conjunto de la sociedad”
-UNITED-
Ojalá llegue el día en el que nos demos cuenta de que la diversidad multicultural nos enriquece. Ese momento en el que seamos conscientes de que las cosas verdaderamente importantes en la vida no tienen color, edad, estatus económico, fronteras o gónadas asignadas.
“Soy mestizo de alma soy mestizo de mente
aunque no lo demuestre el color de mi piel
todos somos mestizos hijos de padre y madre,
¿quien no lo es?Si lo puro es lo neutro yo prefiero lo impuro
la mezcla es la clave dame combinación
no me cuentes milongas yo prefiero la vida
a todo color”-Revólver-
Somos mestizos. Soy mestiza de todos los lugares que fotografié, las conversaciones que tuve o los cafés que compartí. Mi vida no vale ni menos ni más que la de cualquier otro ser vivo.
El porqué del odio
Ahora bien, ¿por qué en una sociedad “tan desarrollada” como la nuestra existe este discurso? Ya hablé del miedo y la ignorancia, aunque no son las únicas. Mucho tienen que ver también los estereotipos, percepciones sesgadas de la conducta de una persona por su pertenencia a una categoría o grupo social. Por otro lado estaría la estigmatización, descrédito asociado a la etiqueta impuesta. Son dos de los procesos que más daño hacen a las minorías.
“El miedo es el camino hacia el lado oscuro, el miedo lleva a la ira, la ira lleva al odio, el odio lleva al sufrimiento, el sufrimiento al lado oscuro”
-Yoda-
Además, existe una estrategia que empleamos de forma común, aunque poco consciente, llamada “estrategia de maximización”. Se sintetiza en que mostramos más interés en destacarnos lo máximo posible de un oponente, aunque nosotros obtengamos menos, que en obtener más y que la diferencia entre lo que obtenemos nosotros y nuestro oponente sea menor. Es decir, preferimos que el otro obtenga dos y nosotros cinco, a obtener ocho y que el otro obtenga seis.
“Que viene a tu país a profanarte,
Que pisa la ciudad sin tu permiso,
Que sacará tus cosas a la calle,
Tu enemigo”-Pablo López-
Así que, si has escuchado alguna vez afirmaciones tales como “no soy racista, solo ordenado”, “los refugiados vienen a atentar” o “la homosexualidad va contra natura” y las has dejado pasar, es el momento de cambiar la actitud. Seguro que tú también eres diferente en algo a la mayoría, piensa por un momento cómo te sentirías si alguien hiciera un “discurso del odio” basado en lo que te diferencia. Es el momento, actuémos.
Imagen principal cortesía de Luiso García